domingo, 27 de diciembre de 2009

El problema catalán


Julián Delgado en Última Hora.


En Cataluña, durante la égida de Jordi Pujol, se fue forjando una sociedad cerrada que contrasta con el pasado carácter abierto de Cataluña. No sólo pretendió éste formar un sistema de poder, sino que también y, principalmente, creó un montaje ideológico con pretensión de que fuese consistente. Pero, ahora, al cabo de los años, se pone en evidencia su endeblez.

Más que en presidente de la Generalitat, Pujol se erigió en un Mesías, con una visión dogmática y estrecha del mundo y de la sociedad. Interesado sólo en su propia preeminencia personal Pujol no desarrolló una formulación moderna, ni una práctica coherente ni realista del nacionalismo. Su nacionalismo fue magmático y por ello resultaba peligroso, a la vez que creaba un vacío conceptual, político e intelectual que dejaba el campo libre al mero sentimentalismo y, por tanto, a todos los populismos. No es una visión política moderna, se sustenta en lo sentimental, con lo cual el soñado Estado catalán pertenece al mundo de lo metafísico. Pujol pontificó sobre todo, pero lo hizo de manera tan zafia, que ni tan siquiera acotó el tema del irredentismo independentista, ahora considerado inmediato y urgente, con el quecomulga una parte de su partido, estimulado por el propio Pujol. Creó una fuerte mitología nacionalista, una nueva religión civil monoteísta, de cuya iglesia, el Honorable era Sumo Pontífice. De esta manera, el pujolismo fue penetrando en la sociedad como amalgama de los espíritus, como una verdad sagrada e indiscutible, así como, a la vez, confusa, que llegó a convertirse en hegemónica.

Con esta doctrina se hechizó a la sociedad mermando el pluralismo y enmudeciendo al disidente. Cualquier crítica a la acción política se interpretaba como herejía y al impío como un blasfemo, acreedor del anatema y del repudio de los fieles. Surgió una especie de pensamiento falaz, anacrónico, petulante y falsamente transversal, que fomentó una sociedad acrítica a la que se otorgó una tabla de mandamientos que, como en todas las religiones, su objetivo no fue otro que elcontrol del pensamiento y, siguiendo el símil religioso, de las almas, del espíritu.

Pero ello no era suficiente para adormecer y dominar a una sociedad rica, abierta, solidaria, innovadora que salía de un régimen totalitario y ansiaba gozar de libertades como la que más. Fue preciso completar la reconstrucción pujolista con un sistema de poder que permitiera la dominación, a base de un intervencionismo pétreo. Se configuró eliminando contrapoderes, convirtiéndolos en parte del sistema y en adoradores del mismo dios. De esta manera, el sacro pensamiento pujolista, formuló arcaicas y utópicas invocaciones, de base sentimental, jamás intelectual, con el fin evidente de lograr controlar el escenario político, social, cultural, económico, financiero y mediático. Desde luego, el uso nada accidental de la corrupción también jugó un gran papel.

Y así estábamos cuando llegó el autonomista Maragall, que para dar el salto a la Generalitat abrazó todas las mitologías del pujolismo y le añadió otras aún más insensatas. De la noche a mañana se convirtió a la fe auténtica, repitiendo el tantra nacionalista más impenitente. Lo hizo sin que nadie se lo pidiera, con un único interés personal y partidista,arrastrando a su partido a una deriva extraña a todos los principios de éste. Extrajo de su cabeza, ya débil, un delirio: un Nuevo Testamento. Fue el Estatut basado en el federalismo asimétrico que hacía añicos la Constitución, y que convertía los ideales federales republicanos en una tibia creencia.

Quien puso la bomba en la línea de flotación del Estado fue Maragall. Montilla sólo ha tenido que subirse al papamóvil y defender aquel Evangelio. Y lo grave es que en el horizonte no aparece ningún esquema resolutorio que no implique un precio incierto y a buen seguro bastante alto.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Cleptocracia


José García Domínguez en Libertad Digital.


