Sol es una canción que encontramos en Balmoral, el último trabajo de Loquillo. Sol supone el reencuentro entre Loquillo y Sabino Méndez. Sabino fue "Troglodita" y también uno de los intelectuales que puso en marcha Ciutadans de Catalunya, el embrión de Ciutadans-Partido de la Ciudadanía.
martes, 31 de marzo de 2009
domingo, 29 de marzo de 2009
sábado, 28 de marzo de 2009
Despido (I)
Una opinión de Ángel de la Fuente, publicada en El Periódico de Catalunya.
En las últimas semanas hemos asistido a una agria controversia sobre la necesidad de una reforma del mercado laboral. Aunque se trata de un debate muy necesario, resulta desafortunado que la discusión se haya centrado casi exclusivamente en la reducción de los costes de despido. No es este el problema central de nuestro mercado de trabajo y tampoco es un buen punto de partida para un análisis en profundidad del tema.
Los costes de despido son un componente más del salario, entendido en sentido amplio como el coste unitario del trabajo. Si este componente del salario se reduce, otros tenderán a aumentar hasta que se restablezca el equilibrio entre el poder negociador de empresas y sindicatos. El ajuste, sin embargo, no sería inmediato y esto explica el interés de la patronal por la medida: en la situación actual, podría suponer un alivio rápido y significativo para las empresas que más lo necesitan, aunque seguramente también una aceleración a corto plazo de la destrucción de empleo. A largo plazo, sin embargo, la cuestión más relevante no es el coste medio del despido, sino la asimetría que existe entre distintos tipos de contratos laborales.
Que una parte de la remuneración de los asalariados tome la forma de las actuales indemnizaciones por despido tiene sentido porque permite a los trabajadores comprar una especie de seguro frente a la inestabilidad laboral. Cuando los costes de despido son elevados, las empresas se lo piensan más antes de despedir a sus trabajadores en períodos recesivos y, por lo tanto, la probabilidad de mantener el empleo en malos tiempos es mayor. O al menos lo será mientras los tiempos no sean demasiado malos. Cuando lo son en extremo, la imposibilidad de reducir plantillas a un coste razonable puede acabar de dar la puntilla a empresas que podrían haber sido viables, aumentando así la pérdida de puestos de trabajo.
Descontando tales situaciones extremas, la existencia de costes de despido tiende en principio a reducir la volatilidad del empleo, lo que seguramente es bueno desde un punto de vista social, y no parece que afecte demasiado a su nivel medio.
En las últimas semanas hemos asistido a una agria controversia sobre la necesidad de una reforma del mercado laboral. Aunque se trata de un debate muy necesario, resulta desafortunado que la discusión se haya centrado casi exclusivamente en la reducción de los costes de despido. No es este el problema central de nuestro mercado de trabajo y tampoco es un buen punto de partida para un análisis en profundidad del tema.
Los costes de despido son un componente más del salario, entendido en sentido amplio como el coste unitario del trabajo. Si este componente del salario se reduce, otros tenderán a aumentar hasta que se restablezca el equilibrio entre el poder negociador de empresas y sindicatos. El ajuste, sin embargo, no sería inmediato y esto explica el interés de la patronal por la medida: en la situación actual, podría suponer un alivio rápido y significativo para las empresas que más lo necesitan, aunque seguramente también una aceleración a corto plazo de la destrucción de empleo. A largo plazo, sin embargo, la cuestión más relevante no es el coste medio del despido, sino la asimetría que existe entre distintos tipos de contratos laborales.
Que una parte de la remuneración de los asalariados tome la forma de las actuales indemnizaciones por despido tiene sentido porque permite a los trabajadores comprar una especie de seguro frente a la inestabilidad laboral. Cuando los costes de despido son elevados, las empresas se lo piensan más antes de despedir a sus trabajadores en períodos recesivos y, por lo tanto, la probabilidad de mantener el empleo en malos tiempos es mayor. O al menos lo será mientras los tiempos no sean demasiado malos. Cuando lo son en extremo, la imposibilidad de reducir plantillas a un coste razonable puede acabar de dar la puntilla a empresas que podrían haber sido viables, aumentando así la pérdida de puestos de trabajo.
