jueves, 27 de noviembre de 2008
sábado, 22 de noviembre de 2008
jueves, 20 de noviembre de 2008
martes, 18 de noviembre de 2008
domingo, 16 de noviembre de 2008
jueves, 13 de noviembre de 2008
miércoles, 12 de noviembre de 2008
lunes, 10 de noviembre de 2008
domingo, 9 de noviembre de 2008
La Ley de la Calle
La opinión de Xavier Pericay.
SEGURO que todos ustedes han oído alguna vez aquello de «lo que no te ha enseñado la escuela, ya te lo enseñará la vida». Y hasta puede que, además de oírlo, lo hayan dicho. Se trata, en el fondo, de un desahogo. O, si lo prefieren, de la evidencia, más o menos explícita, de un cierto fracaso. El de la escuela. El de la enseñanza reglada. O, para usar un término en boga, el de la educación.
En los últimos tiempos, sin embargo, se está popularizando otra fórmula: «Lo que no te enseña la escuela, ya te lo enseña la calle». A simple vista, parece una variación sobre el mismo tema. Si bien se mira, ¿qué es la calle, en el imaginario adolescente -y muchos padres, ¡ay!, dan la impresión de seguir anclados en esta edad-, sino el escenario propicio a una vida plena? Pero entre ambas fórmulas existe una diferencia sustancial: la relación temporal entre uno y otro modo de enseñanza, entre, por un lado, el que procura la escuela y, por otro, el que proporcionan la vida o la calle. Lo que en la primera fórmula es una relación de consecuencia y, hasta cierto punto, de causa a efecto, en la segunda es una relación de estricta simultaneidad. Como si el carácter complementario de ambas enseñanzas fuese un presupuesto ineludible, y, en tanto que tal, asumido desde el principio.
Por descontado, no seré yo quien afirme que la escuela debe acarrear, solita, todo el fardo de la educación. Al contrario, este es un asunto, ante todo, familiar, al que la escuela, a lo sumo, no puede sino echar un cable. Y luego están la vida y la calle, claro, para acabar de saber lo que es bueno. Pero ello no quita, insisto, que haya edades para todo. Y la de la escuela es, debería ser, la de la escuela. Y poco más.
No opina así José María Maravall. El último Premio Nacional de Sociología ha estado estos días en Barcelona y, ante el comentario de un periodista lamentándose de que en Cataluña los niños no puedan ser escolarizados en castellano, ha confesado: «Yo tengo un nieto al que adoro, hijo de una sueca. Sus padres hablan en inglés y él habla en castellano porque lo aprende en la calle todos los días. No veo ningún problema».
Ningún problema, dice. Dejemos ahora a un lado la adoración del abuelo y lo irrelevante, en términos sociológicos, del caso del nieto, y vayamos al fondo del asunto. ¿Ningún problema, dice? Pues claro. ¿Cómo va a ver algún problema quien ha sido entre 1982 y 1988, en tanto que ministro de Educación, el máximo responsable de la reforma educativa -LRU, LODE y cimientos de la LOGSE-? ¿Cómo va a ver algún problema quien ha colaborado como el que más en la destrucción de la enseñanza en España y, en lo tocante a Cataluña, en la conversión del catalán en única lengua de enseñanza? Nada, nada, a lo hecho, pecho, sí señor. Aunque sea, a todas luces, una inmoralidad.
SEGURO que todos ustedes han oído alguna vez aquello de «lo que no te ha enseñado la escuela, ya te lo enseñará la vida». Y hasta puede que, además de oírlo, lo hayan dicho. Se trata, en el fondo, de un desahogo. O, si lo prefieren, de la evidencia, más o menos explícita, de un cierto fracaso. El de la escuela. El de la enseñanza reglada. O, para usar un término en boga, el de la educación.
En los últimos tiempos, sin embargo, se está popularizando otra fórmula: «Lo que no te enseña la escuela, ya te lo enseña la calle». A simple vista, parece una variación sobre el mismo tema. Si bien se mira, ¿qué es la calle, en el imaginario adolescente -y muchos padres, ¡ay!, dan la impresión de seguir anclados en esta edad-, sino el escenario propicio a una vida plena? Pero entre ambas fórmulas existe una diferencia sustancial: la relación temporal entre uno y otro modo de enseñanza, entre, por un lado, el que procura la escuela y, por otro, el que proporcionan la vida o la calle. Lo que en la primera fórmula es una relación de consecuencia y, hasta cierto punto, de causa a efecto, en la segunda es una relación de estricta simultaneidad. Como si el carácter complementario de ambas enseñanzas fuese un presupuesto ineludible, y, en tanto que tal, asumido desde el principio.