En Mi siglo, soberbio libro de memorias del poeta polaco Aleksander Wat, sostiene el autor que muchas miserias de nuestra civilización son el resultado de no leer en voz alta. A su juicio, una porción notable de la literatura occidental no habría visto nunca la luz si sus artífices hubiesen accedido a recitar las obras antes de editarlas. Simplemente, les hubiera dado vergüenza oír sus propias necedades, concluye Wat con clarividente lucidez. Un hábito higiénico, ése que ahí sugiere, que, una vez convertido el Boletín Oficial del Estado en el principal canal de difusión de la literatura fantástica, convendría extender también a las cámaras legislativas, barrunta uno.

Así, por mucho cemento armado que blinde el rostro de, pongamos por caso Joan Saura, quizá padeciera un acceso de aluminosis facial tras declamar en público ciertas gansadas. Por ejemplo, ese artículo del Estatut que ampara el derecho inalienable de los catalanes –y las catalanas– "a gozar de los recursos del paisaje en condiciones de igualdad". Proclama que quizá resulte una solemne idiotez, aunque no una solemne idiotez gratuita. Al contrario, el precio visado y tasado de esa gran conquista revolucionaria asciende a justo 43.000 euros más IVA. Que tal ha sido la suma abonada por la consejería de Saura a un equipo de expertos en vistas, entornos y panorámicas con tal de estudiar las "percepciones y vivencias" de los catalanes –y las catalanas– en relación al paisaje doméstico.
Fruto de esa exhaustiva pericia, el Joan ha acusado recibo de que al pueblo soberano le placen más los bosques con ríos, arbolitos y pajaritos que los tendidos de alta tensión y las obras del alcantarillado, según acredita el dossier oficial. Una información que, sin duda, podría poseer un valor estratégico incalculable con tal de optimizar la eficacia operativa de la policía autonómica, la competencia que corresponde a Saura en el Gobierno de la Generalidad. En fin, a setecientos mil euros sube la última partida presupuestaria asignada a tales menesteres, acaba de anunciar, indiferente, el diario principal de la provincia, parte indisociable él mismo de idéntico paisaje moral. El derecho a la rapiña del erario con total, absoluta, definitiva impunidad. El retorno urgente al orden medieval a través de la privatización parcelada del Estado. La cleptocracia promovida a suprema seña de identidad colectiva. Catalunya.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

A TV3 pagant Sant Pere canta.


En TV3 el castellano brilla por su ausencia, en contadísimas ocasiones podemos escuchar algún entrevistado en esa lengua, eso sí siendo preguntado en catalán. Pero hay un momento de la programación en el que sí se puede escuchar y es en la publicidad.
En 2008 el 12% de la publicdad emitida en TV3 fue en castellano y es que en TV3 pagant Sant Pere canta...

LES (1)


Ángel de la Fuente en El Periódico de Catalunya


Con sus casi 200 páginas, el anteproyecto de ley de economía sostenible (LES) es un enorme cajón de sastre en el que hay un poco de todo, sin demasiado orden ni concierto. El texto introduce algunas reformas que van en la dirección correcta, pero también contiene páginas y más páginas de declaraciones de buenas intenciones, muchos brindis al sol y alguna que otra chorrada.
Está muy bien que se reduzca el papeleo necesario para crear empresas y para que estas puedan comenzar a operar, pero a ver si es verdad porque esto ya lo habíamos oído antes. Sería estupendo que se redujesen los plazos de pago de las administraciones públicas, pero si los que hay ahora no se cumplen cabe temer que pase lo mismo con los nuevos. Tampoco estaría mal que los organismos reguladores funcionasen mejor, pero el principal problema en este caso no es el número de consejeros o la duración de sus mandatos sino los muy cuestionables criterios que se usan en la práctica para nombrar a estos, lo que tiene más que ver con la forma de operar de nuestros partidos que con la normativa.
A primera vista, en torno al 40% de los 137 artículos de la ley no tienen ninguna implicación práctica. Muchos de ellos establecen principios encomiables pero muy poco operativos. Así, el artículo 31 dice entre otras cosas que «las administraciones públicas aplicarán una política de racionalización y contención del gasto» con el fin de «garantizar la sostenibilidad presupuestaria». Otros anuncian medidas que podrían tomarse perfectamente sin necesidad de la ley (art. 33, el Gobierno «aprobará en el plazo de seis meses un plan de austeridad y calidad del gasto») o autorizan actuaciones que ya son posibles con la legislación actual, como la participación de los organismos públicos de investigación en empresas privadas de base tecnológica (art. 65). Finalmente, algunas disposiciones son curiosas, por decir algo. Mi favorito es el artículo 27, donde se establece que las entidades de crédito «deberán evaluar la solvencia del potencial prestatario, sobre la base de una información suficiente».
Volveré sobre esta perla en mi próxima columna.

