miércoles, 30 de septiembre de 2009
martes, 29 de septiembre de 2009
lunes, 28 de septiembre de 2009
L´Hospitalet debe mejorar en seguridad y parques
Carta de un lector en el El Periódico de Catalunya.
Me dirijo a la alcaldesa de L’Hospitalet de Llobregat, Núria Marín, con todo respeto para exponerle mis múltiples quejas sobre la ciudad. He nacido y vivo en L’Hospitalet, y estoy sufriendo su decadencia. A la señora Marín no se la puede culpar de todos los males de la ciudad, dado que se quedó con el legado de nuestro antiguo alcalde, Celestino Corbacho, el cual no sé si de verdad luchaba por sus conciudadanos. La inseguridad en este municipio es superior a la de las poblaciones colindantes, y en mi barrio, La Florida, el índice de inmigración es mayor que en otras zonas, por lo que, por ejemplo, es muy difícil acceder a guarderías públicas y demás servicios, ya que estos suelen ser para los más desfavorecidos. Otro problema, insufrible, es encontrar estacionamiento. Y otro, el de los pisos patera, que el ayuntamiento permite a no ser que rebasen los 15 inquilinos.
Ahora, en verano, los padres tenemos que sacar a los niños a la calle y nos encontramos con numerosos parques en obras, como el de la Llibertat; parques que ya no existen, como el de la calle de la Primavera, donde se instalará el nuevo mercado, y parques en estado deplorable de conservación, como el de la calle de Granada, debido a las obras de la línea 9 del metro y las de reforma del párking. También hay unas preciosas piscinas municipales (por cierto, igualmente en obras), pero si queremos que nuestros hijos disfruten allí de un mes de estancia, hay que pagar 300 euros.
Ruego a la señora Marín que reflexione sobre el estado de L’Hospitalet, que deje de invertir en rascacielos de la plaza de Europa, en Santa Eulàlia, y que invierta más en los barrios. Que piense en los vecinos de esta ciudad a la que amamos.
Manuel Rodríguez
L´Hospitalet de Llobregat
Aburrimiento
Joseba Arregui en El Diario Vasco.
El nacionalismo no da respiro, ni cuando uno quiere escaparse de sus obsesiones. Estaba en trance de escribir un artículo dedicado a la impresión de que vivimos momentos, no en Euskadi, sino en el mundo occidental en general, de cierta decadencia, de 'fin de siécle', cuando la lectura de algunas opiniones manifestadas por el diputado general de Gipuzkoa, Markel Olano, en el debate de política general en las Juntas Generales de ese territorio, me ha vuelto a la realidad estrecha, y aburrida, de Euskadi. Ha dicho Markel Olano, según leo entrecomillado en la prensa, que el PSE y el PP defienden un esquema frentista, que pretenden resocializar la ciudadanía vasca recurriendo a la perversión mediática. En su opinión, el pacto entre PSE y PP es contrario a la pluralidad, y, sobre todo, un ataque directo al pueblo vasco.
Esta última es de esas afirmaciones que consiguen dejarme perplejo. Intento entenderla, y se me abren para ello tres posibilidades. Los miembros del PSE y del PP no son vascos, y tampoco todos los que les han dado el voto. Segundo: el PSE y el PP no saben lo que significa ser vasco, algo reservado a los nacionalistas, a los guardianes de la ortodoxia, aunque no se pongan de acuerdo entre ellos. Tercero: los miembros del PSE y del PP, y sus respectivos votantes, actúan contra ellos mismos, por ignorantes, por inconscientes, por malvados, por masoquistas.
El nacionalismo vasco se suele enfadar cuando algunos le critican diciendo que su proyecto político es excluyente. Pero afirmaciones como la del diputado general de Gipuzkoa son difíciles de entender de otra forma. Supongamos a alguien que haya votado al Partido Socialista de Euskadi, que sea vascoparlante en su vida diaria, incluso en buena parte de su trabajo, que quiera, desde su perspectiva -a la que me imagino que tiene derecho- lo mejor para la sociedad vasca, que no tiene motivos para rechazar el acuerdo de gobierno firmado por el partido que ha votado y por el PP, y que lee esta opinión de Markel Olano. ¿Qué es lo que puede entender? Que no es vasco, que no pertenece al pueblo vasco, puesto que lo está atacando directamente. O que es un traidor a su pueblo. O que no es buen vasco y necesita, por usar el término empleado por el diputado general, una buena resocialización. Que necesita ser reseteado, en términos informáticos, para llegar a ver y sentir la sociedad vasca como la ve el señor Olano, desde una perspectiva ortodoxamente nacionalista.
