lunes, 23 de febrero de 2009
La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (VII)
Losantos vivió el 23-F en Barcelona.
Recuerdo la faz lívida y aburrida de Pere Portabella bajo la lluvia. Iba como sonámbulo. Después de ver aquello y de enterarme de que en el País Vasco ni siquiera se manifestaba nadie en favor de la libertad por falta de acuerdo entre partidos (muchos nacionalistas vascos durmieron esa noche, como muchos nacionalistas catalanes, en Francia), me fui a casa sin esperar el fin de la que, más que manifestación, fue inhibición. No llegué a ver el portazo del Parlamento catalán en las narices de los manifestantes, pero creo que UGT y Comisiones perdieron la última ocasión en su vida política de hacer honor a sus presos, a sus muertos, a sus despedidos y a sus desherados derribando la puerta de un edificio que sólo es sede de soberanía cuando le trabajan otros la libertad.
Antes de aquella noche había decidio irme de Barcelona por razones morales y políticas. Después de aquella noche me alegré de haber tomado esa decisión por razones de higiene ciudadana, de pulcritud ética, de aversión a tanta mugre tribal, cobarde en su miseria, miserable en su cobardía. Cuando se encuentra alguien o a algo para echarle la culpa de todo, es fácil no tener la culpa de nada ni correr el menor peligro porque, al fin y al cabo, lo malo es siempre ajeno, siempre viene de fuera. Eso es el nacionalismo. De ahí su éxito.
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