domingo, 20 de diciembre de 2009

También los fariseos comen marisco


Féix de Azúa en El Periódico de Catalunya


En un espléndido reportaje, David Foster Wallace describió los rituales del Festival de la Langosta de Maine, un festejo gastronómico en el que cada año se consumen cientos de toneladas de langosta, parejo a esas fiestas en las que los asistentes devoran montañas de caracoles. Todo muy jovial, familiar y tradicional.
Luego procede a explicar cómo se cuecen las langostas y por qué hay que hervirlas vivas si queremos mantener su sabor, el silbido que producen al agonizar así como cuánto tardan en morir. También expone de modo escueto el sistema nervioso de los crustáceos para disipar dudas sobre su capacidad para sentir dolor y otros datos que permiten deducir las ingentes cantidades de dolor que causamos cada vez que nos comemos un filete de ternera, una lubina al hinojo o un conejo a la mostaza. Se puede leer en español: Hablemos de langostas (Debolsillo).
Es cierto que los humanos infligimos terribles torturas a los animales, incluso cuando los amamos. Es cierto también que el toro sufre en la plaza. Sin embargo, el argumento del dolor no basta para sostener moralmente una prohibición como la que quizá tenga lugar en Catalunya. Escribo esta columna antes de que se haya votado, de modo que su contenido no responda al resultado. Adivino que se impondrá la prohibición porque no he visto ideólogos con mayor talento para hacerse enemigos que la casta política catalana. Allí en donde pueden prohibir, prohíben; donde pueden imponer, imponen; donde pueden obligar, obligan. Es un Gobierno que no estima la decisión personal, la moral propia, la responsabilidad individual. Solo le gusta lo gregario y lo obligatorio.
Sea cual haya sido el resultado, no creo que la prohibición obedezca a la compasión, a la bondad, a la piedad. Creo que se debe a razones ideológicas que distinguen al toro en lugar de la langosta o el cabrito por motivos de oscura irracionalidad. Estos mismos represores, obligados a una legislación real sobre maltrato animal (circos, festejos de pueblo, estabulación, transporte), serían inmensamente crueles.

sábado, 19 de diciembre de 2009

jueves, 17 de diciembre de 2009

Del clamor al pinchazo


Francesc de Carreras en La Vanguardia.

El resultado de las consultas informales que tuvieron lugar el domingo pasado sobre los deseos de independencia de Catalunya hay que encuadrarlas en el clima político de los últimos meses, resultado de un proceso de muchos años. ¿Cuándo comenzó este proceso? La fecha inicial de todo desarrollo histórico siempre es difícil de precisar y la tentación es siempre remontarnos hacia muy atrás. Pero no hay espacio para ello y nos situaremos en un marco de referencia más inmediato, por ejemplo, justo antes del verano pasado, tras el acuerdo de financiación del cual todavía no tenemos resultados ciertos.
Fue entonces cuando, a falta de otros motivos de queja, se empezó una nueva campaña: la supuesta ilegitimidad del Tribunal Constitucional para dictar la sentencia sobre el Estatuto de Catalunya, seguida de todo tipo de invectivas contra dicho órgano jurisdiccional que han llegado a poner en duda la legitimidad democrática de la Constitución y del Estado. Incluso algunos consejeros de la Generalitat llegaron a sostener que había que incumplir la sentencia. El ambiente se fue, pues, caldeando a lo largo del verano. En septiembre tuvo lugar la primera consulta en Arenys de Munt con una participación ciertamente notable, el 41% de un censo basado en el padrón municipal. Animados por este resultado, los promotores emprendieron la tarea de extender el experimento a otros municipios. De ahí el simulacro de referéndums del pasado domingo.