Por descontado, no seré yo quien afirme que la escuela debe acarrear, solita, todo el fardo de la educación. Al contrario, este es un asunto, ante todo, familiar, al que la escuela, a lo sumo, no puede sino echar un cable. Y luego están la vida y la calle, claro, para acabar de saber lo que es bueno. Pero ello no quita, insisto, que haya edades para todo. Y la de la escuela es, debería ser, la de la escuela. Y poco más.
No opina así José María Maravall. El último Premio Nacional de Sociología ha estado estos días en Barcelona y, ante el comentario de un periodista lamentándose de que en Cataluña los niños no puedan ser escolarizados en castellano, ha confesado: «Yo tengo un nieto al que adoro, hijo de una sueca. Sus padres hablan en inglés y él habla en castellano porque lo aprende en la calle todos los días. No veo ningún problema».
Ningún problema, dice. Dejemos ahora a un lado la adoración del abuelo y lo irrelevante, en términos sociológicos, del caso del nieto, y vayamos al fondo del asunto. ¿Ningún problema, dice? Pues claro. ¿Cómo va a ver algún problema quien ha sido entre 1982 y 1988, en tanto que ministro de Educación, el máximo responsable de la reforma educativa -LRU, LODE y cimientos de la LOGSE-? ¿Cómo va a ver algún problema quien ha colaborado como el que más en la destrucción de la enseñanza en España y, en lo tocante a Cataluña, en la conversión del catalán en única lengua de enseñanza? Nada, nada, a lo hecho, pecho, sí señor. Aunque sea, a todas luces, una inmoralidad.
sábado, 8 de noviembre de 2008
viernes, 7 de noviembre de 2008
83 sanciones y subiendo...
En el 2007 la Generalitat tramitó 83 multas por no rotular la información básica al menos en catalán, sobre todo a empresas de servicios y minoristas, con una suma cobrada de 16.250 euros. En el 2006, fueron 52 las sanciones por este concepto.
Cada año aumentan las sanciones por un concepto que coarta la libertad del individuo. Vivimos en una Comunidad Autónoma simplemente aterradora.
Cada año aumentan las sanciones por un concepto que coarta la libertad del individuo. Vivimos en una Comunidad Autónoma simplemente aterradora.
lunes, 3 de noviembre de 2008
Sigue el acoso
Publicado hoy en El Mundo
Acoso oficial a los comerciantes de Sants por no rotular en catalán
La Generalitat envía cartas a los negocios del popular barrio barcelonés en las que da dos meses para que cambien sus carteles
BELEN PARRA
BARCELONA.- La persecución lingüística en Cataluña continúa. En especial en el barrio de Sants de Barcelona, donde comercios históricos resisten los vaivenes de la crisis en un entorno cada vez más degradado. Las nuevas oleadas de inmigrantes buscan también su sitio y el clima de convivencia se enrarece por iniciativas como la de fomentar el control sobre el cumplimiento de la normativa lingüística que propone el Ayuntamiento de la Ciudad Condal para la presente legislatura.
Según ha podido corroborar EL MUNDO, la ofensiva lingüística del Consistorio empieza a dar sus frutos: los comercios de Sants sufren estas últimas semanas un auténtico asedio y son denunciados si vulneran la normativa que establece que la señalización y los documentos con las características de los productos que se ofrecen estén redactados, «como mínimo», en catalán.
Los avisos de multa que preceden a la sanción indican en su encabezamiento que su origen es la denuncia de un ciudadano, pero los perjudicados se muestran escépticos y atribuyen lo sucedido a una campaña del Consistorio en toda regla. De hecho, en el pleno extraordinario del distrito de Sants-Montjuïc del pasado 22 de enero, el grupo municipal del PP denunciaba que se hubieran multado hasta esa fecha a 62 tiendas en Barcelona. Asimismo, el líder popular, Alberto Fernández Díaz, criticaba entonces que el Ayuntamiento barcelonés se erigiera en «comisario lingüístico» de los comercios tras aprobarse la propuesta de incrementar el control en la aplicación de la normativa lingüística sobre locales de negocio.
«La persecución lingüística del castellano en Barcelona que ejemplifican las sanciones a establecimientos por rotular sólo en castellano demuestra la imposición lingüística del gobierno municipal», indicaba Fernández Díaz. Se da la circunstancia de que el PP se quedó solo en su denuncia, ya que el seguimiento sobre la aplicación de los postulados de la Ley de Política Lingüística contó con la aprobación de los grupos de PSC, ICV, ERC y CiU.
