Con este post acabo la serie dedicada al libro de Fernando García de Cortázar.
Franco y sus colaboradores se aseguraron la obediencia pasiva de sus súbditos, a los que se adiestró durante años en el rechazo a la política y a la que se orientó hacia la adormidera radiofónica o televisiva y la fijación en objetos superficiales, de corte deportivo o folclórico, siempre inocuos para el poder. El dictador murió en la cama, atesorando las arcas del poder que nadie se había atrevido a quitarle en vida. Un mito crea a veces otros mitos. Ua estatua es siempre una pregunta de un niño. Una película, una comedia negra, es a veces un pedazo de historia enterrada, de historia íntima, que nos cuenta el mundo o el sueño del mundo en que vivíamos. La paz de Franco nunca fue paz porque ésta es imposible sin libertad, porque la paz nunca es compatible con la cárcel, el exilio o la mordaza. La romántica juventud del gran antifranquismo tampoco fue tan romántica ni tan joven ni tan grande. La crónica de aquellos sueños coloreados, y luego su nada utópica desaparición, tienen también su pregunta y sus mitos.
miércoles, 29 de diciembre de 2010
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