Que el PSE haya pactado con el PP, y que no descarte continuar haciéndolo, es muestra de frentismo, afirma el diputado general. ¿Cómo hay que entender esta afirmación? Es frentista acordar que se va a respetar el Estatuto de Gernika. Es frentista afirmar que se va a respetar la Constitución española, que la Constitución española y el Estatuto de Gernika son resultado del pacto de la sociedad vasca, reflejo de su pluralismo estructural, de la complejidad de su identidad. Es frentista afirmar que es preciso respetar la Ley, el Estado de derecho. Es frentista recordar que en Euskadi existen víctimas asesinadas, y asesinadas en nombre de un proyecto político.
El diputado general de Gipuzkoa explica perfectamente la raíz del frentismo. Para no ser frentista en la sociedad vasca es preciso reconocer que en Euskadi existe un conflicto, el conflicto vasco, que hunde sus raíces en la negación del pueblo vasco como sujeto político capaz de decidir su propio futuro. Cuando la sociedad vasca, es la única conclusión que se puede extraer, decidió en referéndum aprobar el Estatuto de Gernika no era, al parecer, sujeto político, ni decidió su futuro. Es lo que ha mantenido desde entonces, con toda coherencia y consecuencia, ETA, por lo que considera al propio PNV no fiable en todo lo que dice sobre el pueblo vasco.
Lo que Markel Olano llama derecho a decidir y reconocimiento del pueblo vasco como sujeto político no hay que tomarlo en lo que parece que dice, sino de otra forma. Sólo hay sujeto político si ese sujeto apuesta por la autodeterminación que culmine en la separación respecto al Estado español. Y sólo puede hablarse de derecho a decidir si la decisión es la que quisiera el nacionalismo, o el nacionalismo del PNV, o el nacionalismo de algunos en el PNV. Es decir, sólo se es demócrata si se es nacionalista al estilo Olano. Y, además, en nombre del respeto al pluralismo -todos tienen que ser nacionalistas para ser demócratas-, y de la apuesta por el blindaje ético de las víctimas, que, añado yo, fueron asesinadas por suponer un obstáculo en la consecución del reconocimiento que reclama Olano para el pueblo vasco.
Desde el nacionalismo se vuelve a hablar de pacto de Estado, queriendo con ello criticar el acuerdo entre el PSE y el PP. Claro que es un acuerdo de Estado, no un simple acuerdo de gobierno. Y es un acuerdo de Estado porque durante demasiados años se ha estado jugando en Euskadi a estar y no estar, a ser Estado y no ser Estado, a ser gobierno y oposición a los marcos fundamentales en los que se asienta la legitimidad y la legalidad del gobierno. Es un acuerdo de Estado porque quiere sustentarse en el cuerpo constitucional formado por la Constitución y el Estatuto. Es un acuerdo de Estado porque no pone en duda que España como Estado constitucional es un Estado de derecho y democrático, con los problemas que afectan a todas las democracias, pero sin defectos estructurales ni de concepción.
Es un acuerdo de Estado que no quiere jugar a dos cartas: ser parte del Estado con todas las posibilidades y ventajas que ofrece y al mismo tiempo estar fuera. Criticar la Constitución española, afirmar que no basta con el Estatuto de Gernika, y pedir que soldados españoles se incorporen a los atuneros que faenan frente al cuerno de África, porque los atuneros, todos, también los vascos, son territorio nacional español y se puede aplicar la Ley de Defensa -del Estado español-.
En estas discusiones aparece siempre el término mágico: la transversalidad. El PSE ha arrinconado la transversalidad que tanto ha defendido en otros tiempos, se dice. Es preciso recuperar la idea de transversalidad, porque sólo un gobierno transversal puede representar el pluralismo y la complejidad de la sociedad vasca. Y lo dicen algunos que desconocían la existencia en el diccionario de la lengua española del término transversalidad, al menos hasta la desaparición del PNV del Gobierno vasco.
Es cierto que una sociedad plural y compleja como la vasca necesita un anclaje normativo e institucional transversal. Lo necesitan todas las sociedades modernas, porque ninguna de ellas es homogénea. Pero la transversalidad en la que se sustentan todas las sociedades modernas democráticas es la que queda definida en el pacto constituyente, en el acuerdo constitucional, en las normas básicas que regulan la institucionalización de esas mismas sociedades. Una vez alcanzado ese pacto transversal en las normas básicas, nadie reclama que los gobiernos deban ser transversales. Todo lo contrario: las llamadas grandes coaliciones son vistas como peligro para el buen funcionamiento democrático.