Los populares siempre han defendido la «libertad de elección» para escoger en cuál de las dos lenguas oficiales de Cataluña quieren expresarse los comerciantes, «sin imposiciones» y con «absoluta normalidad». Fernández Díaz lamenta que el Ayuntamiento siga más pendiente de fomentar el «control lingüístico» que de potenciar el pequeño y mediano comercio de Sants.
La realidad demuestra que entre los comerciantes sí ha cundido la voz de alarma. Mientras algunos ya han recibido una primera advertencia para que desistan en sus pretensiones de anunciarse en castellano, otros se espabilan para rectificar y evitar que sus nombres se incluyan en listas negras que a la larga puedan generar en posibles sanciones.
El empresario Germán Giménez, vecino de Sant Boi de Llobregat pero con negocio en Sants desde la década de los 50, es uno de los últimos que ha recibido una amonestación pública y por escrito de la Agència Catalana del Consum (organismo de la Generalitat encargado de tramitar las denuncias que recibe del Ayuntamiento o de particulares y de imponer las sanciones) en la que se le conmina a que en el plazo máximo de «dos meses» se adecue a la normativa vigente sobre usos lingüísticos en la actividad comercial. De lo contrario, la Administración advierte de que iniciará «las actuaciones necesarias para corregir la infracción en materia de consumo y disciplina de mercado».
Giménez no da crédito a la carta recibida, si bien tampoco le extraña, porque el suyo no es el primer caso que conoce. Su establecimiento se anuncia como Fincas Giménez -rótulo luminoso incluido- y en las vidrieras del negocio expone, también en castellano, todos los servicios que ofrece. Por el momento, asegura que no piensa mover un dedo y esperará a recibir la sanción para determinar si la recurre y va a los tribunales: «Me cueste lo que me cueste».
A este empresario le parece «inaudito» que se le pueda considerar un delincuente por rotular su negocio en una lengua oficial de Cataluña, máxime cuando a lo largo de los años no ha provocado ni padecido ningún tipo de conflicto. «Estoy dispuesto a irme fuera de Cataluña antes de cumplir con esa normativa», advierte Giménez. Al igual que él, Fausto Rodríguez, propietario de un taller mecánico próximo al negocio de Giménez, también ha recibido la misma advertencia, pero ya se ha informado sobre el coste que le puede generar el cambio. «Poner el rótulo en catalán me va a suponer un gasto de 130 euros, probablemente mucho menos que el importe de la sanción, que me podría llegar en menos de dos meses», indica.
El dueño de otro negocio cercano, también un taller mecánico, ya se ha dirigido a su gestor para que le asesore en caso de incumplir la normativa. Muchos comerciantes alegan que, si juntos se amotinaran, igual conseguían cambiar algo. El problema es que la mayoría desiste en el intento. La cerrajería Código ha decidido retirar, sin advertencia previa, el cartel que anunciaba en castellano sus servicios. Por el momento lo guardan en su interior para proceder a traducirlo al catalán en breve y volver a colgarlo en el exterior, ya sin miedo a recibir represalias.
Una advertencia para recordar cuál es «la lengua propia de Cataluña»
BARCELONA.- «Le recordamos la necesidad de cumplir todos aquellos requisitos legales que afectan a su actividad comercial». Esta es una de las frases que en tono amenazador conforman el cuerpo de la carta que la Agència Catalana del Consum está remitiendo estos días a diversos comerciantes del barrio de Sants para advertirles de la obligatoriedad de cumplir con la normativa que insta a rotular los negocios «al menos» en catalán.
El escrito recibido por el administrador de fincas Germán Giménez y tantos otros comerciantes en su misma situación -al frente de un negocio rotulado íntegramente en castellano desde hace décadas- ad vierte de que «el incumplimiento de esta normativa constituye una infracción en materia de defensa de los consumidores y usuarios» y recuerda que «de acuerdo con el Estatuto» y «el artículo 2 de la ley 1/1998» de Política Lingüística, «la lengua propia de Cataluña es el catalán».
A Giménez, imposiciones «en toda regla» como las que esgrime la carta emitida por la Agència del Consum le impulsan a no cumplir la ley porque no puede entender que por un asunto puramente lingüístico se quiera entorpecer la actividad comercial de gente que lleva tantos años en la brecha. El lo tiene claro y dice que no piensa claudicar, por lo que luchará hasta la extenuación para que la sanción no se ejecute o, como mínimo, el mal sea menor, es decir, que le dejen rotular «tanto en catalán como en castellano», en virtud del bilingüismo que tanto se practica en las calles de Sants.
