Un artículo de Álex Salmon, director de El Mundo en Catalunya
Lo he oído en más de una ocasión. Las argumentaciones de uno suenan en el otro como imposibles. Viene al caso sobre la comparecencia en el Parlament del diputado de Ciutadans (para unos siempre Grupo Mixto aunque esté formado en su totalidad de personas de Ciutadans) Antonio Robles, ante el conseller de Educació, Ernest Maragall. El ex profesor de instituto hasta hace muy poco intentaba explicarle al siempre político la realidad según sus ojos, que pueden no ser los mismos que los del conseller.
Ante el resumen presentado por Robles sobre las aulas de acogida, Maragall le respondía con la típica cara de asombro de los que no quieren ver más allá de sus ojos. Decía el Honorable conseller que el país que Robles explicaba no era el suyo. Trillo aquí diría «manda huevos», pero como se trata de una grosería mejor la omitimos y reflexionamos sobre la cuestión.
Para hacerlo me acojo a las mismas palabras de Antonio Robles que fueron sabias, llenas de pedagogía, cierto cinismo y templanza.El diputado de Ciutadans le vino a decir que él entendía su sorpresa, era consciente de todo el mensaje del socialista y de cómo lo argumentaba. «El problema, señor Maragall, es que usted no entiende que yo exista». O lo que es lo mismo: no es computable (la informática es sabia) un individuo como Robles. No es asumible. Se explica diciendo que, por ejemplo, un diputado que esté por dar libros en castellano en estas aulas a niños ecuatorianos, aunque de esta forma vayan a encontrar mayor acogida en el país que, al principio, les es extraño, suena muy mal.
Dicho esto, la respuesta es la de siempre: «¿Es que ustedes siempre están con la obsesión de la lengua?». Es cierto. Le deberíamos dar la razón al señor Maragall. Por eso, últimamente me pregunto cómo se lucha contra una obsesión. En este caso no me refiero a la del señor Robles, sino a la de los muchos señores Maragall que redactan unos protocolos para los profesores que trabajan en las aulas de acogida donde el catalán es más importante que la limpieza de los lavabos o que las calorías de las comidas sean sanas.
¿Cómo se actúa desde el bilingüismo para buscar razones frente a las evidentes obsesiones por la lengua? Los diputados nacionalistas y del tripartito decidieron con la llegada de Ciutadans evidenciar que la obsesión de la lengua estaba en la cabeza de éstos. La reflexión es ¿cómo debe ser llamado el padre que se ofusca con los malos resultados de las notas de su hijo e insiste para que mejore?, o ¿cómo debe ser tratado el que se obceca porque su compañero de trabajo, por ejemplo, deje de fumar?
No estoy comparando situaciones negativas de nuestra sociedad con enfermedades crónicas, aunque es evidente que la inmersión o las sanciones lingüísticas son ejemplos negativos de nuestra sociedad, pero son en estas situaciones donde se refleja de forma clara el método de luchar contra una obsesión y como éste puede ser percibido como otra obsesión más, en este caso positiva.
Ernest Maragall acusa a Antonio Robles de siempre hacer el mismo discurso. Claro. Es la respuesta a otro discurso idéntico. La diferencia es que Robles entiende el rechazo o la ignominia que le produce su persona a Maragall y el conseller ni se la ha planteado.Esa es la diferencia.
Decir que Robles no conoce la escuela es como decir que el conseller Maragall se olvidó de la poesía de su abuelo. El diputado, antes de pisar la moqueta frondosa del Parlament hace dos años, vivía entre pupitres. El conocimiento del de Ciutadans sobre la escuela debe pesar en la política catalana como una fuente de información de primera línea.
Pero, seamos concretos. A lo que el diputado se refería en su crítica a «las guías de acogida lingüística» era justamente que se acogía al inmigrante en la lengua -catalana, por supuesto-, pero no en la cultura, la sociedad, las normas cívicas, el trabajo o hasta en la relación con los vecinos. Esas mismas instrucciones de acogimiento dejan claro que «hay que velar para que el catalán sea en el centro escolar la lengua vehicular en la familia y en el alumnado». Pero la lectura en voz alta de esa guía siguió en el Parlament y dirigida al conseller con la siguiente perla: «Es conveniente mantener el catalán y, si la compresión es difícil, utilizar imágenes, gestos, hablar con frases cortas y simples.Nuestra actitud es la de ser fieles al catalán».
Imaginen si el niño en cuestión es ecuatoriano o peruano. Interpretar los gestos con lo fácil que sería hablar en castellano, que en realidad -y nunca debe perderse de vista- su utilidad es sólo una herramienta de entendimiento entre personas.
Con posturas así es difícil no obsesionarse. Me recuerda la fábula del Rey desnudo. Mientras que toda la sociedad pacte que aquel individuo está en porretas no hay problema. Las dificultades comenzarán cuando alguien de la supuesta tribu (en sentido metafórico) decida denunciar al Rey la mentira. ¿Cómo creemos que actuará el pobre loco cuando intente explicar la desnudez real ante las críticas de sus conciudadanos?
Lo hemos explicado en muchas ocasiones. Cataluña es un país excesivamente poliédrico, donde nada es como parece, aunque se acerca a la realidad. Con ello no quiero decir nada, sólo que hay que esperar que cada día sean más los que vean al Rey en pelotas.
miércoles, 29 de octubre de 2008
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