Para analizar el resultado, deben hacerse algunas advertencias. Estos 166 municipios, en total unos 700.000 habitantes, tienen ciertas características especiales. En primer lugar, la inmensa mayoría son de muy reducido tamaño: 74 de ellos tienen menos de 1.000 habitantes y otros 50 entre 1.000 y 5.000. Restan, por tanto, otros 41: 22 no llegan a 10.000, entre esta cifra y 20.000 hay otros 14 y sólo 5 superan los 20.000, el más poblado –Sant Cugat– 59.000 habitantes. En segundo lugar, son municipios en los que predomina el voto nacionalista, por este motivo han adoptado el acuerdo de celebrar estas consultas. En tercer lugar, las garantías de limpieza electoral son escasas ya que toda la organización y control ha ido cargo de los partidarios del sí que, además, son los únicos que han hecho propaganda. Por último, en estas votaciones el único dato importante es el de la participación, ya que los contrarios al voto afirmativo casi ni siquiera han ido a votar.

Como se sabe, los resultados globales han constituido una gran decepción para los promotores: esperaban el 40% de participación –igualando el dato de Arenys de Munt– y esta ha alcanzado sólo el 27%, del que hay que descontar a favor de la independencia algo más de un 5% de votos negativos, nulos y en blanco. Además, si observamos los resultados con detalle, el descalabro ha sido mucho mayor. De los cinco municipios que superan los 20.000 habitantes, sólo Vic, feudo tradicional del nacionalismo, supera la media con un 42% de participación. Los demás han obtenido cifras muy inferiores: Sant Cugat 25%, Vilanova 16%, Vilafranca 21% y Premià de Mar 15%. En general, cuanto más cercanos a Barcelona, menor participación.

Hagamos ahora un ejercicio de extrapolación. Imaginemos que hubieran votado las grandes urbes industriales: Barcelona, l'Hospitalet, Badalona, Tarragona, Cerdanyola, Rubí, Reus, Sabadell, Terrassa, Santa Coloma, Cornellà, Lleida, Girona. A la vista de los datos anteriores, y teniendo en cuenta los habituales resultados electorales, la participación hubiera sido ínfima, mucho menor que el 18-20% que tradicionalmente dan los sondeos de opinión al independentismo. Se entienden así el desconcierto y las disputas de los promotores en la misma noche electoral.

Algunas consecuencias tendrán estos resultados. Apuntemos dos. En primer lugar, se ha pinchado el globo de la desafección a la España constitucional. Téngase en cuenta que estas consultas se habían planteado no sólo como un voto a la independencia sino también como una expresión del malestar por el trato que "España" da a "Catalunya": escasa autonomía, mala financiación y ataques continuos. También como un aviso de lo que podría pasar tras la sentencia del TC si fuera desfavorable al Estatut. A la vista está todo: desafección muy poca y reacciones contra la sentencia todavía menos. En segundo lugar, los resultados muestran una vez más que existen dos Catalunyes: la de la calle, la del catalán razonable y sensato, el catalán dotado de seny, que se preocupa de la política en la medida que pretende que sus impuestos sirvan para obtener el mayor rendimiento posible en libertad, igualdad y servicios públicos; y la Catalunya idealizada de la mayoría de la clase política –cargos públicos, partidos y medios de comunicación– que nos presentan un panorama apocalíptico de unos catalanes oprimidos y atacados por la malvada España de siempre.

Existen, no cabe duda, nacionalistas que, muy legítima y dignamente, pretenden que Catalunya sea independiente. Pero son relativamente pocos y esta es una ocasión para que mediten sobre su fuerza real. Pero las consultas del domingo deben hacer recapacitar sobre todo a otros catalanes, no tan dignos, que utilizan a los independentistas para defender sus propios intereses, muy distintos, desacreditando a la democracia constitucional con populismo y demagogia. Hasta el domingo, la desafección les parecía un clamor casi unánime. Pues bien, el globo se les ha pinchado y tendrán que acudir a otros argumentos.

martes, 15 de diciembre de 2009

Todo por la patria


Ramón de España en El Periódio de Catalunya.

