martes, 1 de junio de 2010
Identidades asesinas. (6)
Desde el comienzo de este libro vengo hablando de identidades asesinas, expresión que no me parece excesiva por cuanto que la concepción que denuncio, la que reduce la identidad a la pertenencia a una sola cosa, instala a los hombres en una actitud parcial, sectaria, intolerante, dominadora, a veces suicida, y los transforma a menudo en gentes que matan a sus partidarios de los que lo hacen. Su visión del mundo está por ello segada, distorsionada. Los que pertenecen a la misma comunidad son "los nuestros"; queremos ser solidarios con su destino, pero también podemos ser tiránicos con ellos: si los que consideramos "timoratos", los denunciamos, los aterrorizamos, los castigamos por "traidores" y "renegados". En cuanto a los otros, a los que están del otro lado de la línea, jamás intentamos ponernos en su lugar, nos cuidamos mucho de preguntarnos por la posibilidad de que, en tal o cual cuestión, no estén completamente equivocados, procuramos que no nos ablanden sus lamentos, sus sufrimientos, las injusticias de que han sido víctimas. Sólo cuenta el punto de vista de "los nuestros", que suele ser el de los más aguerridos de la comunidad, los más demagogos, los más airados.
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