martes, 30 de noviembre de 2010
Los mitos de la Historia de España. (58)
La crónica del franquismo es la crónica de una dictadura y un pueblo anónimo que sólo podía comunicarse con mitos: Franco, patriota que libró a España del comunismo y de la segunda guerra mundial; Franco, motor del desarrollo del país; Franco, escultor de la paz... La crónica del franquismo es la crónica de un nacionalismo histórico y providencialista que negó el patriotismo a media España. Hay ocasiones en que hacer la biografía de un tiranno y sus mitos puede enseñar a amar la libertad.
Los mitos de la Historia de España. (57)
Las palabras, los libros, pueden descansar abandonados en largas y oscuras filas de estantes, su aliento puede llenarse de polvo, conservarse no como un pensamiento, no como un espíritu, sino como un objeto muerto e inútil, como un simple libro que le hace preguntarse al lector, cuando por casualidad cae entre sus manos, si alguien lo habrá abierto jamás antes que él y si alguien lo cogerá jamás tras él, mientras el mundo exista. Un libro puede llegar a ser un cúmulo de páginas amarillas, un abanico de partículas de polvo, una urna de pensamientos muertos. Una estatua antigua en la vía pública es siempre una pregunta que un niño hacia a su padre -¿Quién es ese hombre a caballo?-. Una estatua antigua es siempre una imagen que envuelve una historia. La figura hechizada en la piedra contiene un relato oculto, un subsuelo en el que yacen los fantasmas de ayer, como un iceberg sumergido en el agua. En el pasado los monumentos se levantaban para mayor gloria de los reyes, de los generales, de los dicatdores... pero el porvenir dura mucho tiempo y, a veces, aquello que se erigió en honor de un tirano se convierte en memoria de la tiranía y de las víctimas de esa tiranía.
La estatua despierta la curiosidad del niño que pregunta en busca de un significado. Las palabras del padre la iluminaban con una pequeña historia. La estatua es como aquellos hombres de Fahrenheit 451 que en tiempos de oscuridad iban por los caminos y vías férreas abandonadas, vagabundos por el exterior bibliotecas en el interior, con un libro que querían recordar y salvar de la hoguera.
La estatua despierta la curiosidad del niño que pregunta en busca de un significado. Las palabras del padre la iluminaban con una pequeña historia. La estatua es como aquellos hombres de Fahrenheit 451 que en tiempos de oscuridad iban por los caminos y vías férreas abandonadas, vagabundos por el exterior bibliotecas en el interior, con un libro que querían recordar y salvar de la hoguera.
Los mitos de la Historia de España. (56)
Muchos murieron pensando que no habían dejado nada de sus ilusiones por el mundo, que les había faltado tiempo o fuerza o decisión o coraje para hacer realidad lo que soñaban. Muchos esperaron sin fin a que el dictador y su régimen se transformara en pasado, hsitoria. Muchos esperaron, esperaron, esperaron... Por esta razón, el día en que se retiró de El Ferrol la estatua de Franco, hubo quien dijo que aquello era un acto de justicia poética, como si desterrando la figura inmóvil del general se pudieran desagravar miles de vidas demasiado corroídas por una tristeza y un desencanto que ya no se puede extirpar; como si desgajar al dictador de la ciudad de su infancia sirviera de consuelo a los primeros muertos, aquellos muertos invisibles de la posguerra que andaban por un paisaje sin árboles, entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes de tierra que no cabía en el hoyo de donde se había sacado; como si decapitar una estatua pudiera devolver a aquella generación desarraigada de la que habla Blas de Otero, aquellos hijos de la ira, la luz prodigiosa de Antonio Machado o Max Aub, las rotas raíces de una cultura deshecha de exilios, de cárceles, de penas, de olvidos.
domingo, 28 de noviembre de 2010
Los mitos de la Historia de España. (55)
Hay veces en que los sueños de los perdedores, los deseos que parecían más imposibles, se cumplen. Quien aguarda sabe que la victoria es suya, dice Antonio Machado. De los resistentes es la última palabra, apostilla Albert Camus. Hay veces en que la historia es un relato contado por la voz transterrada de los vencidos, aunque quien perdió y se refugió en la espera haya muerto derrotado, no llegue a saberlo y tal vez ni siquiera le sirva de consuelo lo que dice el filósofo: que el porvenir es largo, y además no importa. En vida, los perdedores de la guerra civil tuvieron que exiliarse o sobrevivir a la oscuridad, el vacío y la soledad de un presente tallado en la mitología de los vencedores: réquiem por los caídos, sombríos cipreses, brazos en alto, escombros... Muchos cerraron los ojos al mundo imaginando una muerte a soñar en voz alta.
Los mitos de la Historia de España. (54)
Fue un objetivo central en la política del régimen de Franco mantener la división de España en dos Españas: la España de los vencedores y la España de los vencidos. Una España supuestamnete auténtica, la nacida de las cenizas de la guerra; y la anti España de la República, aquella que en palabras del general estaba poblada "de indeseables, los verdaderos criminales comunes de nuestra guerra, que después de ensangrentar el país con sus martirios se llevaron al extranjero el fruto de sus saqueos". Hoy, después de una transición y una democracia, la óptica es la misma, pero al revés, como si nos hubiéramos metido en el espejo que Lewis Carroll inventó para Alicia. Es un lugar común en el discurso de muchos políticos españoles que la guerra civil fue una lucha entre "fascistas" y "demócratas" La manipulación de la historia se repite y se olvida interesadamente que el odio podrido reventó tanto en Baadjoz como en Madrid; que la lucha incivil no era una lucha sola, sino muchas luchas enconadas en el corazón de España; que en la ruina de la República no sólo contribuyó "la agresión fascista" sino la ceguera sectaria y la incompetencia de una gran parte de la izquierda; que en el bando republicano no todos eran, ni mucho menos, demócratas ni defensores de la libertad...
Los mitos de la Historia de España. (53)
Fuera quien fuera el vencedor, la guerra, pensaba Azaña, terminaría para él con una derrota. La paz se había desprendido de España y con ella, el proyecto de toda una vida, su vida; y con ella, el aliento de toda una generación, su generación; y con ella el sueño de un país que, después de dos siglos de ausencia, estaba de nuevo presente en el mundo gracias a sus hombres de letras y de ciencia... el sueño de un país que ya no existía, que era pasado, ruinas... su país. El presidente de la República se sintió más que herido por la guerra. Tras la imagen impasible, digna, que mostraba en los mítines y en los actos ofciiales, estaba la deslalción, la desolación que bate en las entrañas como el relámpago. No era ya su fracaso de la República, el fracaso de España por entrar en la modernidad.
Los mitos de la Historia de España. (52)
La guerra civil, sin embargo, no fue una guerra en la que se enfrentaron dos Españas, no fue una guerra entre fanáticos de izquierda y derecha. La guerra civil no fue una, sino muchas guerras que se solaparon entre sí, exacerbando las amarguras y los desgarros individuales. El mito de dos Españas extremistas devorándose mutuamente proyecta al mundo la imagen de una lucha de fascistas contra comunistas, de católicos contra ateos, de separatistas contra centralsitas, de campesinos hambrientos contra terratenientes rapaces... pero tritura el matiz humano, el matiz que nos dice que los hombres y mujeres de las fotografías de aquellos años inciviles tienen nombres y apellidos, no son tipos ni ejemplos, ni siquiera habitantes perdidos de ese reino imaginario, la memoria. Traspasado de herrumbrosas lanzas y en traje de cañón, el mito de las dos Españas borra la singularidad absoluta de los seres humanos, y al borrar ese matiz distorsiona la realidad profunda de la guerra, la sepulta.
viernes, 26 de noviembre de 2010
Los mitos de la Historia de España. (51)
En 1919 Ortega y Gasset: "Hoy, sobre el horizonte de España, aparecen dos fantasmas: el de la revolución, agitado por unos, y el de la represión, sostenido por los del bando opuesto. ¿No habrá nada más que eso en el inmediato porvenir de España? ¿No se sabrá elegir un camino ancho y limpio?"
Para muchos españoles la Segunda República fue aquel camino ancho y limpio, un camino que se abría paso en 1931 sin ruido de armas ni derramamientos de sangre. El camino, rodeado desde el comienzo de una atmósfera de amenaza, duró seis años. En 1936, el estallido de la guerra civil destripó sus terrones de progreso y sembró en muchos intelectuales la convicción de que todo había sido un sueño -las obras fracasadas, los ilusorios planes de Azaña...-, de que arrancándose la carne a dentelladas los espñañoles cumplían un destino funesto, como los héroes de una tragedia griega, como esos dos individuos que pintó Goya enterrados hasta las rodillas y matándose a garrotazos.
Los mitos de la Historia de España. (50)
Tenía razón Ramón J. Sender: todas las guerras civiles están irremisiblemente perdidas. La de 1936 rseultó, además, tres veces perdida: primero en aquellos tres años de infierno jamás mitigados; luego en el exilio de quienes tuvieron que huir para salvar la cárcel o la miseria de quienes se quedaron; y, finalmente, durante muchos años, en la historia. Decía Francis Bacon que las nociones falsas se apoderan del entendimiento de los hombres con gran facilidad y suelen permanecer muy firmemente arraigadas, de modo que la verdad encuentra sólidas resistencias para abrirse paso. Francis Bacon escribía en el siglo XVII, pero sus palabras explican perfectamente lo que ha ocurrido en el siglo XX con le recuerdo de la guerra civil española.