Cuando el presidente Montilla decidió poner la cultura catalana en manos de ERC, no fuimos pocos los que nos echamos a temblar, conscientes de que para los nacionalistas la cultura, como todo lo demás, es una cuestión identitaria centrada en la lengua. Lo volvemos a comprobar ahora con esa ley que aspira a la paridad idiomática en los cines catalanes, una paridad que, por cierto, se saltan a la torera (con perdón por el uso de metáfora tan española) en el teatro, la educación y muchos otros ámbitos. Evidentemente, el subtitulado en catalán no les convence, pues se han dado cuenta de que el espectador de aquí es igual de patriótico que el de allí (en el sentido de que muestra una gran aversión a leer rótulos) y de que lo importante es que Indiana Jones y Harry Potter se expresen en un correcto catalán. No se atreven a decir, a la manera franquista, que la exhibición de películas en idiomas extranjeros atenta contra las esencias de la patria, pero todo se andará.
Según una encuesta de distribuidores y exhibidores, el 69% de los espectadores de nuestra comunidad prefiere el doblaje castellano al catalán, por el que se inclina el 31% restante. A falta de una encuesta encargada por ERC (en la que, sin duda, los partidarios del doblaje al catalán serían el 99% de los entrevistados), lo más normal sería acogerse a las leyes de la oferta y la demanda y doblar el 69% de las copias al castellano y el 31% al catalán, pero eso significaría algo que ningún nacionalista está dispuesto a hacer: aceptar la realidad. Es mucho más bonito vivir en la ficción, y como te lo puedes permitir porque a tus socios de gobierno la cultura también se la suda, pues adelante con los faroles. Y si por el camino te cargas una industria ya depauperada, pues qué se le va a hacer. ¿O es que se puede hacer una tortilla sin cascar los huevos?
La negación de la evidencia es una condición sine qua non para todo nacionalista que se respete. Para esa gente, un país no es cómo es sino como ellos creen que ha de ser. Y si ERC ha decretado que Catalunya es un país monolingüe, con el beneplácito de un PSC en el que los señoritos de Sarrià han sido sustituidos por los charnegos agradecidos del Baix Llobregat, a los unionistas inadaptados solo nos queda el derecho al pataleo.

domingo, 13 de diciembre de 2009

¿A quién molestaba Jordi Solé Tura?


Miguel Porta Perales en ABC


SORPRENDE que a Jordi Solé Tura no se le concediera la Creu de Sant Jordi hasta 2007, cuando la enfermedad que padecía estaba ya en fase avanzaba. Sorprende que sólo se le concediera la Medalla d'Or de la Generalitat el mismo día de su muerte. Con toda la razón del mundo, su hijo declaró que «a mi padre le faltó el reconocimiento institucional». Nada de lo sucedido con Jordi Solé Tura debe extrañarnos. Lo que hubiera sido extraño es que al personaje se le reconocieran sus méritos.
Seamos realistas, miremos a nuestro alrededor, prestemos atención a lo que, desde hace treinta años, dicen y hacen los políticos catalanes con mando en plaza; hagamos todo eso y, a renglón seguido, formulemos algunas preguntas como las que a continuación siguen. ¿Quién iba a reconocer a un personaje que escribió que la historia del nacionalismo catalán es la historia de una revolución burguesa frustrada, que el nacionalismo catalán surgió para dar respuesta a la debilidad de una burguesía incapaz de mandar en España? ¿Quién iba a reconocer a un personaje que —además de abandonar el comunismo y criticar el independentismo y la autodeterminación— señaló que no debía cuestionarse de manera substancial y sistemática el concepto de una nación española? ¿Quién iba a reconocer a un personaje que, a la manera de la Constitución que él contribuyó a redactar, reivindicaba la existencia y legitimidad de la idea de nacionalidad?
Por mucho que Jordi Solé Tura hablara de la descentralización del Estado y de la distribución de poder político, por mucho que preconizara la lógica autonómica con vocación federal, al personaje no se le perdonó que afirmara que el nacionalismo llevaba a un callejón sin salida al cuestionar sistemáticamente el modelo político del Estado de las Autonomías establecido por la Constitución. Y hoy, Jordi Solé Tura resulta más actual que nunca por haber percibido, con décadas de antelación, que al nacionalismo catalán de uno u otro signo le mueve el electoralismo o el aventurerismo.
Jordi Solé Tura molestaba a los comunistas, porque había abandonado el barco criticando el mesianismo y reivindicando el pluralismo, el laicismo ideológico, los valores liberales y el humanismo; a los socialistas, porque desconfiaban —«la izquierda catalana es como un país de ciegos», dijo en cierta ocasión— de alguien que desembarcaba en el PSC a bombo y platillo poniendo en apuros —poder, cargos e ideología— a los socialista de toda la vida; a los nacionalistas, porque no tragaban que les acusara de exacerbar permanentemente el conflicto con el estado —victimismo, enemigo exterior, política identitaria, mala administración— a mayor gloria de sus particulares intereses. Jordi Solé Tura, en definitiva, molestaba por «traidor», «oportunista» y «botifler». No era nada de eso. Jordi Solé Tura tuvo sentido del límite y conciencia de las prioridades. Un demócrata amigo del consenso y el pacto. Por eso molestaba. Finalmente, el reconocimiento ha llegado en una muestra —ahora sí— de oportunismo político de manual.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Carta a un ciudadano