El lugar en el que en Euskadi también se define la transversalidad es en su norma básica, en el Estatuto de Gernika. Si no existe lealtad a esa transversalidad, ningún gobierno transversal puede sustituirlo. No sería más que mero parche. La transversalidad falla en la sociedad vasca no porque los gobiernos no sean transversales, sino porque algunos que acordaron el pacto estatutario han decidido, unilateralmente, que pueden prescindir de él y colocarse en otro territorio, no pactado, no transversal, no acordado, excluyente, estrictamente nacionalistas, sólo habitable por nacionalistas confesos.
No hay gobierno transversal que arregle esa huida del fundamento acordado transversalmente. Y no hay forma de responder al pluralismo y a la complejidad de la sociedad vasca, y a la memoria de las víctimas asesinadas por ETA en nombre de un proyecto político radicalmente nacionalista, que ser leal a esa transversalidad del pacto fundamental. Lo demás es querer engañarse a sí mismo.
sábado, 26 de septiembre de 2009
La cultura de un hombre y 180.000 incultos
Un hombre culto que defiende la cultura.
Y 180.000 en contra de la cultura. Son más pero no por eso tienen la razón.
http://www.prou.cat/
Y 180.000 en contra de la cultura. Son más pero no por eso tienen la razón.
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viernes, 25 de septiembre de 2009
Catalonia is not Spain?
La opinión de manuel Trallero.
Millet/ Marbella. Gil/El Palau. Es una ecuación imposible. Millet es y será “siempre uno de los nuestros” y Gil y Gil un simple sudado. Marbella está lejos y El Palau es uno de nuestros pilares, sentimentales como el Barça. Valencia pilla aquí al lado, pero por unos trajes más o menos tampoco vamos a hacer sangre. Y si no recuerden los trajes de la pobre Pilar Miró en el cielo esté. A las 10 se ha celebrado la Santa Misa con motivo del 52 aniversario del “Camp Nou” El gobierno de Catalunya elabora unos informes y sobre una muestra de 300 declina que el 19% son perfectamente inútiles. Hay uno sobre la supuesta afinidad de los articulistas de los principales medios de comunicación con el presidente Montilla. El gobierno de Catalunya no piensa hacerlo público. ¿Para qué? El Col.llegi de Periodistes protesta. Es enternecedor. Si llega a pasar en Madrid, la prensa de Barcelona monta la marimorena. Aquí ni siquiera vale la pena. La sodomía periodística forma parte de una de las prácticas sexuales más extendidas por estos pagos.
Se hacen públicos unos casos de espionaje en el seno de la junta directiva de Fútbol Club Barcelona. La misma entidad cuyo equipo de futbol lleva el anagrama de la UNICEF. Un ejemplo para los niños En Madrid se produjeron casos de espionaje, por lo visto, entre políticos del PP. Pero Madrid queda muy lejos.
Señoras y señores, por si no lo sabían esta es la “Barcelona connection”
Buenos días y mucha suerte. Cuídense de las señoras de Igualada y de las de Santander. El órden de los factores no altera el producto.
jueves, 24 de septiembre de 2009
Conocimiento
martes, 22 de septiembre de 2009
Nacionalismo y Estatut: el juego del trilero
Jesús Royo en La Voz Libre.
El nacionalismo ha logrado, por enésima vez, marcar el terreno de juego. Y ahí estamos todos jugando, inocentes, sin darnos cuenta de que sólo por jugar en su terreno, ellos ya han ganado. Hay que tener reflejos para no prestarse al juego del trilero: si no, estás perdido, te soplan la cartera sin que te enteres.
Ellos han marcado el terreno: se trata del eterno pleito de Cataluña contra España. Cataluña, laboriosamente, sin estridencias y llena de buena fe, redacta un nuevo Estatut de Autonomía. Lo somete al Parlamento de Madrid, confiando en la palabra de Zapatero: "Aceptaré el Estatut que Cataluña decida". Y las Cortes empiezan su "cepillado", que dijo Alfonso Guerra. Entendemos que empiezan a "cepillárselo". Duele, no es lo que Cataluña quería, pero en aras del pactismo para no romper el marco actual, lo aceptamos. Y el pueblo catalán lo vota -o el 30% de él, qué más da- y ya está ratificado. ¿Y ahora vamos a consentir que cuatro leguleyos recorten lo que el pueblo ha votado?
Está claro que, presentándolo así, en Cataluña no hay periodista, ni político, ni 'María Santísima' que pueda oponerse sin cargar con el sambenito de "anticatalán". A partir de ahí, los trileros han ganado. Todo lo que pase, tanto si el TC falla a favor como en contra de la constitucionalidad del Estatut, siempre será en su beneficio. Y aún diría que preferirían una sentencia negativa: ellos ya tienen preparada una respuesta "contundente". En este escenario, a ver quién es el guapo que dice lo más evidente, a mi entender: que el TC es el garante de nuestras libertades, que sus sentencias deben ser siempre celebradas -aunque no compartidas- por los demócratas, que intentar socavar su autoridad -como hacen tantos opinantes a diario y, oh vergüenza, Pujol y Maragall- es un atentado a la democracia, una bravuconada más propia de fascistas que de ciudadanos libres. Quien diga esto, que es el abecé de cualquier demócrata, en Cataluña pasa a ser traidor, renegado, anticatalán. Ellos han fijado el marco, ellos, los trileros, han decidido lo que debemos percibir.