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Los mitos de la Historia de España. (49)
Los grandes perdedores de la Transición no fueron como aún se escribe o se dice con adherencias de nostalgia, la Niña Bonita ni tampoco aquellos jóvenes de los sesenta que militaron en la resistencia antifranquista y estaban encuadrados en partidos cuyos programas anhelaban la revolución violenta y la dictadura del proletariado. La gran perdedora de la Transición fue la memoria. Entre la urna y la metralla terrorista, la senda hacia lal democracia se pavimentó sobre el olvido del pasado, de sus tragedias colectivas y personales, pero sobre todo se construyó sobre el olvido de la tradición liberal e ilustrada, aquella que había dado nervio ético e impulso cultural a la nación durante dos siglos. La gran perdedora de la Transición fue la España liberal del 31, cuyo latido quedó enterrado definitivamente en los cementerios de la historia. Franco la había triturado de exilios y penas durante su estancia en el poder y la democracia del 78 dejó que se secaran sus últimas raíces.
Los mitos de la Historia de España. (48)
La monarquía española es una institución de un solo cuerpo, profundamente humano, reacia a complicidades divinas que a la larga no tolera el pueblo. Ni el nacionalismo del siglo XIX, auténtica religión encubierta, lograría sacralizarla, fracasando en 1868 y 1931. De ahí que, la historia manifieste una profunda veta anticlerical y antimilitarista pero no antimonarquismo en sentido estricto. De ahí que en los años de la Transición, cuando la monarquía supo reconvertir su deuda franquista en crédito democrático, cuando el rey Juan Carlos hizo suya la ilusión republicana por las libertades y la modernidad y se dispuso, no a gobernar, sino a reinar -nada más- el carlismo y la esperanza republicana desaparecieron de la escena política, aliviando a la Corona de las amenazas que durante cien largos años habían gravitado sobre ella.
lunes, 15 de noviembre de 2010
Los mitos de la Historia de España. (47)
Antonio Machado cantaba a Líster, jefe de los ejércitos del Ebro:
Si mi pluma valiera tu pistola de capitán,
contenta moriría
Y en Burgos fascinado por las hazañas del héroe armado y guerrero, Manuel Machado laureaba el avance del general Franco:
Caudillo de la nueva Reconquista,
Señor de España, que en su fe renace,
sabe vencer y sonreír, y hace
campo de pan a la tierra de conquista.
Dos hermanos separados a uno y otro lado de la historia por una guerra civil en la que dos poetas hicieron, de la España del crimen y el desvelo, canto.
domingo, 14 de noviembre de 2010
Los mitos de la Historia de España. (46)
Desde el momento en que ETA colocó por delante de su reivindicación nacional, muchos curas vascos prefirieron suspender su juicio ético sobre las acciones terroristas. Lo hicieron en los años de la dictadura y lo han venido haciendo, cada vez en menor número, tras la muerte de Franco. Ante un "movimiento de liberación nacional" fueran cuales fueren sus procedimientos, no cabían respuestas condenatorias porque, como dice un eslogan perverso, que es, a la vez, grito y pintada: "El pueblo no perdonará." Mientras el dictador viviese no faltarían tampoco sectores de la población española que estuviesen dispuestos a cerrar sus ojos ante el terrorismo etarra. Pero quien justifica un asesinato se coloca en el plano inclinado de justificar muchos más y la Iglesia vasca que se acostumbró a convivir con el terrorismo y que fue aumentando su componente nacionalista en los primeros años de la transición, dejaría pasar el tiempo en una cadena de complicidades y silencios antes de situarse, con excepciones, enfrente de ETA.
Los mitos de la Historia de España. (45)
Las raíces del nacionalismo catalán no son republicanas ni liberales sino profundamente católicas y profundamente conservadoras. Las raíces están en la Renaixença, cuyos insignes representantes fueron muy del gusto de Menéndez Pelayo. Cataluña no era ni moderna ni antigua, era medieval, debía ser medieval, espíritu de honor, moral severa y fe sólida, según el ensueño de Milá y Fontanals. Cataluña era una nación esencialmente católica, como decía al estilo de su admirado Menéndez Pelayo el obispo Torras i Bages en "La tradición catalana": "A Cataluña la hizo Dios, no la hicieron los hombres." Cataluña debía aspirar a la representación corporativa mediante el sufragio de los cabezas de familia, por gremios y profesiones, a fin de acabar con el parlamentarismo que entregaba el gobierno a los charlatanes de oficio, de acuerdo con el espíritu de las "Bases de Manresa". Su solución, según Prat de la Riba, era la representación corporativa, el Estado federal en el interior y el imperialismo en el exterior, imperialismo como expansión cultural, política y económica de Cataluña a costa de las naciones menos cultas, a las que cabía imponer la civilización más desarrollada por mecanismos pacíficos o por la fuerza.
jueves, 11 de noviembre de 2010
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