Xavier Pericay en ABC

Sería mucho pedir, supongo, que fuera usted un ciudadano de Sant Jaume de Frontanyà. Como el pueblo, según el censo de 2006, tiene 31 habitantes —lo que le confiere el muy alto honor de ser el municipio más pequeño de Cataluña—, convendrá conmigo en que las posibilidades de que sea usted uno de ellos son bastante bajas. Aun así, imaginemos, si le parece, que este es el caso. ¿Qué tal se siente, hoy? ¿Animado? ¿Frío, frío, como el tiempo? ¿O lleva un calentón de esos que marcan época? Nada, nada, usted a lo suyo, que hoy es sábado y toca relajarse. O sea, un buen paseo y luego a descansar. Sí, ya sé que en alguna parte del pueblo le habrán montado un simulacro de referéndum sobre la independencia de Cataluña. Créame, ni caso. Son cuatro y el cabo. ¿Que en Sant Jaume de Frontanyà nunca son muchos más? Es cierto. Pero, aun así, no se deje llevar por la ira, ni siquiera por la preocupación. Usted a lo suyo, insisto, que hoy es sábado.
Y si no es usted, como me figuro, un ciudadano de Sant Jaume de Frontanyà, sí puede serlo de alguno de los 160 municipios que han organizado para mañana domingo un guiñol semejante. Aquí la cosa ya cambia. Y es que, si sumamos entre sí a todos los votantes potenciales de esas localidades —los organizadores de la consulta permiten votar incluso a los que tienen entre 16 y 18 años—, obtenemos un censo de más de 700.000 electores, lo que no está nada mal. Pero, aun así, no vaya usted a alarmarse cuando tropiece, allí donde esté, con alguna de esas mesas petitorias. En primer lugar, porque habrá que ver, claro, cuál es, finalmente, el índice de participación. Y, luego, porque toda esta movida cuenta con el apoyo, activo o pasivo, de cuantos poderes públicos posee la autonomía catalana. Y de cuantas entidades y cuantos medios públicos y privados son financiados por esos mismos poderes. Eso es motivo de vergüenza, sí, pero no debería serlo de alarma. Al menos de momento.
El teatro político catalán, como decía hace un par de días el editorial de uno de los pocos medios independientes radicados en Cataluña —el digital Factual—, se halla mucho más cerca de un sainete que de una tragedia. Y como tal debe ser tratado.
Ahora bien, tanto si es usted un ciudadano de alguno de esos 161 municipios como si no lo es, tanto si vive en Cataluña como si reside en otra parte de España, le ruego que no se tome a broma lo que está sucediendo en esta Comunidad Autónoma, bajo la complaciente mirada de Don José. Las comedias son para reírse, sí, pero también para sacar de ellas algunas enseñanzas. Y, en la que nos ocupa, hay una, a mi juicio, fundamental. Hasta aquí hemos llegado. Siempre cediendo, siempre a la defensiva, siempre permitiendo que el nacionalismo vaya laminando nuestros derechos. Quizá ya va siendo hora de decir basta. O, lo que es lo mismo, de pedirle al Estado amparo.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Morir con honra


Albert Boadella en Factual



Sería absolutamente incoherente que el parlamento regional no votara en contra de las corridas. Perdería todo sentido el trabajo de tantos años elaborando, día a día, la versión de una España de tradiciones bárbaras, una España tosca e intolerante, frente a la pacífica región de la sensatez, el entendimiento y la modernidad. No iban a desaprovechar una ocasión tan vistosa para poner una pizca más de distancia.