Giménez también denuncia que en la Administración todo sean obstáculos para encontrar un impreso o proceder a una gestión en castellano. «Vas al registro y no encuentras impresos en castellano para realizar una determinada gestión. Todos los documentos que recibes están escritos en catalán e incluso las veces que he querido tramitar una solicitud en castellano, siempre he recibido la respuesta en catalán
Acoso oficial a los comerciantes de Sants por no rotular en catalán
La Generalitat envía cartas a los negocios del popular barrio barcelonés en las que da dos meses para que cambien sus carteles
BELEN PARRA
BARCELONA.- La persecución lingüística en Cataluña continúa. En especial en el barrio de Sants de Barcelona, donde comercios históricos resisten los vaivenes de la crisis en un entorno cada vez más degradado. Las nuevas oleadas de inmigrantes buscan también su sitio y el clima de convivencia se enrarece por iniciativas como la de fomentar el control sobre el cumplimiento de la normativa lingüística que propone el Ayuntamiento de la Ciudad Condal para la presente legislatura.
Según ha podido corroborar EL MUNDO, la ofensiva lingüística del Consistorio empieza a dar sus frutos: los comercios de Sants sufren estas últimas semanas un auténtico asedio y son denunciados si vulneran la normativa que establece que la señalización y los documentos con las características de los productos que se ofrecen estén redactados, «como mínimo», en catalán.
Los avisos de multa que preceden a la sanción indican en su encabezamiento que su origen es la denuncia de un ciudadano, pero los perjudicados se muestran escépticos y atribuyen lo sucedido a una campaña del Consistorio en toda regla. De hecho, en el pleno extraordinario del distrito de Sants-Montjuïc del pasado 22 de enero, el grupo municipal del PP denunciaba que se hubieran multado hasta esa fecha a 62 tiendas en Barcelona. Asimismo, el líder popular, Alberto Fernández Díaz, criticaba entonces que el Ayuntamiento barcelonés se erigiera en «comisario lingüístico» de los comercios tras aprobarse la propuesta de incrementar el control en la aplicación de la normativa lingüística sobre locales de negocio.
«La persecución lingüística del castellano en Barcelona que ejemplifican las sanciones a establecimientos por rotular sólo en castellano demuestra la imposición lingüística del gobierno municipal», indicaba Fernández Díaz. Se da la circunstancia de que el PP se quedó solo en su denuncia, ya que el seguimiento sobre la aplicación de los postulados de la Ley de Política Lingüística contó con la aprobación de los grupos de PSC, ICV, ERC y CiU.
Los populares siempre han defendido la «libertad de elección» para escoger en cuál de las dos lenguas oficiales de Cataluña quieren expresarse los comerciantes, «sin imposiciones» y con «absoluta normalidad». Fernández Díaz lamenta que el Ayuntamiento siga más pendiente de fomentar el «control lingüístico» que de potenciar el pequeño y mediano comercio de Sants.
La realidad demuestra que entre los comerciantes sí ha cundido la voz de alarma. Mientras algunos ya han recibido una primera advertencia para que desistan en sus pretensiones de anunciarse en castellano, otros se espabilan para rectificar y evitar que sus nombres se incluyan en listas negras que a la larga puedan generar en posibles sanciones.
El empresario Germán Giménez, vecino de Sant Boi de Llobregat pero con negocio en Sants desde la década de los 50, es uno de los últimos que ha recibido una amonestación pública y por escrito de la Agència Catalana del Consum (organismo de la Generalitat encargado de tramitar las denuncias que recibe del Ayuntamiento o de particulares y de imponer las sanciones) en la que se le conmina a que en el plazo máximo de «dos meses» se adecue a la normativa vigente sobre usos lingüísticos en la actividad comercial. De lo contrario, la Administración advierte de que iniciará «las actuaciones necesarias para corregir la infracción en materia de consumo y disciplina de mercado».
Giménez no da crédito a la carta recibida, si bien tampoco le extraña, porque el suyo no es el primer caso que conoce. Su establecimiento se anuncia como Fincas Giménez -rótulo luminoso incluido- y en las vidrieras del negocio expone, también en castellano, todos los servicios que ofrece. Por el momento, asegura que no piensa mover un dedo y esperará a recibir la sanción para determinar si la recurre y va a los tribunales: «Me cueste lo que me cueste».
A este empresario le parece «inaudito» que se le pueda considerar un delincuente por rotular su negocio en una lengua oficial de Cataluña, máxime cuando a lo largo de los años no ha provocado ni padecido ningún tipo de conflicto. «Estoy dispuesto a irme fuera de Cataluña antes de cumplir con esa normativa», advierte Giménez. Al igual que él, Fausto Rodríguez, propietario de un taller mecánico próximo al negocio de Giménez, también ha recibido la misma advertencia, pero ya se ha informado sobre el coste que le puede generar el cambio. «Poner el rótulo en catalán me va a suponer un gasto de 130 euros, probablemente mucho menos que el importe de la sanción, que me podría llegar en menos de dos meses», indica.
