domingo, 19 de julio de 2009

Inexistencias


Jon Juaristi en ABC


Como remedio para fobias anticatalanas, Xavier Vidal-Folch ofrece en «El País» (Si Cataluña no existiese..., miércoles, 16 de julio) un argumento que produce, a un tiempo, estupor y regocijo: Cataluña ha sido la adelantada del sistema autonómico español, la comunidad que abrió camino y sirvió de modelo a las demás autonomías españolas, viene a decir Vidal-Folch, y, por tanto, si Cataluña no hubiera existido, no existiría hoy un Estado de las autonomías.
Lo primero que hay que resaltar es la prosapia literaria de dicho argumento. Mucho antes que a Niall Ferguson se le ocurriera inventar la Historia Virtual, Adolfo Bioy Casares había especulado con la posibilidad de una narración sobre la Argentina contemporánea que partiera de la hipótesis de que los vascos nunca hubieran existido. Después, considerando que las consecuencias de tal conjetura serían harto complicadas, se decidió por otra más sencilla, la inexistencia de los galeses, que también ponía la realidad patas arriba, pero en términos todavía manejables, lo ideal para un escritor de ficción.
A Bioy Casares me lo presentó en Buenos Aires, hace veinte años, Fernando Rodríguez Lafuente, amigo entrañable que, ese día, no pudo resistir la tentación del exotismo y se refirió a mí como «un poeta vasco». A Bioy le brillaron los ojillos y me dijo: «¿Vasco? Yo también soy vasco, ¿sabe usted?». Ingenuamente, pregunté: «¿Por Bioy?». Entonces entreví un fulgor de maldad en las pupilas cerúleas del novelista y supe que me había tendido una trampa. «No», respondió: «Por Casares». Creo que en la ingenuidad o en la estupidez de mi pregunta obraba, de forma más o menos consciente, el recuerdo de aquel párrafo de Bioy en que planteaba que, de no haber existido los galeses, no habrían existido los argentinos de apellido galés, que no son muchos, pero tampoco la calle Owen de Buenos Aires, llamada así en honor del empresario textil y socialista utópico cambriano Robert Owen, que jamás pisó Argentina.
Si los inexistentes hubieran sido los vascos, habría desaparecido con ellos Borges (que los detestaba, pero reconocía venir de gentes que se llamaron Garay u Otálora), y Bioy habría pasado a la historia, en solitario, como el gran escritor argentino del siglo XX. En fin, bromas de literatos. La inexistencia de Cataluña habría aniquilado a la práctica totalidad de los españoles actuales, pues todos tenemos algunos antepasados catalanes conocidos y, seguramente, muchos que ignoramos. Y, sin la existencia de la Castilla histórica, se desvanecería en la nada, para empezar, el Honorable President de la Generalitat. La idea de que Cataluña o el País Vasco han ido siempre por libre, enfrentándose a la España cañí, es simplemente absurda, y sus autonomías respectivas, cuando las han tenido, han sido fruto de consensos nacionales; es decir, españoles.
Lo más chusco del artículo de Xavier Vidal-Folch reside en su lógica de Antiguo Régimen, que consiste en esgrimir supuestos méritos exclusivos de una comunidad para justificar privilegios. Por cierto, los inventores del truco fueron los vascos del siglo XVI, que no reclamaban la patente del sistema autonómico, sino la de España misma, con el encomiable fin de no pagar impuestos. Los arcaicos estereotipos regionales serían hoy folclore inofensivo y, desde luego, no habrían dado pretexto a fobias, si los nacionalismos no hubieran convertido el Estado autonómico en una versión posmoderna del Estado de naturaleza, donde bandas depredadoras del presupuesto nacional se apedrean entre sí con victimismos y teóricas excelencias morales.

No hay comentarios: