domingo, 27 de junio de 2010

Identidades asesinas. (y 17)

Con este post cierro la serie dedicada al libro de Amin Maalouf.



Cuando una minoría está oprimida, la libertad de voto no la saca necesariamente de su opresión, e incluso es posible que agrave su situación. Hay que ser muy ingenuo -o, a la inversa, muy cínico- para sostener que, al dejar el poder a una facción mayoritaria, se reducen los sufrimientos de las minorías. Se estima que, en Ruanda, los hutus representan alrededor del noventa por ciento de la población, y el diez por ciento los tutsis. Unas elecciones "libres" serían hoy lo mismo que un censo étnico, y si se tratara de aplicar la ley de la mayoría sin ninguna cautela, se llegaría inevitablemente a una matanza, o a una dictadura.

Identidades asesinas. (16)

Es esencial que se establezca claramente, sin la menor ambigüedad, y que se vigile sin descanso el derecho de todo ser humano a conservar su lengua propia y a utilizarla con plena libertad. Esa libertad me parece aún más importante que la libertad religiosa; ésta ampara a veces doctrinas que son hostiles a la libertad y contrarias a los derechos fundamentales de las mujeres y los hombres; yo personalmente tendría escrúpulos en defender el derecho de expresión de quienes abogan por la supresión de las libertades y por diversas doctrinas de odio y sometimiento; a la inversa, proclamar el derecho de toda persona a hablar su lengua no debería suscitar ninguna vacilación de esa naturaleza.

sábado, 26 de junio de 2010

Identidades asesinas. (15)

Nada hay más peligroso que tratar de cortar el maternal cordón que une a un hombre con su lengua. Cuando se corta, o se perturba gravemente, ello afecta de manera desatrosa a su personalidad entera. El fanatismo que ensangrienta Argelia se explica por una frustración que está aún más ligada a la lengua que a la religión; Francia apenas intentó convertir al cristianismo a los muslmanes argelinos, pero sí quiso sustituir su lengua por el francés, de manera expeditiva, y sin concederles a cambio una auténtica ciudadanía; por cierto, nunca he entendido cómo un Estado que se decía laico podía designar a algunos de sus nacionales como "franceses musulmanes" y privarlos de parte de sus derechos por la única razón de que eran de otra religión...

jueves, 24 de junio de 2010

Identidades asesinas. (14)

Entre los diversos elementos que definen una cultura, y una identidad, he citado siempre la lengua, aunque no he insistido en que no se trata de un elemento más. Llegados a la última parte del libro, es quizás el momento adecuado para separarla de los demás y concederle el lugar que merece.
De todas las pertenencias que atesoramos, la lengua es casi siempre una de las más determinantes. Al menos tanto como la religión, de la que ha sido una especie de rival a lo largo de la Historia aunque a veces ha sido también su aliada. Cuando dos comunidades hablan lenguas distintas, su religión común no es suficiente para unirlas católicos flamencos y valones, musulmanes turcos, kurdos o árabes, etc.; tampoco la unidad lingüística, por otra parte, garantiza hoy en Bosnia la coexistencia entre ortodoxos serbios, católicos croatas y musulmanes. En todas las partes del mundo, muchos estados que se forjaron en torno a una lengua común se desintegraron después por causa de querellas religiosas, y muchos otros, forjados en torno a una relgión común, fueron despedazados por querellas lingüísticas.

Identidades asesinas. (13)

Todo lo que atañe a los derechos fundamentales de las personas -el derecho a residir como ciudadanos de pleno derecho en la tierra de sus padres sin sufrir persecución ni discriminación alguna; el derecho a vivir con dignidad allí donde se encuentren; el derecho a elegir libremente su vida, sus amores, sus creencias, respetando la libertad del prójimo; el derecho a accceder sin obstáculos al saber, a la salud, a una vida digna y homorable-, todo esto, y la lista no es restrictiva, no se le puede negar a nadie con el pretexto de preservar una fe, una práctica ancestral o una tradición. En este ámbito hemos de tender hacia la universalización e incluso, si es necesario, hacia la uniformidad, porque la humanidad, aun siendo múltiple, es en primer lugar una.

viernes, 11 de junio de 2010

Identidades asesinas. (12)

Permítame el lector que insista, pues es esencial por lo que afecta al concepto de identidad tal como se manifiesta en la actualidad: está, por un lado, lo que realmente somos, y lo que la mundialización cultural hace de nosotros, es decir, seres tejidos con hilos de todos los colores que comparten con la gran comunidad de sus contemporáneos lo esencial de sus referencias, de sus comportamientos, de sus creencias. Y después, por otro lado, está lo que pensamos que somos, lo que pretendemos ser, es decir, miembros de tal comunidad y no de tal otra, seguidores de una fe y no de otra. No se trata de negar la importancia de nuestra pertenencia a una religión, a una nación o a cualquier otra cosa. No se trata de negar la influencia, a menudo decisiva, de nuestra herencia "vertical". Se trata sobre todo, en este aspecto, de resaltar el hecho de que hay un abismo entre lo que somos y lo que creemos que somos.

jueves, 10 de junio de 2010

Identidades asesinas. (11)