Descontando tales situaciones extremas, la existencia de costes de despido tiende en principio a reducir la volatilidad del empleo, lo que seguramente es bueno desde un punto de vista social, y no parece que afecte demasiado a su nivel medio.
lunes, 23 de marzo de 2009
jueves, 19 de marzo de 2009
lunes, 16 de marzo de 2009
Carlos Segarra y Los Rebeldes
Una columna de Loquillo, en El Periódico de Catalunya.
Verano del 77, el verano de Sam y de la explosión punk. En el tablón de anuncios de la tienda Gay & Company de la calle del Hospital de Barcelona hay uno que no tiene desperdicio: "Se buscan rockers para montar banda de rock and roll. Abstenerse hippies". Carlos Segarra es el único que responde. Hijo del barrio de Sants, 15 años, admirador de Litle Richard, Los Salvajes y Los Beatles en su etapa en Hamburgo. En poco tiempo, y gracias a Kaki, líder intelectual de los teddy-boys barceloneses, se patea locales como L'Angelot o Trabanqueta, donde canta versiones de los clásicos de ayer y hoy. Su aprendizaje coincide con la ascensión del movimiento rocker, que desplegó a finales de los años 70 su iconografía por las calles de Barcelona. En el 79 funda Los Rebeldes y en el 80, junto a Moisés Soroya y Aurelio Morata, crea la mítica formación con la que será conocido en todo el país. Telonean a Los Ramones y a Chuck Berry.
Su aparición en el legendario programa de televisión La edad de Oro rompe los esquemas a más de uno en plena movida madrileña. Durante los siguientes 30 años, Carlos Segarra se convierte en el santo y seña del rockabilly español. Su influencia se deja sentir en toda la piel de toro, clones de Rebeldes aparecen por todas partes... Doy fe.
Nunca tuvo el beneplácito de la critica sesuda. El legado tardofranquista de odio a todo lo que huela a cultura yanqui lo impidió. Eso y su éxito planetario, que hizo de Los Rebeldes ser pasto de radiofórmulas con canciones que han pasado a la memoria popular como Mediterráneo o Bajo la luz de la luna.
Abandonó Catalunya hace años, como tantos otros. Vive frente a su Mediterráneo, en un pequeño pueblo alicantino. Tras vender más de un millón de copias y con 14 discos en el mercado, el próximo día 28 grabará un directo con el sello independiente barcelonés Mitic Records en la sala Luz de Gas, rodeado de todo el rockerío patrio sin subvenciones ni apoyo institucional. Es considerado por la comunidad de guitarristas como un maestro: dicen que nadie toca como él. Lástima que los programadores del festival de guitarra de Barcelona vivan en la inopia.
Esto es rock and roll.
jueves, 12 de marzo de 2009
La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (y XIII)
Con la sesión de hoy acabo la serie dedicada al último libro de Jiménez Losantos. Un libro que explica como empezó a calar el virus nacionalista en nuestra Comunidad Autónoma.
Es lógico pensar que las razones aducidas por los responsables de la política educativa en este futuro "normalizador", verdadera puntilla del despojamiento absoluto material y espiritual de los españoles inmigrados, serán de una autoridad intelectual y moral incontrastables. Porque hace falta mucha autoridad moral, si se tiene la material o política, para planificar algo tan escalofriante como el que la mitad de los niños de una comunidad hayan de perder su lengua y su cultura si quieren aprender una carrera y prosperar socialmente. Lo seguro es que esta vez las razones son igualmente patrióticas, aunque la bandera haya cambiado. Así las expusieron en la TV catalana en un programa de supuesto debate, en la noche del 15 de septiembre pasado, con motivo de la presentación del citado decreto sobre la enseñanza del catalán por parte del Director General de Enseñanza de la Generalidad y dos "teóricos" más, que contentaban, más que contestar, las preguntas del periodista -conductor del programa-. Cómo habría concebido este último tal sospecha, no lo sé, pero el hecho es que planteó la cuestión de si pudiera darse, como algunos han hecho correr, algún "trauma" entre la población esolar de lengua materna castellana al cambiar de lengua de enseñanza y recibirla paulatinamente "en" catalán en su totalidad.
-¿Trauma? -respondió un invitado- No. Porque como será un idioma al que estarán habituados desde pequeños -la enseñanza primaria será en lengua materna ("sea castellano, gallego o árabe" dijeron, tal como suena) junto a clases de catalán y, progresivamente, clases en catalán- al llegar al bachillerato y a la universidad es un idioma que dominarán perfectamente. Por otra parte -añadió- más trauma sería que no llegaran a convertirse en ciudadanos catalanes, con todos los derechos y posibilidades...
¿Creerán que alguien terció en la charla para recordar que el mismo "trauma" es el que con tanta razón vienen denunciando los educadores catalanes, por el que la mitad de los niños de Cataluña se veían obligados no sólo a perder su lengua propia sino a situarse en grave desventaja con respecto a los que dominaban mejor la lengua del profesor? Pues no. Se ve que hay niños con derecho a trauma y otros, más pobres pero más curtidos, que por su inferior condición social y cultural quedarán más que agradecidos por irles "adeprendiendo" la lengua que, graciosamente, les proporcionará una cultura con la que nunca pudieron soñar. ¡Qué suerte!
martes, 10 de marzo de 2009
La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (XII)
Hoy Losantos sigue escribiendo sobre Jesús Royo.
Tras este intercambio postal Jesús Royo había descubierto la mitad de la verdad: que dentro de los muros de la Generalidad escribir una nota en castellano, simplemente, está prohibido. Le faltaba por conocer la otra mitad: que para las gentes cómo él, heresiarcas frente a la religión tribal, no sólo está prohibido escribir en castellano, sino también en catalán.
De esto último se enteraría al buscar editor para su ensayo "Arguments per al bilingüisme", para muchos la mejor reflexión teórica sobre el problema de las lenguas en Cataluña. Así, una vez elaborado el libro, más de cincuenta editoriales de Barcelona recibieron el manuscrito para someter a su consideración la posibilidad de publicarlo. Las respuestas que recibiría de ellas el autor serían cualquier cosa menos sorprendentes.
A los editores el original les había parecido un trabajo magnífico. En consecuencia, tras felictarlo efusivamente todos le manifestaban que estarían encantados de verlo publicado... en cualquier otro sitio. "El trabajo es muy interesante, espero que pronto podrá editarlo otra editorial" (Grijalbo Mondadori). "Un valiente soplo de aire fresco en una atmósfera cargada de servilismo y cobardía generales" (Vívora Comix). "El tema es importante y la mayoría de ciudadanos de Cataluña están de acuerdo con el planteamiento que usted hace" (Reverte). "Nos ha llamado mucho la atención por su calidad" (Obelisco). "Una obra interesante y bien argumentada" (Edhasa).
En fin, Jesús Royo tenía sobrados motivos para estar satisfecho. Al menos, ninguno de aquellos cincuenta editores avisó a los Mossos d´Esquadra tras leer el texto, que es lo que hizo la dirección de supartido, el PSC, cuando en 1996 intentó distribuir una edición artesanal de su obra entre los militantes que participaban en el congreso de esa formación en Hospitalet del Llobregat. De este modo, gracias a la intervención de la fuerza pública, el eterno alcalde extremeño de Hospitalet Celestino Corbacho, la onubense Manuela de Madre y el cordobés José Montilla, tres dirigentes socialistas que se expresan habitualmente en "catañol", la jerga del extrarradio de Barcelona que practican los que no dominan ninguno de los dos idiomas, lograron impedir que un catedrático de catalán les explicara que hasta ellos tenían derecho a la dignidad
Tras este intercambio postal Jesús Royo había descubierto la mitad de la verdad: que dentro de los muros de la Generalidad escribir una nota en castellano, simplemente, está prohibido. Le faltaba por conocer la otra mitad: que para las gentes cómo él, heresiarcas frente a la religión tribal, no sólo está prohibido escribir en castellano, sino también en catalán.
De esto último se enteraría al buscar editor para su ensayo "Arguments per al bilingüisme", para muchos la mejor reflexión teórica sobre el problema de las lenguas en Cataluña. Así, una vez elaborado el libro, más de cincuenta editoriales de Barcelona recibieron el manuscrito para someter a su consideración la posibilidad de publicarlo. Las respuestas que recibiría de ellas el autor serían cualquier cosa menos sorprendentes.
A los editores el original les había parecido un trabajo magnífico. En consecuencia, tras felictarlo efusivamente todos le manifestaban que estarían encantados de verlo publicado... en cualquier otro sitio. "El trabajo es muy interesante, espero que pronto podrá editarlo otra editorial" (Grijalbo Mondadori). "Un valiente soplo de aire fresco en una atmósfera cargada de servilismo y cobardía generales" (Vívora Comix). "El tema es importante y la mayoría de ciudadanos de Cataluña están de acuerdo con el planteamiento que usted hace" (Reverte). "Nos ha llamado mucho la atención por su calidad" (Obelisco). "Una obra interesante y bien argumentada" (Edhasa).
En fin, Jesús Royo tenía sobrados motivos para estar satisfecho. Al menos, ninguno de aquellos cincuenta editores avisó a los Mossos d´Esquadra tras leer el texto, que es lo que hizo la dirección de supartido, el PSC, cuando en 1996 intentó distribuir una edición artesanal de su obra entre los militantes que participaban en el congreso de esa formación en Hospitalet del Llobregat. De este modo, gracias a la intervención de la fuerza pública, el eterno alcalde extremeño de Hospitalet Celestino Corbacho, la onubense Manuela de Madre y el cordobés José Montilla, tres dirigentes socialistas que se expresan habitualmente en "catañol", la jerga del extrarradio de Barcelona que practican los que no dominan ninguno de los dos idiomas, lograron impedir que un catedrático de catalán les explicara que hasta ellos tenían derecho a la dignidad
domingo, 8 de marzo de 2009
sábado, 7 de marzo de 2009
La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (XI)
Hoy Losantos escribe sobre Jesús Royo.
Jesús Royo Arpón es catedrático de Lengua y Literatura Catalana desde hace más de tres décadas. Como tantas otras veces a lo largo de su carrera docente, al profesor Royo le tocó en suerte cargar con la instrucción de un expediente disciplinario a un alumno que había faltado al rspeto a una profesora. Pero esa vez eligió redactar su informe en castellano. "Lo hice en castellano: no voy a explicar el motivo -dijo él mismo-, sencillamente porque no creo que nadie tenga que justificarse por hablar en una lengua oficial. Lo hice en castellano porque sí. La Junta Directiva no me lo aceptó...". Así empezó esta asombrosa "novela ejemplar" sobre la anormalización.
Respuesta de la Junta:
Estimado Jesús:
Me hago con tu informe de la instrucción de J.B. que me hiciste llegar justo antes del inicio de la reunión de la Comisión de Convivencia del Consejo escolar, el pasado martes, 27 de Octubre.
Al empezar a leerlo me extrañó que estuviera en castellano ya que el catedrático de lengua y literatura catalana es rigurosamente competente en lengua catalana. Por otro lado, la lengua vehicular del centro es el catalán y nos gustaría que todos aquellos componentes de la comunidad educativa que son competentes en catalán realizaran sus actividades académicas y extraescolares en catalán. Por tanto, te agradeceríamos que nos hicieras llegar el informe de la instrucción en lengua catalana.
Muy cordialmente,
Josep
Respuesta a la Junta:
Apreciado Josep:
Lamento que por mi culpa se haya creado un pequeño conflicto con relación a la lengua en que se ha hecho mi informe. Como ves, te escribo en catalán, renunciando -¡una vez más!- a mi derecho. Pero, si se trata de no escandalizarse, cedo, no pasa nada.
¿Por qué opté por hacer el informe en castellano? La verdad es que no tendría por qué justificarme. El castellano es la lengua oficial de Cataluña, es mi lengua materna, y la lengua de la mitad de los catalanes (75 por ciento de los chicos de Mataró). Más bien deberíais ser vosotros quienes tendríais que justificar por qué no aceptais con total normalidad un informe en castellano. Pero te lo voy a decir: en una reunión del Foro Babel -del que soy miembro fundador- con los dirigentes de EUiA (Esquerra Unida i Alternativa), uno de ellos mantenía que cada cual es totalmente libre de impartir clases u otras actividades académicas en castellano. Yo le aseguré que al día siguiente tenía que presentar un informe, y le prometí que lo redactaría en castellano, a ver qué pasaba. El resultado está a la vista.
Para mí, la conclusión está clara: el castellano no se puede utilizar con normalidad en el instituto. Sólo es tolerado en una conversación espontánea, no reglamentada, o como una conducta por defecto. Si no eres competente en catalán. ¡Cómo si hablar en castellano fuera una anomalía, una deficiencia o una anormalidad! Exactamente igual que hace cien años, cuando se toleraba el uso del catalán nada más a quien no dominase el castellano.
La verdad, me siento un poco desencantado. Yo que he luchado toda la vida para que en Cataluña todos tengan los mismos derechos, todos puedan hablarse en su lengua y entendernos todos en las dos lenguas, ahora resulta que estamos allí mismo, con una lengua obligatoria y otra lengua prohibida. Hemos cambiado la lengua, pero no el escenario: continuamos haciendo la misma comedia.
Para mí, el derecho al catalán no pasa por la prohibición del castellano. Más bien todo lo contrario: el derecho al catalán es un caso particular del derecho a la lengua. Por lo tanto, quien prohiba el uso del castellano se está cargando también el derecho al catalán. ¡Cuidado!
Pero, además, estoy seguro de que este derecho es perfectamente legal: es decir, que os habeis pasado de rosca en vuestra interpretación de "lengua vehicular". Que sois más papistas que el Papa, en fin. Lo dicen muy claro desde el Estatuto ("La Generalidad garantizará el uso en pie de igualdad de las dos lenguas") hasta la Ley del Catalán, según la cual cualquier ciudadano puede dirigirse a la Administración en la lengua oficial que prefiera. Sobre esto, quiero hacer una consulta al Síndic de Greuges: ya os enviaré la respuesta.
Un abrazo,
Jesús
Losantos sigue explicando las aventuras de Royo. Os resumo. Se pone en contacto con los que por entonces eran el Síndic de Greuges y el Defensor del Pueblo, Cañellas y Álvarez de Miranda respectivamente...El intercambio de misivas es muy interesante y el resultado la Catalunya que tenemos hoy en día.
Jesús Royo Arpón es catedrático de Lengua y Literatura Catalana desde hace más de tres décadas. Como tantas otras veces a lo largo de su carrera docente, al profesor Royo le tocó en suerte cargar con la instrucción de un expediente disciplinario a un alumno que había faltado al rspeto a una profesora. Pero esa vez eligió redactar su informe en castellano. "Lo hice en castellano: no voy a explicar el motivo -dijo él mismo-, sencillamente porque no creo que nadie tenga que justificarse por hablar en una lengua oficial. Lo hice en castellano porque sí. La Junta Directiva no me lo aceptó...". Así empezó esta asombrosa "novela ejemplar" sobre la anormalización.
Respuesta de la Junta:
Estimado Jesús:
Me hago con tu informe de la instrucción de J.B. que me hiciste llegar justo antes del inicio de la reunión de la Comisión de Convivencia del Consejo escolar, el pasado martes, 27 de Octubre.
Al empezar a leerlo me extrañó que estuviera en castellano ya que el catedrático de lengua y literatura catalana es rigurosamente competente en lengua catalana. Por otro lado, la lengua vehicular del centro es el catalán y nos gustaría que todos aquellos componentes de la comunidad educativa que son competentes en catalán realizaran sus actividades académicas y extraescolares en catalán. Por tanto, te agradeceríamos que nos hicieras llegar el informe de la instrucción en lengua catalana.
Muy cordialmente,
Josep
Respuesta a la Junta:
Apreciado Josep:
Lamento que por mi culpa se haya creado un pequeño conflicto con relación a la lengua en que se ha hecho mi informe. Como ves, te escribo en catalán, renunciando -¡una vez más!- a mi derecho. Pero, si se trata de no escandalizarse, cedo, no pasa nada.
¿Por qué opté por hacer el informe en castellano? La verdad es que no tendría por qué justificarme. El castellano es la lengua oficial de Cataluña, es mi lengua materna, y la lengua de la mitad de los catalanes (75 por ciento de los chicos de Mataró). Más bien deberíais ser vosotros quienes tendríais que justificar por qué no aceptais con total normalidad un informe en castellano. Pero te lo voy a decir: en una reunión del Foro Babel -del que soy miembro fundador- con los dirigentes de EUiA (Esquerra Unida i Alternativa), uno de ellos mantenía que cada cual es totalmente libre de impartir clases u otras actividades académicas en castellano. Yo le aseguré que al día siguiente tenía que presentar un informe, y le prometí que lo redactaría en castellano, a ver qué pasaba. El resultado está a la vista.
Para mí, la conclusión está clara: el castellano no se puede utilizar con normalidad en el instituto. Sólo es tolerado en una conversación espontánea, no reglamentada, o como una conducta por defecto. Si no eres competente en catalán. ¡Cómo si hablar en castellano fuera una anomalía, una deficiencia o una anormalidad! Exactamente igual que hace cien años, cuando se toleraba el uso del catalán nada más a quien no dominase el castellano.
La verdad, me siento un poco desencantado. Yo que he luchado toda la vida para que en Cataluña todos tengan los mismos derechos, todos puedan hablarse en su lengua y entendernos todos en las dos lenguas, ahora resulta que estamos allí mismo, con una lengua obligatoria y otra lengua prohibida. Hemos cambiado la lengua, pero no el escenario: continuamos haciendo la misma comedia.
Para mí, el derecho al catalán no pasa por la prohibición del castellano. Más bien todo lo contrario: el derecho al catalán es un caso particular del derecho a la lengua. Por lo tanto, quien prohiba el uso del castellano se está cargando también el derecho al catalán. ¡Cuidado!
Pero, además, estoy seguro de que este derecho es perfectamente legal: es decir, que os habeis pasado de rosca en vuestra interpretación de "lengua vehicular". Que sois más papistas que el Papa, en fin. Lo dicen muy claro desde el Estatuto ("La Generalidad garantizará el uso en pie de igualdad de las dos lenguas") hasta la Ley del Catalán, según la cual cualquier ciudadano puede dirigirse a la Administración en la lengua oficial que prefiera. Sobre esto, quiero hacer una consulta al Síndic de Greuges: ya os enviaré la respuesta.
Un abrazo,
Jesús
Losantos sigue explicando las aventuras de Royo. Os resumo. Se pone en contacto con los que por entonces eran el Síndic de Greuges y el Defensor del Pueblo, Cañellas y Álvarez de Miranda respectivamente...El intercambio de misivas es muy interesante y el resultado la Catalunya que tenemos hoy en día.
viernes, 6 de marzo de 2009
La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (X).
Hoy os invito a leer un trozo más largo de lo habitual del libro de Losantos. Un poco largo pero sumamente interesante.
Y es que "Em dic Paco" es el muy inverosímil título de una novelita que el Servicio de Enseñanza del Catalán de la Consejería de Educación "recomienda" cada año para que sea leída y "trabajada" en todos los institutos de enseñanza secundaria de Cataluña.
El héroe positivo de la historia de Paco es un adolescente de padres andaluces nacido en Ciudad Badía, uno de tantos municipios del cinturón indiustrial de Barcelona poblado por castellanohablantes. El de Paco es un drama shakesperiano: ya en la primera página el lector es avisado de que un letal ácido metafísico corroía sus entrañas desde la más tierna infancia: Paco tenía "sed de ser". Sed, sí, porque en los recurrentes viajes veraniegos a Cañete de las Torres, el pueblo de la provincia de Córdoba -muy próximo a Iznájar, por cierto- donde nacieron sus padres, Paco veía que él no era andaluz, como ellos y su hermano mayor, un lerdo llamado Manolo. Sin embargo, en su fuero interno algo le decía a Paco que su catalanidad resultaba, por incompleta, deficiente.
Tras este comienzo, el lector puede temer que el fatal desajuste identitario sólo terminará cuando el chaval se tumbe en el diván de algún psicoanalista argentino o uruguayo, pero que haya obtenido el preceptivo Nivel C de catalán. Y es que sólo un entorno muy sensibilizado por la angustiosa necesidad que sufría Paco de dotarse de una personalidad genuinamente catalana podría salvarlo del vacío existencial. Ese entorno lo acogerá cuando por primera vez en su vida salga del barrio para cursar el bachillerato en la capital de la comarca. Sabadell, sí, tan cerca y tan distinto, será el nuevo mundo en el que Paco abrazará, al fin, su verdadera identidad. Un propósito que logrará gracias al auxulio impagable del profesor de catalán del instituto:
"Cada nueva palabra adquirida y usada le ayudaba a que desapareciese una antigua niebla y hacía crecer una nueva raíz...Ahora ya sabía quién era, qué era, de dónde era. Él era...como ellos, normal como ellos...Entre los catalanes normales pasaba por un catalán normal".
