lunes, 16 de marzo de 2009

Carlos Segarra y Los Rebeldes


Una columna de Loquillo, en El Periódico de Catalunya.


Verano del 77, el verano de Sam y de la explosión punk. En el tablón de anuncios de la tienda Gay & Company de la calle del Hospital de Barcelona hay uno que no tiene desperdicio: "Se buscan rockers para montar banda de rock and roll. Abstenerse hippies". Carlos Segarra es el único que responde. Hijo del barrio de Sants, 15 años, admirador de Litle Richard, Los Salvajes y Los Beatles en su etapa en Hamburgo. En poco tiempo, y gracias a Kaki, líder intelectual de los teddy-boys barceloneses, se patea locales como L'Angelot o Trabanqueta, donde canta versiones de los clásicos de ayer y hoy. Su aprendizaje coincide con la ascensión del movimiento rocker, que desplegó a finales de los años 70 su iconografía por las calles de Barcelona. En el 79 funda Los Rebeldes y en el 80, junto a Moisés Soroya y Aurelio Morata, crea la mítica formación con la que será conocido en todo el país. Telonean a Los Ramones y a Chuck Berry.
Su aparición en el legendario programa de televisión La edad de Oro rompe los esquemas a más de uno en plena movida madrileña. Durante los siguientes 30 años, Carlos Segarra se convierte en el santo y seña del rockabilly español. Su influencia se deja sentir en toda la piel de toro, clones de Rebeldes aparecen por todas partes... Doy fe.
Nunca tuvo el beneplácito de la critica sesuda. El legado tardofranquista de odio a todo lo que huela a cultura yanqui lo impidió. Eso y su éxito planetario, que hizo de Los Rebeldes ser pasto de radiofórmulas con canciones que han pasado a la memoria popular como Mediterráneo o Bajo la luz de la luna.
Abandonó Catalunya hace años, como tantos otros. Vive frente a su Mediterráneo, en un pequeño pueblo alicantino. Tras vender más de un millón de copias y con 14 discos en el mercado, el próximo día 28 grabará un directo con el sello independiente barcelonés Mitic Records en la sala Luz de Gas, rodeado de todo el rockerío patrio sin subvenciones ni apoyo institucional. Es considerado por la comunidad de guitarristas como un maestro: dicen que nadie toca como él. Lástima que los programadores del festival de guitarra de Barcelona vivan en la inopia.
Esto es rock and roll.

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