La cosa es mucho más sencilla. El Estatut es una ley española, promulgada por las Cortes españolas para su vigencia en una parte del territorio español. Y como todas las leyes, puede -o debe- pasar el 'control de calidad' de su coherencia con la Constitución, que fue aprobada por el sujeto de la soberanía, el pueblo español. El Parlamento de Cataluña no promulga la ley: sólo tiene la iniciativa legislativa. Y el referéndum del pueblo catalán es un requisito que la eleva a categoría cuasi-constituyente, mayor que la de una ley orgánica. Pero no puede -ni debe, ni conviene- obviar el control de constitucionalidad. Precisamente, al integrarse en el 'cuerpo constitucional' debe ser coherente con él. Es un trámite que sólo le puede proporcionar mayor solidez.
El Estatut es ley y está vigente, no porque lo haya presentado el Parlament, que también, ni porque lo haya refrendado el pueblo catalán, que también, sino porque lo han aprobado las Cortes. Si el Estatut fuera una ley catalana o si se saltase el paso por el TC, no podría contar con la fuerza de la soberanía del pueblo. Del pueblo español, claro. No hay otro.
Esquizofrenia
Ángel de la Fuente en El Periódico de Catalunya.
El acuerdo de financiación regional alcanzado justo antes de vacaciones presenta tanto luces como sombras. El nuevo modelo no resuelve satisfactoriamente algunos de los problemas que exigieron la reforma del sistema todavía vigente y es todavía menos transparente que este, pero también introduce mejoras apreciables en el reparto inicial de recursos entre comunidades y en las reglas que gobiernan la evolución del sistema.
Comenzaré con las malas noticias. El nuevo sistema conserva un vicio fundamental de su antecesor: la ausencia de un criterio claro y objetivo de reparto de los recursos asignados a las administraciones regionales. O, si se prefiere, la falta de operatividad del mismo, tanto a corto como a largo plazo. El problema adopta la forma de una peculiar esquizofrenia. Tanto el nuevo acuerdo como el anterior establecen en principio fórmulas razonables de reparto en base a indicadores objetivos, pero ninguno de ellos garantiza el cumplimiento siquiera aproximado de las mismas ni a corto ni a largo plazo.
La manera de evadir la fórmula en el año inicial varía ligeramente en cada caso. En el acuerdo anterior se introducían prácticamente tantas excepciones a la fórmula de reparto como comunidades autónomas. En el nuevo, la asignación inicial se fija directamente y el Fondo de Suficiencia se ajusta de forma que todo sume a la cantidad deseada. En ambos casos el resultado es el mismo: se parte de una asignación inicial arbitraria, muy condicionada por el statu quo y no demasiado parecida a la que exigiría la fórmula.
Tampoco hay garantía alguna de que las cosas vayan a mejorar con el tiempo pues ninguno de los dos sistemas establece mecanismos para ir acercando gradualmente la distribución de la financiación al resultado de la fórmula. De hecho, la evolución del sistema dependerá en ambos casos de la suerte. Aquellas comunidades en las que las cosas vayan bien (en las que la renta per cápita crezca por encima de la media mientras que la población ajustada por edad lo hace por debajo) estarán cada vez mejor financiadas en relación con sus necesidades de gasto, mientras que al resto le sucederá lo contrario.
lunes, 21 de septiembre de 2009
jueves, 17 de septiembre de 2009
Castellano fácil
Carta de una lectora de El Periódico de Catalunya.
"Aprobado seguro", "imposible de fallar", "un auténtico regalo", "más fácil que el de catalán", era lo que se oía a la salida del examen de castellano de la selectividad en Barcelona. Como todos los años, en Catalunya el nivel de exigencia de la prueba de castellano ha sido mínimo. Y dentro de unos días, también como todos los años, la Generalitat enseñará las notas de castellano, artificialmente elevadas gracias al fácil carácter que le dan intencionadamente al examen con el fin de poder decir luego que no son necesarias más horas de castellano en las escuelas. ¿A quién pretenden engañar?
Victoria B. Martín
Barcelona
martes, 15 de septiembre de 2009
Nacionalistas: ¿dónde está la pelotita?
