La opinión de Jesús Royo en La Voz Libre.
Según la propaganda y el autobombo oficiales, el sistema catalán de integración es una maravilla, es la envidia del mundo mundial. Según el relato oficial, el sistema catalán es impecable desde el punto de vista de la corrección política, y al mismo tiempo consigue el objetivo de la preservación de la identidad catalana. Por lo tanto, albricias. Todo el espectro político, desde CIU hasta IC, se ha apuntado a esta teoría, sin entrar a discutir sus aspectos discutibles, con un entusiasmo más que sospechoso. El sistema catalán supera la prueba del algodón acerca del racismo: aquí no somos racistas, qué va, para nada. Y por otro lado proporciona una garantía de permanencia y de la prioridad de la lengua catalana: ¿qué más se puede pedir?. Y encima se le puede calificar de socialmente progresivo: el ascensor social funciona, está engrasado. Los inmigrantes pueden fácilmente escalar puestos en la pirámide social, siempre que adopten el catalán y, si es posible, el catalanismo. Todo este escenario maravilloso tiene un nombre, que ha hecho fortuna, y, hay que reconocerlo, es realmente brillante como propaganda: el "somni català". Cataluña ha hecho realidad los sueños de los inmigrantes, sueños que les negó su tierra de origen. Estos, en correspondencia, se catalanizan, o si ya no están a tiempo, catalanizan a sus hijos o a sus nietos. Cataluña es su nueva patria, la Tierra Prometida. El Canaán de los judíos, el Cielo de los cristianos.
Analicemos. Tal como mostré en mi libro "Una llengua és un mercat", el problema es el del bilingüismo. Si en una sociedad de 10 personas hay 5 bilingües (catalán-castellano) y 5 monolingües (castellano), y se realizan todas las conversaciones posibles, las conversaciones en catalán son solo un 1,5%. El resto lo son en castellano. Eso, en el caso de que los bilingües hablen con los monolingües en castellano, como es natural y evidente todos los días. Es decir, como conclusión: el catalán tiene los días contados.
Pero en ese esquema no se tiene en cuenta el factor tiempo. Si lo tenemos en cuenta, se le puede dar la vuelta al proceso: se trata de hacer que los monolingües castellanos se bilingüicen. En ese caso el esquema es más complejo. Si tenemos en cuenta la lengua de origen de cada uno, a)catalanohablantes y b)castellanohablantes, las conversaciones entre a) son siempre en catalán, y entre b) siempre en castellano. Las conversaciones en que intervienen gente de a) y de b) pueden ser en a), en b) o en las dos, debido a diferentes normas de uso.
Pero si no tenemos en cuenta la lengua original, todas las conversaciones –el cien por cien- podrían ser en catalán, ya que todos son bilingües, es decir competentes en ambas lenguas. ¿Qué hay que hacer para lograrlo? Muy sencillo: establecer la cláusula de que "entre bilingües, siempre en catalán". Y hacer que la población se bilingüice rápido. En consecuencia, solo se hablará en castellano en el tiempo transitorio de la bilingüización. El contrato de la integración "a la catalana" es así: yo te recibo en castellano, pero tú a cambio aprendes catalán, y cuando seas bilingüe actúas como un bilingüe autóctono: en castellano al que sólo habla en castellano. Lo cual significa que el castellano en Cataluña es residual, defectivo, anómalo. Cosa de extranjeros, gente de paso o resentidos. O directamente anticatalanes, españolistas, pervertidos.
domingo, 11 de diciembre de 2011
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