El dueño de otro negocio cercano, también un taller mecánico, ya se ha dirigido a su gestor para que le asesore en caso de incumplir la normativa. Muchos comerciantes alegan que, si juntos se amotinaran, igual conseguían cambiar algo. El problema es que la mayoría desiste en el intento. La cerrajería Código ha decidido retirar, sin advertencia previa, el cartel que anunciaba en castellano sus servicios. Por el momento lo guardan en su interior para proceder a traducirlo al catalán en breve y volver a colgarlo en el exterior, ya sin miedo a recibir represalias.
Una advertencia para recordar cuál es «la lengua propia de Cataluña»
BARCELONA.- «Le recordamos la necesidad de cumplir todos aquellos requisitos legales que afectan a su actividad comercial». Esta es una de las frases que en tono amenazador conforman el cuerpo de la carta que la Agència Catalana del Consum está remitiendo estos días a diversos comerciantes del barrio de Sants para advertirles de la obligatoriedad de cumplir con la normativa que insta a rotular los negocios «al menos» en catalán.
El escrito recibido por el administrador de fincas Germán Giménez y tantos otros comerciantes en su misma situación -al frente de un negocio rotulado íntegramente en castellano desde hace décadas- ad vierte de que «el incumplimiento de esta normativa constituye una infracción en materia de defensa de los consumidores y usuarios» y recuerda que «de acuerdo con el Estatuto» y «el artículo 2 de la ley 1/1998» de Política Lingüística, «la lengua propia de Cataluña es el catalán».
A Giménez, imposiciones «en toda regla» como las que esgrime la carta emitida por la Agència del Consum le impulsan a no cumplir la ley porque no puede entender que por un asunto puramente lingüístico se quiera entorpecer la actividad comercial de gente que lleva tantos años en la brecha. El lo tiene claro y dice que no piensa claudicar, por lo que luchará hasta la extenuación para que la sanción no se ejecute o, como mínimo, el mal sea menor, es decir, que le dejen rotular «tanto en catalán como en castellano», en virtud del bilingüismo que tanto se practica en las calles de Sants.
Giménez también denuncia que en la Administración todo sean obstáculos para encontrar un impreso o proceder a una gestión en castellano. «Vas al registro y no encuentras impresos en castellano para realizar una determinada gestión. Todos los documentos que recibes están escritos en catalán e incluso las veces que he querido tramitar una solicitud en castellano, siempre he recibido la respuesta en catalán
Yo no soy de aquí
Joseba arregui, en El Correo.
V uelvo a tomar prestada la frase del título de una columna radiofónica que existía en Euskadi Irratia, y que venía firmada por el escritor Juan Gartzia. Lo hice ya hace algunos años y me siento impulsado a hacerlo de nuevo por algunos comentarios que he podido leer en la prensa después de la visita de Rajoy y Antonio Basagoiti a San Mamés. El presidente del PNV de Bizkaia ha declarado que ellos, los nacionalistas, no necesitan sacarse fotos en San Mamés porque son de aquí, son aficionados del Athletic y van todos los domingos a San Mamés.
Los del PNV son de aquí. Si ellos son de aquí, los que no son del PNV no lo son. No son de aquí. No tienen el euskolabel. Y menos si además de no ser del PNV tampoco lo son del Athletic. Es decir, que de aquí, lo que se dice de aquí de verdad, de siempre, sólo son los del PNV y los del Athletic. O los del Athletic que sean del PNV. Los demás no son de aquí. Por eso se tienen que hacer fotos en San Mamés.
Vuelve la infame distinción de los de aquí y los que no son de aquí. Vuelve el lenguaje del sucursalismo, vuelve la referencia a que este o aquel político que no sea nacionalista es un mero delegado de un 'no aquí', de un allí inaceptable. La sociedad vasca está dividida entre los de aquí, los nacionalistas del PNV -y me imagino que darán entrada a los nacionalistas que no sean del PNV- y los sucursalistas, los delegados -antaño se hablaba de representantes de potencias extranjeras o enemigas-, los que no son de aquí, los emigrantes, los extraños a la tierra.
Sólo los nacionalistas tienen derecho a reclamarse de aquí. Los demás están de prestado. Transitoriamente. De cuerpo presente, pero no de alma, no de espíritu. No son hijos legítimos, no tienen derecho a la herencia. Quieren echar del poder a los nacionalistas, se decía no hace muchos años. ¡Qué atrevimiento! ¡Echar de casa al hijo legítimo, al primogénito y hacerse con la herencia! ¡A dónde vamos a llegar!