Jesús Royo en la Voz Libre.
Los trileros son esos maestros de la prestidigitación cuyo arte consiste en llevar tu vista y tu atención por donde les interesa. Dan unas cuantas vueltas a los botes y la bola, y al final te preguntan: "¿Dónde está la pelotita?" ¡Cómo que dónde está la pelotita! Pues está donde yo la he visto, evidentemente, en el bote -supongamos- número dos. Levantan el bote número dos y ahí no está, no hay nada.
¿Cómo puede ser, cómo puede ser? Pero ya es tarde, ya te han soplado tus buenos euros. La mayor parte de la gente abandonamos al primer picotazo: damos lo perdido a cambio de una lección de humildad y en honor de admiración al arte del trilero. Pero hay quien se ceba en el engaño, como el pajarillo hipnotizado por la serpiente, y no para hasta dejarse allí el último euro.
El nacionalismo no tiene nada que envidiar al 'trilerismo'. Los nacionalistas son maestros del trampantojo, saben proponer objetivos 'evidentes' que suelen concitar la aprobación de la gente -digamos- 'normal', no nacionalista. Hablo, por ejemplo, de Rubalcaba cuando dice que el que sea Cataluña una nación no es un enunciado, sino un hecho. Me viene a la memoria lo que dijo Xènius, cuando ya no era Xènius sino el escéptico y burlón Eugenio d'Ors: "Miren si Cataluña es una nación, que hace dos mil años que no lo es". Rubalcaba, pardillo, no te metas entre profesionales trileros, que te la colarán seguro. Luego te dirán dónde está la pelotita y descubrirás amargamente que te han soplado la cartera, que la cosa no iba de nación o no nación, sino de quedarse con lo tuyo. Lo mismo le pasó a Azaña, que logró hacer aprobar el Estatuto en la República y luego en Benicarló se lamentaba amargamente. Otro pardillo.
A lo que voy. Con lo del dictamen del Tribunal Constitucional nos la han vuelto a colar. En Cataluña el TC no aparece como la máxima garantía de nuestras libertades, las de la soberanía popular, las de la Constitución, sino como una amenaza, cuando no directamente como el enemigo de Cataluña. Se dice que una ley refrendada por el pueblo no la pueden modificar cuatro leguleyos. Se da por supuesto que la sentencia será contra Cataluña, una declaración de guerra en toda la regla, a la que habrá que responder 'con contundencia'. O, sibilinamente, se señala que una sentencia 'excesiva' podría dar alas al independentismo. -¿Y qué? ¡Como si el independentismo fuese delito!-.
Yo alucino. Este lenguaje es puro fascismo de camisas pardas. Y a ese festival se suman la mayoría de partidos y los tres presidentes vivos de la Generalitat. ¿Qué está pasando aquí? ¿Nos hemos vuelto todos locos? ¿No hay nadie que nos recuerde que el TC debe ser aceptado por todos, que es la máxima expresión de la democracia, que atacarlo es cargarse todo el edificio constitucional? ¿Se puede amenazar a un tribunal impunemente? Todos esperamos que las bravatas no afectarán a los magistrados y que el TC cumplirá con su cometido limpiamente, abstrayéndose a las presiones. Pero, ¿y si no se abstrae lo suficiente? ¿Y si suaviza, relativiza o modera los términos de la sentencia para no irritar a los políticos bravucones? Mejor no imaginárselo.
lunes, 14 de septiembre de 2009
domingo, 13 de septiembre de 2009
Arenys de Munt
José García Domínguez en Libertad Digital.
Quizá el peor malentendido histórico a propósito del catalanismo radica en conceder que su objetivo último sería la independencia. Sin embargo, nada más lejos de sus intenciones. Al contrario, lo que en verdad ansían los nacionalistas es seguir fantaseando a diario con la secesión, pero desde la certeza fáctica de que tal eventualidad no llegue a producirse jamás de los jamases.
Y es que la Ítaca de los independentistas no es la independencia, sino el propio independentismo en sí, esa compulsiva agitación permanente que tan rentable se ha revelado a lo largo del último cuarto de siglo. Por lo demás, nadie se engañe: lo suyo es el toreo de salón. De ahí el gran éxito de crítica y público que ha cosechado el referéndum-charlotada de Arenys de Munt, otro de esos triples mortales de boquilla tan caros a la aguerrida marinería de agua dulce que integra la escuadra de Mas, Duran, Puigcercós, Saura & Cía.