¿Lo era? No. tras el éxtasis cotidiano de asistir a clase en un instituto catalanista de Sabadell, Paco no tenía más remedio que volver al sórdido hogar paterno. Terrible martirio, dado que allí se veía obligado a ocultar ante su progenitor, un individuo aún más primario que su hermano Manolo, que su lengua propia, la única, había pasado a ser el catalán.
"Estaba cansado de sus padres... eran cerrados, muy cerrados, a la suya, siempre a la suya, cabezotas anticuados... Le hubiera gustado tener unos padres como los de Marta..., distinguidos, con un talante mucho más abierto que el de los suyos".
Marta, sí, criatura de acreditada y distinguida catalanidad, es el regalo de los dioses a Paco en forma de compañera de pupitre. Con Marta, Paco no sólo descubrirá el sexo, sino algo más excitante: el amor ciego a Cataluña. Será ella -Marta, no Cataluña- quien lo introduzca en la lucha militante para lograr la independencia de los Países Catalanes. Además, gracias a Marta, entablará amistad con Dani, que se constituirá en el compañero inseparable con quien acudir a las manifestaciones en solidaridad con los separatistas detenidos por la Policía Nacional (que no por los Mossos). El mismo Dani que, después, lo escoltará en los lanzamientos de cócteles Molotov, cuando los tres jóvenes se integren en una banda terrorista que compagina el combate por la ruptura definitiva de España con la defensa de un modelo catalán de desarrollo sostenible.
Al fin tras varias arriesgadísimas acciones de comando contra una promotora inmobiliaria que pretendía edificar una urbanización en medio de un bosque de flora autóctona, Paco concluye su epopeya iniciática sabiéndose, de una vez por todas, catalán de pura cepa, libre de aquella sed que lo torturó desde la cuna. Al final del viaje a Ítaca, o sea, a Sabadell, será ya Francesc, un catalán "como ellos, normal como ellos".
Porque ésa, la nacionalsita y antiespañola, es la única y real "normalización".
Uno de los más distinguidos intelectuales catalanes, criado en la izquierda y proclive, por tanto a caerse del guindo demasiado tarde, me escribía recientemente a propósito de Paco y su circunstancia:
"¿Cómo definir todo ese estado de cosas? ¿Cómo llamar a un sistema en el que todos los partidos son el mismo partido, porque todos comparten idéntico programa máximo? ¿Cómo bautizar a un régimen así, que construye la memoria colectiva proscribiendo sistemáticamente del recuerdo a las individualidades que abjuraron de su canon identitario? ¿Cómo referirse a un poder que ni suprime las elecciones, ni tortura, ni asesina, pero que cada día se propone con todos los recursos a su alcance colonizar las conciencias de la gente? ¿Con qué término describir un mundo como el de la Cataluña de los últimos treinta años, un lugar donde todos los periodistas, sin excepción, se ponen de pie para aplaudir a los políticos al concluir las sesiones parlamentarias importantes? (se refiere al nuevo Estatuto de Cataluña) ¿Cómo verbalizar de modo sinético la miseria civil de una comunidad que compite por proclamar persona "non grata" a su mayor artista escénico, Albert Boadella, un hombre que pagó con la cárcel por defender sus libertades cuando estaban proscritas? ¿Con qué expresión aprehender el estado moral de una sociedad en la que se puede manipular, tergiversar, censurar y acallar hasta la voz de su más ilustre compatriota el Presidente Tarradellas, aún vivo, sin que nadie reaccione ni proteste?"
Pero él mismo se contesta con otra historia:
"Ningún periódico catalán ha querido malgastar una gota de tinta explicando la pequeña historia de José Cabezas March, el ex conductor del coche oficial del consejero de Educación Joan Maria Pujals. Cabezas se vería degradado a simple conserje tras descubrir el hombre que transportaba en el asiento de atrás que había osado denunciar -inútilmente- al colegio público Reyes Católicos por negarse a escolarizar en castellano a su hijo de cuatro años. La pequeña historia borrada del ex conductor Cabezas, simple crónica administrativa de la bajeza humana encierra la metáfora más esclarecedora sobre la Cataluña actual que quepa imaginar. Y por ello condenada al olvido."
Todo es empeorable. Pero el olvido casi nunca triunfa del todo.
martes, 3 de marzo de 2009
La cabeza en la cabeza.
Mientras los españoles tenemos en la cabeza llegar a final de mes. ¿Qué tiene en la cabeza Zapatero?
domingo, 1 de marzo de 2009
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