Estamos ante un problema serio. Ser de aquí, ser de la casa, tener derecho a la herencia de la casa de los padres, derecho de primogenitura para gestionar la herencia de la casa del padre, por un lado, y por otro ser delegado de algo de fuera, ser sucursalista de algo cuyo centro está fuera, no ser de aquí, sino de algún otro lado. Una alternativa que pensada en esos mismos términos sólo permite la exclamación 'Ni ez naiz hemengoa!', ¡Yo no soy de aquí!
Porque en democracia el aquí está definido por un espacio de derechos y libertades fundamentales, no por el aquí físico de un espacio geográfico determinado. Porque en democracia lo importante no es ser de aquí, sino ser ciudadano. Porque en democracia lo importante es ser sujeto de derechos y libertades, y vivir en un espacio que garantice los derechos y libertades fundamentales, y no ser de aquí o de allí, hablar una determinada lengua, poseer una determinada creencia, tener un determinado sentimiento de pertenencia o albergar una determinada identidad.
El aquí de la democracia está constituido por los derechos y las libertades fundamentales. Por nada más. Con independencia cada vez mayor del territorio, de cualquier aquí. Son los ciudadanos quienes definen el territorio de la democracia, y no el territorio físico el que define a los ciudadanos. Yo no soy de aquí, 'ni ez naiz hemengoa', porque soy ciudadano, y todos los conciudadanos son de aquí, son de todas las democracias, de cualquier Estado de Derecho.
Ante esta condición de ciudadanía no vale nada el que pueda ser vascoparlante monolingüe de familia, el que el euskera sea mi lengua de trabajo. Ante esta condición de ciudadanía no vale de nada que no encuentre entre mis antepasados nadie que salga de la provincia de Gipuzkoa. Ante esta condición de ciudadanía de nada valdría que fuera nacionalista -y a nadie le concedo el derecho de decidir si lo soy o no, aunque no sea una pregunta que me preocupe-. Ante esta condición de ciudadanía de nada vale ni siquiera el deber de conocer el español.
Cada vez que se habla de ser de aquí, quién es de aquí y quién no lo es -y por eso necesita de una foto en San Mamés-, me asalta una duda: en realidad se trata de dilucidar quién es de aquí y quién no, o se trata, en el fondo, de otra cosa: esto es mío y nadie más tiene un derecho real a poseerlo. ¿Quienes están diciendo que ellos son de aquí, están diciendo sólo eso, o están diciendo también, y quizá sobre todo: esto es mío, el Athletic es mío, el país es mío, el Gobierno vasco es mío, el euskera es mío -y lo que digan a favor del euskera los demás no es más que patraña electoral-, el Estatuto es mío -y por eso lo/la mato-, la nación es mía, o la nación soy yo, el poder es mío y sólo yo tengo derecho a ejercerlo, a gestionarlo, a ocuparlo?
Si es la ciudadanía la condición de ser sujeto de derechos y libertades fundamentales lo que define el espacio de la democracia, entonces da igual el debate sobre quién es más de aquí o menos, porque no tiene significado alguno para el ejercicio de los derechos de ciudadanía, que incluyen el de representar a los demás ciudadanos en el ejercicio del poder. Lo más grande en democracia es ser ciudadano. Quien tiene que recurrir a ejercicios, siempre engañosos, de quién es más de aquí o quién menos, está todavía a las puertas de la democracia, a las puertas del Estado de Derecho. Democracia es espacio de derechos y libertades. No es una casa que se pueda poseer. No es una herencia que se pueda obtener. No es una hacienda que hay que cuidar como un perro. Por eso es tan importante gritar ante quienes dan tanta importancia a ese ser de aquí 'ni ez naiz hemengoa', 'yo no soy de aquí'.
De optar por un algún aquí, quizá sería mejor optar por el aquí que describe el filósofo francés y judío Emmanuel Levinas comentando una poesía de Paul Celan: «Este exterior insólito no es otro paisaje (...) el poema da un paso más: lo extraño es el extranjero o el prójimo. Nada hay de más extraño ni más extranjero que otro hombre y es en la claridad de la utopía en la que se muestra el hombre. Fuera de todo enraizamiento y de toda domiciliación; ser apátrida como lo más auténtico (...) Como si yendo hacia el otro me reencontrara conmigo mismo y me implantara en una tierra, a partir de ese momento tierra natal, descargada de todo el peso de mi identidad. Tierra natal que no debe nada al enraizamiento, nada a la ocupación primera; tierra natal que no debe nada al nacimiento. ¿Tierra natal o tierra prometida?» (Emmanuel Levinas, 'Paul Celan, de l'être à l'autre', 2002, 29-30).