Sin embargo, debemos reconocer que se les ha servido en bandeja esta nueva ocasión que les permite exhibir diferencias. Hacía muchos años que, en Barcelona, la afición a la tauromaquia había decrecido considerablemente. La realidad implacable de La Monumental era la de una plaza sin público (si exceptuamos el fenómeno Tomás, marcado en parte por el incentivo esnob). Descifrar las razones de la decadencia es relativamente sencillo. Hay que aludir necesariamente a un empresario instalado en la inercia que, durante varias décadas, ha demostrado su incapacidad por hacer frente a la situación creada al finalizar la dictadura. Ésta fue la circunstancia que aprovecharon los afectados por el virus étnico para purificar la región de aquellas cosas que, según su mollera, no pertenecían a la improvisada ortodoxia regional del momento. La irradiación de sus ardores revanchistas consiguió que también los toros se convirtieran en un fenómeno anacrónico, con cierto tufo del pasado franquista. En definitiva: asistir a una lidia no era algo culto, ni correcto, ni mucho menos del país.

Hoy, no tiene ningún sentido encararse ante la irreversible realidad. Por un lado, estamos ante una nueva oportunidad para la política de limpieza étnica en su versión de chicha y nabo. Por el otro, se trata de una actividad ruinosa por falta de clientela. Visto el panorama, es mucho mejor que la decisión del parlamento sea prohibir los toros, así por lo menos finalizarán con honra. Nada sería tan lamentable para los aficionados como dejarnos exhibiendo la decadencia. Por mi parte, además de Madrid, me quedan Nimes y Arles para no tener que soportar las gansadas del régimen. De nuevo, la libertad está en Francia. ¡Como si el tiempo no hubiera pasado!

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Conocimiento del medio


Federico Jiménez Losantos en El Mundo.


ES LÓGICO que una heroica profesora del colegio Sanchis Guarner de Valencia suspenda a una alumna de 10 años, al parecer brillantísima, por contestar en español -que es como llaman al castellano en todo el mundo- y no en valenciano una pregunta en la asignatura Conocimiento del medio. Si no se conoce el medio educativo, es difícil aprobar. Y hay que saber que ese medio está compuesto de progres por convicción o autoprotección que hacen de la negación del español por todos los medios el fundamento de su identificación política y de su promoción profesional. La niña que contaba el lunes su odisea educativa tiene al parecer las mejores calificaciones en lengua valenciana -espero que no sea el catalán por liebre que acostumbran a dar los catalanistas de Valencia y Baleares-, pero no se trata de saber bien valenciano, o catalán o gallego. Se trata de aprender a obedecer en materia lingüística, que es la vía regia para obedecer en todo a lo que manden los que manden, que siempre deben ser los progres. En ese medio, al menos.
Hay que conocer el medio de la profesora suspendedora y del fiero inspector de Camps, sí. Y para ello basta reparar en el calificativo elegido para descalificar al padre: «Fanático», adjetivo extensible a la niña porque «hace lo que el padre quiere». De «fanáticos» estaban llenos los psiquiátricos de la URSS. «Fanático» llamaban a Soljenitsin los progres de la Transición cuando dijo que para dictadura, el Gulag. Y Juan Benet dijo que gente como Soljenitsin justificaba de sobra que hubiera campos de concentración, aunque lamentaba que no fueran más eficaces. Pues bien, aquellos progres que ya en el 76 eran hegemónicos en ámbitos como la educación y el periodismo, hoy los controlan y gobiernan despóticamente. La lengua es en las regiones bilingües arma de represión de disidentes y de identificación con el medio, o sea, el rebaño. Camps debería hacer lo único que el PP nunca ha hecho allí, en Baleares o en Galicia: que la lengua vehicular de la enseñanza pueda ser el español para quien lo pida. Eso dice la Constitución que defienden, o no. Primera y única lección de conocimiento del medio pepero educativo: nunca molestar al PSOE y los nacionalistas, que nos llamarán fanáticos, qué miedo. Todo, hasta la EpC en inglés, menos garantizar de verdad, no de boquilla, la libre elección de lengua en la enseñanza, no sea que la gente elija español. Sí: conocemos el medio.