Como también de ahí esa desconcertante, obscena promiscuidad civil que, sin escándalo aparente de nadie, lleva a contemplar a Joan Laporta departiendo en alegre camaradería con Frederic Bentanachs, uno de los fundadores de Terra Lliure, convicto condenado a varios años de cárcel por la comisión de múltiples atentados criminales, algunos de ellos perpetrados en comandita con ETA. Pública connivencia moral entre el estabishment y los márgenes del lumpen político que igual se manifestó en la performance de Arenys de Munt, inopinada meca del seny por la que el domingo desfilaron multitud de representantes institucionales con tal de rendir pleitesía al alcalde que patrocinó el espectáculo.
En fin, radiantes y felices como niños con zapatos nuevos, acaban de descubrir un nuevo juguete: los referendos de la Señorita Pepis. Porque habrá más, muchos más; sobre todo, a medida que se acerquen los comicios domésticos de 2010. Puigcercós ya lo ha anunciado: el radicalismo vacuo de la Esquerra se aferrará a esos simulacros escénicos con tal de seguir disputándole a Convergència el espacio del sentimentalismo identitario. Una huida, otra, extramuros de la lealtad constitucional a la que tampoco será ajeno ese cadáver insepulto que se hace llamar Iniciativa per Catalunya.
No obstante, que vayan con mucho cuidado: el día menos pensado, el resto de España, harta de tanto circo, podría reconocerles la victoria.
sábado, 12 de septiembre de 2009
viernes, 11 de septiembre de 2009
Fracaso
Ángel de la Fuente en El Periódico de Catalunya
La Generalitat ha hecho públicos hace unos días los desalentadores resultados de una prueba de competencias básicas para alumnos de sexto de primaria. Uno de cada cuatro niños catalanes termina el primer ciclo educativo sin haber adquirido las competencias básicas de lengua y matemáticas que le permitirían afrontar la educación secundaria con un mínimo de garantías de éxito. Las tasas de fracaso, además, son significativamente más elevadas entre los colectivos más desfavorecidos. El ascensor social que debería ser la escuela simplemente no funciona.
Esto confirma uno de los resultados clave de la investigación reciente en la economía de la educación: que tanto las causas como los remedios del fracaso escolar han de buscarse en los primeros años de vida. El aprendizaje es un proceso acumulativo que comienza muy pronto, en el que cada cosa tiene su tiempo y los inputs familiares son cruciales. Los niños que no adquieren en su momento las herramientas básicas para seguir aprendiendo van acumulando déficits de competencias que difícilmente tienen remedio más adelante.
La implicaciones son claras: tenemos que cogerlos a tiempo. Si queremos tener alguna posibilidad de compensar los efectos de las desigualdades socioeconómicas de origen, una escolarización muy temprana y de calidad es imprescindible. También lo son la detección precoz de los problemas de aprendizaje y su corrección mediante los adecuados programas de refuerzo en la educación infantil y primaria.
Después ya es demasiado tarde en la mayoría de los casos. De hecho, algunas de las medidas que se adoptan en secundaria para salvaguardar la igualdad de oportunidades no solo no funcionan sino que terminan empeorando las cosas. La principal es el itinerario único. Mantener juntos en una única aula hasta los 16 años a estudiantes con niveles de preparación y motivación y planes inmediatos muy distintos no ayuda demasiado a los más atrasados y suele traducirse en un menor nivel de exigencia. Seguramente no hace falta separar a los alumnos por centros, pero convendría al menos separarlos por aulas durante parte de la jornada.
La Generalitat ha hecho públicos hace unos días los desalentadores resultados de una prueba de competencias básicas para alumnos de sexto de primaria. Uno de cada cuatro niños catalanes termina el primer ciclo educativo sin haber adquirido las competencias básicas de lengua y matemáticas que le permitirían afrontar la educación secundaria con un mínimo de garantías de éxito. Las tasas de fracaso, además, son significativamente más elevadas entre los colectivos más desfavorecidos. El ascensor social que debería ser la escuela simplemente no funciona.
Esto confirma uno de los resultados clave de la investigación reciente en la economía de la educación: que tanto las causas como los remedios del fracaso escolar han de buscarse en los primeros años de vida. El aprendizaje es un proceso acumulativo que comienza muy pronto, en el que cada cosa tiene su tiempo y los inputs familiares son cruciales. Los niños que no adquieren en su momento las herramientas básicas para seguir aprendiendo van acumulando déficits de competencias que difícilmente tienen remedio más adelante.
La implicaciones son claras: tenemos que cogerlos a tiempo. Si queremos tener alguna posibilidad de compensar los efectos de las desigualdades socioeconómicas de origen, una escolarización muy temprana y de calidad es imprescindible. También lo son la detección precoz de los problemas de aprendizaje y su corrección mediante los adecuados programas de refuerzo en la educación infantil y primaria.
