viernes, 22 de octubre de 2010
jueves, 14 de octubre de 2010
Los mitos de la Historia de España. (44)
El enviado de Mussolini no andaba descaminado. De la misma manera que el fascismo italiano había nacido en Milán, ciudad industrial y conflictiva, el español podía emerger en la ciudad de Prat de la Riba. El mismo Giménez Caballero, que había pasado una temporada en Barcelona, llegó a soñar con ello y escribió artículos en catalán pensando impulsar el fascismo desde el corazón de Cataluña. En Barcelona se hablaba entonces de la superioridad de la raza catalana, se criticaba con dureza el liberalismo, se conjuraba la tierra y los muertos, se soñaba con imperios y naciones inferirores que dominar...
A finales del siglo XIX el doctor Bartomeu Robert, alcalde de Barcelona, hacía exhaustivas mediciones de cráneos a gentes del país, para demostrar que efectivamente la estirpe catalana era superior. Ya metidos en el siglo XX el joven Eugenio d´Ors, lector ferviente de Sorel, "el nuevo profeta de la espiritualidad obrera", y devoto seguidor del futuro consejero de Pétain, Charles Maurras, lanzaba sus glosas aristocráticas contra todo lo que oliera a democracia y a liberalismo mientras los vanguardistas José Vicente Foix y, sobre todo, José Carbonell, educados en el catalanismo de Prat de la Riba y la Lliga Regionalista, acusaban a Cambó de no entender la novedad del fascismo y de no plantearse su posible adaptación a Cataluña.
Los mitos de la Historia de España. (43)
Ni Cataluña fue sólo moderna y europea, ni la burguesía catalana fue progresista, ni el autoritarismo o el imperialismo de corte fascista fueron delirios creados en la rural y decrépita Castilla, como imaginan, o desean imaginar, los nacionalistas catalanes del siglo XXI. Un mito muy extendido en España tras la muerte de Franco y el asalto de los nacionalsimos periféricos al Estado consiste en inventar una Castilla mística y homogénea, impositora de caudillos, refugio de esencias opresivas, creadora de autoritarismos y cortes fascistas. Castilla sería únicamente el solar del cacique y los grandes propietarios agrícolas, el grito regeneracionista de los cirujanos de hierro, ¡pantano o muerte!, los delirios de la raza medio católica medio agraria de Gil Robles, el brazo en alto de los jonsistas de Ramiro Ledesma y las añoranzas medievales, Cid y Caudillo incluidos, de Dionisio Ridruejo. Castilla sería únicamente el lema "Castilla, salva España" de los seguidores de Onésimo Redondo. Todo
lo ocurrido desde 1874 sería culpa de los sueños engendrados en la Meseta, tierra donde al parecer cuando el cocido llegaba a los estómagos tenía ya sustancia de catolicidad e imperio.
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