Hace tan sólo unos cuantos años mucha gente habría estado dispuesta a aceptar la idea de una pertenencia al mundo entero, considerada de algún modo como la culminación última de la Historia humana; así, un habitante de Turín, después de ser piamontés y luego ciudadano italiano, iba a convertirse en ciudadano europeo y después en ciudadano del mundo. Estoy simplificando al máximo, pero esa idea de un avance irreversible hacia unas pertenencias cada vez más amplias no parecía exagerada.

domingo, 6 de junio de 2010

Identidades asesinas. (10)

Esta metamorfosis sin precedentes, que se despliega ante nuestros ojos mediante innumerables zumbidos, mediante innumerables fogonazos, y que sigue acelerándose, no deja de tener sus tropiezos. Es verdad que todos aceptamos muchas cosas que nos ofrece el mundo que nos rodea, bien porque nos parezcan beneficiosas, bien porque las creamos inevitables; pero todo el mundo tiende a rebelarse cuando siente que una amenaza pesa sobre un elemento importante de su identidad: su lengua, su religión, los diversos símbolos de su cultura o su independencia. Así, la época actual transcurre bajo el doble signo de la armonización y la disonancia. Nunca los seres humanos han tenido tantas cosas en común, tantos conocimientos comunes, tantas referencias comunes, tantas imágenes y palabras, nunca han compartido tantos instrumentos, pero ello mueve a unos y otros a afirmar con más fuerza su diferencia.

sábado, 5 de junio de 2010

Identidades asesinas. (9)


Con ello quiero llegar a que, cuando se ve en el islamismo político, antimoderno y antioccidental, la expresión espontánea y natural de los pueblos árabes, se trata de una simplificación como mínimo apresurada. Fue necesario que los dirigentes nacionalistas, con Nasser a la cabeza, se encontraran en un callejón sin salida, tanto por sus sucesivos fracasos militares como por su incapacidad para resolver los problemas derivados del subdesarrollo, para que una parte significativa de la población empezara a prestar oídos a los discursos del radicalismo religioso y para que se vieran florecer, a partir de los años setenta, velos y barbas de protesta.

Identidades asesinas. (8)

Los diversos pueblos se dedicaron a achacarse unos a otros la responsabilidad de los males que padecían. Si los árabes no progresaban, era necesariamente por culpa de la dominación turca, que los inmovilizaba; si no progresaban los turcos, era porque arrasaban desde siglos atrás la carga de lo árabe. ¿Acaso no es la principal virtud del nacionalismo hallar para cada problema un culpable antes que una solución? Los árabes se sacudieron así el yugo de los turcos, convencidos de que por fin podría iniciarse su renacimiento, mientras, los turcos trataban de "desarabizar" su cultura, su lengua, su alfabeto, su forma de vestir, para facilitar su reintegración en Europa yendo con menos equipaje.

martes, 1 de junio de 2010

Identidades asesinas. (7)


De modo que hoy -¡miremos a nuestro alrededor!- Occidente está en todas partes. En Vladivostok y en Singapur, en Boston, Dakar, Tashkent, Sao Paulo, Numea, Jerusalén y Argel. desde hace quinientos años, todo lo que influye de un modo duradero en las ideas de los hombres, en su salud, su paisaje o su vida cotidiana es obra de Occidente. El capitalismo, el comunismo, el fascismo, el psicoanálisis, la ecología, la electricidad, el avión, el automóvil, la bomba atómica, el teléfono, la televisión, la informática, la penicilina, la píldora, los derechos humanos, y también las cámaras de gas... Sí, todo eso, la dicha del mundo y su desdicha, todo eso ha venido de occidente.
Para los habitantes de cualquier zona del planeta, toda modernización significa hoy occcidentalización, tendencia que los avances técnicos no hacen sino acentuar y acelerar. Es verdad que aquí y allá encontramos monumentos y obras que llevan el sello de civilizaciones específicas. Pero todo lo nuevo que se crea -ya sean edificios, instituciones, herramientas del conocimiento o formas de vida- se crea a imagen de Occidente.

Identidades asesinas. (6)

Desde el comienzo de este libro vengo hablando de identidades asesinas, expresión que no me parece excesiva por cuanto que la concepción que denuncio, la que reduce la identidad a la pertenencia a una sola cosa, instala a los hombres en una actitud parcial, sectaria, intolerante, dominadora, a veces suicida, y los transforma a menudo en gentes que matan a sus partidarios de los que lo hacen. Su visión del mundo está por ello segada, distorsionada. Los que pertenecen a la misma comunidad son "los nuestros"; queremos ser solidarios con su destino, pero también podemos ser tiránicos con ellos: si los que consideramos "timoratos", los denunciamos, los aterrorizamos, los castigamos por "traidores" y "renegados". En cuanto a los otros, a los que están del otro lado de la línea, jamás intentamos ponernos en su lugar, nos cuidamos mucho de preguntarnos por la posibilidad de que, en tal o cual cuestión, no estén completamente equivocados, procuramos que no nos ablanden sus lamentos, sus sufrimientos, las injusticias de que han sido víctimas. Sólo cuenta el punto de vista de "los nuestros", que suele ser el de los más aguerridos de la comunidad, los más demagogos, los más airados.