Después ya es demasiado tarde en la mayoría de los casos. De hecho, algunas de las medidas que se adoptan en secundaria para salvaguardar la igualdad de oportunidades no solo no funcionan sino que terminan empeorando las cosas. La principal es el itinerario único. Mantener juntos en una única aula hasta los 16 años a estudiantes con niveles de preparación y motivación y planes inmediatos muy distintos no ayuda demasiado a los más atrasados y suele traducirse en un menor nivel de exigencia. Seguramente no hace falta separar a los alumnos por centros, pero convendría al menos separarlos por aulas durante parte de la jornada.
jueves, 10 de septiembre de 2009
miércoles, 9 de septiembre de 2009
Con la inmersión suspendemos en matemáticas
Jesús Royo en La Voz Libre.
El SEDEC ha encargado un estudio para controlar la eficacia de la inmersión en niños de siete años. Una especie de auditoría. Está claro que el SEDEC no es neutral: por eso, ese estudio no nos merece precisamente una confianza ciega.
Se comparan los resultados de los niños castellanohablantes educados en castellano (grupo A) con los niños de inmersión: castellanohablantes (grupo B) y catalanohablantes (grupo C). Obtienen respectivamente, como nota de castellano, 8, 7 y 7. De catalán: 5, 7 y 8. Y el SEDEC se felicita por los resultados y la labor realizada: valoración positiva.
Pero -y aquí es donde le duele- resulta que en matemáticas los puntos son 5, 4 y 5. O sea, los que tienen la escuela en su lengua aprueban y los que aprenden en una lengua no materna, suspenden. ¡Alto! Entre aprobar y suspender hay una diferencia cualitativa: significa ir a la universidad o quedarse en la calle, significa trabajar o ir a la cola del paro.
Yo lo encuentro desolador. Que el niño 'inmersionado' gane dos puntos en catalán no es ninguna sorpresa, es de lo que se trata. Pero que el precio sea perder un punto en castellano, su lengua, y otro punto en matemáticas, creo que debería hacer sonar la alarma. La propia lengua es nuestra mayor riqueza, es el puente más directo a la realidad, a la belleza y al saber. De la propia lengua hay que tener un conocimiento extenso e intenso, dominar todos sus recursos expresivos. La propia lengua ha de estar sólida y perfectamente instalada. Y las matemáticas: indican la aptitud para el pensamiento formal, la capacidad para plantearse los problemas y los procesos para resolverlos. O sea, la plena adaptación a la vida, la capacidad para anticiparse y dominar los acontecimientos.
A los inmigrantes nos han vendido la moto de que la inmersión era una garantía para encontrar trabajo en el futuro. Pero yo creo que, tal como pintan las cosas, la inmersión nos deja más desarmados que nunca. Los ‘inmersionados’ en su gran mayoría continuarán haciendo de basureros, albañiles y mujeres de la limpieza.
martes, 8 de septiembre de 2009
Bilingüismo efectivo y afectivo
Fernando Savater en El País.
En el bombardeo preventivo que está recibiendo el Tribunal Constitucional (y de paso el resto de la ciudadanía española) a costa de la demorada sentencia sobre el Estatut, se han oído cosas realmente estupefacientes. Por ejemplo, sobre un posible fallo restrictivo del modelo idiomático que se establece en dicha ley. Veamos: cuando se hizo público hace un año el llamado "Manifiesto por la lengua común", gran parte de las desaforadas críticas que recibió llegaron desde Cataluña. Se estaba creando un problema donde no existía, se ascendían algunos excesos puntuales a norma general, se atacaba al débil y se defendía al fuerte, etcétera. Con cierto asombro oímos a algunas personas que antes se quejaron -privadamente, eso sí- de maltrato institucional a los castellanohablantes proclamar que en Cataluña no había ninguna molestia a este respecto. Me recordaban un poco a esos manifestantes iraníes que protestaron por el supuesto fraude electoral para luego aparecer en la televisión del régimen diciendo que les habían engañado desde el extranjero...
Pues bien, hace pocos días el secretario de política lingüística de la Generalitat -Bernat Joan, de ERC- señaló los perjuicios que podría acarrear un pronunciamiento adverso del TC sobre lo que el Estatut dispone en este campo: "Una sentencia como la que se prevé podría crear un alud de gente que exigiera en los tribunales educación en castellano para sus hijos o que reclamara el derecho de poder funcionar en castellano en cualquier ámbito de la administración". Por tanto, concluyó, tal recorte sería "inaceptable e ilegítimo". De modo que sólo una legislación prohibitiva impide que muchos catalanes reivindiquen su derecho a usar el castellano en la educación o las relaciones institucionales... que por otra parte la Constitución les reconoce. Carecen de elección no por falta de ganas sino por falta de reconocimiento legal de su libertad: ¿no hay un conflicto aquí? ¿Será reaccionario el TC si dicta sentencia a favor de esa libertad conculcada? Conceder derechos puede ser progresista, siempre que no se trate del derecho a privar de sus derechos a otros...