V uelvo a tomar prestada la frase del título de una columna radiofónica que existía en Euskadi Irratia, y que venía firmada por el escritor Juan Gartzia. Lo hice ya hace algunos años y me siento impulsado a hacerlo de nuevo por algunos comentarios que he podido leer en la prensa después de la visita de Rajoy y Antonio Basagoiti a San Mamés. El presidente del PNV de Bizkaia ha declarado que ellos, los nacionalistas, no necesitan sacarse fotos en San Mamés porque son de aquí, son aficionados del Athletic y van todos los domingos a San Mamés.
Los del PNV son de aquí. Si ellos son de aquí, los que no son del PNV no lo son. No son de aquí. No tienen el euskolabel. Y menos si además de no ser del PNV tampoco lo son del Athletic. Es decir, que de aquí, lo que se dice de aquí de verdad, de siempre, sólo son los del PNV y los del Athletic. O los del Athletic que sean del PNV. Los demás no son de aquí. Por eso se tienen que hacer fotos en San Mamés.
Vuelve la infame distinción de los de aquí y los que no son de aquí. Vuelve el lenguaje del sucursalismo, vuelve la referencia a que este o aquel político que no sea nacionalista es un mero delegado de un 'no aquí', de un allí inaceptable. La sociedad vasca está dividida entre los de aquí, los nacionalistas del PNV -y me imagino que darán entrada a los nacionalistas que no sean del PNV- y los sucursalistas, los delegados -antaño se hablaba de representantes de potencias extranjeras o enemigas-, los que no son de aquí, los emigrantes, los extraños a la tierra.
Sólo los nacionalistas tienen derecho a reclamarse de aquí. Los demás están de prestado. Transitoriamente. De cuerpo presente, pero no de alma, no de espíritu. No son hijos legítimos, no tienen derecho a la herencia. Quieren echar del poder a los nacionalistas, se decía no hace muchos años. ¡Qué atrevimiento! ¡Echar de casa al hijo legítimo, al primogénito y hacerse con la herencia! ¡A dónde vamos a llegar!
Estamos ante un problema serio. Ser de aquí, ser de la casa, tener derecho a la herencia de la casa de los padres, derecho de primogenitura para gestionar la herencia de la casa del padre, por un lado, y por otro ser delegado de algo de fuera, ser sucursalista de algo cuyo centro está fuera, no ser de aquí, sino de algún otro lado. Una alternativa que pensada en esos mismos términos sólo permite la exclamación 'Ni ez naiz hemengoa!', ¡Yo no soy de aquí!
Porque en democracia el aquí está definido por un espacio de derechos y libertades fundamentales, no por el aquí físico de un espacio geográfico determinado. Porque en democracia lo importante no es ser de aquí, sino ser ciudadano. Porque en democracia lo importante es ser sujeto de derechos y libertades, y vivir en un espacio que garantice los derechos y libertades fundamentales, y no ser de aquí o de allí, hablar una determinada lengua, poseer una determinada creencia, tener un determinado sentimiento de pertenencia o albergar una determinada identidad.
El aquí de la democracia está constituido por los derechos y las libertades fundamentales. Por nada más. Con independencia cada vez mayor del territorio, de cualquier aquí. Son los ciudadanos quienes definen el territorio de la democracia, y no el territorio físico el que define a los ciudadanos. Yo no soy de aquí, 'ni ez naiz hemengoa', porque soy ciudadano, y todos los conciudadanos son de aquí, son de todas las democracias, de cualquier Estado de Derecho.
Ante esta condición de ciudadanía no vale nada el que pueda ser vascoparlante monolingüe de familia, el que el euskera sea mi lengua de trabajo. Ante esta condición de ciudadanía no vale de nada que no encuentre entre mis antepasados nadie que salga de la provincia de Gipuzkoa. Ante esta condición de ciudadanía de nada valdría que fuera nacionalista -y a nadie le concedo el derecho de decidir si lo soy o no, aunque no sea una pregunta que me preocupe-. Ante esta condición de ciudadanía de nada vale ni siquiera el deber de conocer el español.
Cada vez que se habla de ser de aquí, quién es de aquí y quién no lo es -y por eso necesita de una foto en San Mamés-, me asalta una duda: en realidad se trata de dilucidar quién es de aquí y quién no, o se trata, en el fondo, de otra cosa: esto es mío y nadie más tiene un derecho real a poseerlo. ¿Quienes están diciendo que ellos son de aquí, están diciendo sólo eso, o están diciendo también, y quizá sobre todo: esto es mío, el Athletic es mío, el país es mío, el Gobierno vasco es mío, el euskera es mío -y lo que digan a favor del euskera los demás no es más que patraña electoral-, el Estatuto es mío -y por eso lo/la mato-, la nación es mía, o la nación soy yo, el poder es mío y sólo yo tengo derecho a ejercerlo, a gestionarlo, a ocuparlo?