Uno de los argumentos más empleados a favor de la inmersión lingüística en cualquiera de los idiomas autonómicos es que sin ella no se garantiza su dominio al mismo nivel que el castellano. Pues bien, sin duda el bilingüismo en esas autonomías es un objetivo deseable y encomiable (aún mejor sería que todos los españoles conociésemos, además de nuestra lengua común, nociones suficientes del resto de las oficiales) pero no constitucionalmente obligatorio. Ni educativamente prioritario. El bilingüismo perfecto es un raro don: lo normal es hacer la mayor parte de la vida en una lengua, aunque se conozca suficientemente otra... o quizá otras. Es un avance cultural y social que pueda vivirse normalmente también en euskera, gallego o catalán, pero nunca al precio de convertir a la lengua común de nuestro país en otra lengua extranjera, como el apetecido inglés. El pluralismo es sin duda un valor, pero la unidad política, laboral y cultural que garantiza una lengua común no lo es menos... ni tiene por qué oponerse a la diversidad optativa. Salvo que se condene lo que facilita la unidad a ser residuo soportado pero no bienvenido, una manía a erradicar en vez de instrumento indispensable de conjunción. En tal caso, no sólo el TC sino el resto de los ciudadanos supongo que tendremos algo que decir.
domingo, 6 de septiembre de 2009
sábado, 5 de septiembre de 2009
jueves, 3 de septiembre de 2009
España S.A.
Albert Boadella en su blog.
Mi mujer me dice: ¿No puedes publicar algo en sentido positivo? Tiene toda la razón, y lo voy a intentar. Hace tiempo que le voy dando vueltas a la posibilidad de encontrar una solución definitiva al llamado “problema catalán” en la misma línea que “El balcón de la cultura” cuyo desarrollo ya fue planteado en este blog el viernes 14/VIII
Llevamos más de un siglo arrastrando una rémora reaccionaria y nadie ha sido capaz de ponerle punto final. El delirio regional corresponde todavía a un enquistamiento de la España negra en pleno siglo XXI La cuestión sigue siendo la misma: O se largan o se quedan con cara sonriente, pero esa monserga diaria es mortífera por su enorme pesadez y sobretodo por el desgaste que supone para la cimentación de los temas esenciales de ámbito nacional.
Modestamente me atrevo a plantear una posibilidad de arreglo en la misma modalidad que se hizo en su día comprando territorios a los turcos de Palestina con el fin de establecer algunos asentamientos judíos, sufragados entonces, por el magnate Rothschild. Se trataría de introducir un concepto mercantil parecido en el conjunto de hectáreas que forman el territorio español y de esta forma el problema podría solucionarse mediante un precio de mercado.
Para llevar a término la componenda proyectada hay que dejar de lado los romanticismos históricos y otras martingalas que impiden una visión pragmática del tema. Imaginemos por un momento que pertenecemos a una sociedad que se llama España S.A. con cuarenta millones de accionistas cuyo último contrato fue firmado en asamblea mayoritaria de socios a través de la Constitución de 1978 Habitamos todos una finca de la que poseemos idéntica participación, por lo tanto, si una comunidad de propietarios desea finalizar unilateralmente el contrato y quedarse con una parte del terreno, solo es cuestión de negociar el precio del metro cuadrado, así como la penalización por ruptura de contrato. Si la suma que percibe el resto de propietarios de la sociedad es considerada suficientemente sustanciosa, nada impide que los compradores se queden con la parte de la hacienda acordada y además pongan una valla.
Cuando cada uno de los españoles vendedores ingresen un buen puñado de euros como resultado de la operación financiera, no duden que todos saltarán de alegría y les importará un comino que Cataluña finalmente siga haciendo lo mismo que hace ahora con la lengua u otros inventos folklóricos. El hecho que se autoproclame nación o imperio feudal independiente, será incluso celebrado con grandes fastos con tal que deje de darnos la lata.
Aquí, el único problema que plantea mi solución mercantil es si los catalanes estarán de acuerdo en conseguir finalmente su independencia a cambio de tener que soltar la pasta, aunque solo se trate de 50 euros por cabeza. Veremos si el patriotismo se impone al hecho diferencial que tantos chistes ha inspirado.
En el peor de los casos, probarlo no cuesta nada y es mucho más sensato que cualquier referéndum de auto determinación que, a fin de cuentas, significa la posibilidad de romper el contrato unilateralmente y escabullirse de la sociedad con una parte del botín de todos.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
El hombre libre
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