Si es la ciudadanía la condición de ser sujeto de derechos y libertades fundamentales lo que define el espacio de la democracia, entonces da igual el debate sobre quién es más de aquí o menos, porque no tiene significado alguno para el ejercicio de los derechos de ciudadanía, que incluyen el de representar a los demás ciudadanos en el ejercicio del poder. Lo más grande en democracia es ser ciudadano. Quien tiene que recurrir a ejercicios, siempre engañosos, de quién es más de aquí o quién menos, está todavía a las puertas de la democracia, a las puertas del Estado de Derecho. Democracia es espacio de derechos y libertades. No es una casa que se pueda poseer. No es una herencia que se pueda obtener. No es una hacienda que hay que cuidar como un perro. Por eso es tan importante gritar ante quienes dan tanta importancia a ese ser de aquí 'ni ez naiz hemengoa', 'yo no soy de aquí'.
De optar por un algún aquí, quizá sería mejor optar por el aquí que describe el filósofo francés y judío Emmanuel Levinas comentando una poesía de Paul Celan: «Este exterior insólito no es otro paisaje (...) el poema da un paso más: lo extraño es el extranjero o el prójimo. Nada hay de más extraño ni más extranjero que otro hombre y es en la claridad de la utopía en la que se muestra el hombre. Fuera de todo enraizamiento y de toda domiciliación; ser apátrida como lo más auténtico (...) Como si yendo hacia el otro me reencontrara conmigo mismo y me implantara en una tierra, a partir de ese momento tierra natal, descargada de todo el peso de mi identidad. Tierra natal que no debe nada al enraizamiento, nada a la ocupación primera; tierra natal que no debe nada al nacimiento. ¿Tierra natal o tierra prometida?» (Emmanuel Levinas, 'Paul Celan, de l'être à l'autre', 2002, 29-30).
sábado, 1 de noviembre de 2008
Marcando
Noticia publicada en La voz de BCN
El Ayuntamiento de Berriozar, en Navarra, ha aprobado este miércoles la creación de una lista de los habitantes de dicho municipio que hablan euskera. El acuerdo ha sido posible gracias a los votos de los concejales de Nafarroa Bai (Aralar, PNV y EA), ANV e Izquierda Unida.
Según informan Abc y Diario de Navarra, el alcalde de Berriozar, Xabier Lasa, de Nafarroa Bai (en la foto), ha defendido la creación del ‘fichero’ como herramienta para mejorar el servicio de normalización y desarrollo del euskera, puesto que el objetivo es “conocer mejor la situación sociolingüística del municipio y realizar mejor las campañas específicas”.
La iniciativa, que de momento será voluntaria, ha sido duramente criticada por el colectivo Vecinos de Paz que la han calificado como “una forma de marcar a los que no hablamos euskera”, y se han preguntado: “¿Qué será lo próximo, ponernos un brazalete para identificarnos por la calle?”.
Miembros de este colectivo acudieron al pleno del Ayuntamiento ataviados con unas pegatinas de protesta en las que aparecía una estrella de David con fondo amarillo, con la frase ‘yo hablo castellano’, en referencia a la persecución de la que fueron objeto los judíos por parte del régimen nazi.
El Ayuntamiento de Berriozar, en Navarra, ha aprobado este miércoles la creación de una lista de los habitantes de dicho municipio que hablan euskera. El acuerdo ha sido posible gracias a los votos de los concejales de Nafarroa Bai (Aralar, PNV y EA), ANV e Izquierda Unida.
Según informan Abc y Diario de Navarra, el alcalde de Berriozar, Xabier Lasa, de Nafarroa Bai (en la foto), ha defendido la creación del ‘fichero’ como herramienta para mejorar el servicio de normalización y desarrollo del euskera, puesto que el objetivo es “conocer mejor la situación sociolingüística del municipio y realizar mejor las campañas específicas”.
La iniciativa, que de momento será voluntaria, ha sido duramente criticada por el colectivo Vecinos de Paz que la han calificado como “una forma de marcar a los que no hablamos euskera”, y se han preguntado: “¿Qué será lo próximo, ponernos un brazalete para identificarnos por la calle?”.
Miembros de este colectivo acudieron al pleno del Ayuntamiento ataviados con unas pegatinas de protesta en las que aparecía una estrella de David con fondo amarillo, con la frase ‘yo hablo castellano’, en referencia a la persecución de la que fueron objeto los judíos por parte del régimen nazi.
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