martes, 16 de junio de 2009

Charnegos agradecidos.


La opinión de Jesús Royo Arpón.



Manolo Vázquez Montalbán dice que a los catalanes no hay nada que los haga más felices que un charnego agradecido: se les cae literalmente la baba. Por simetría, lo que más les debe cabrear es un charnego que se plante, que no trague, que no pase por el aro. Yo mismo, charnego y profesor de catalán, podía ser considerado un charnego agradecido. De hecho, la mayor parte de elogios por mi libro 'Una llengua és un mercat' –un alegato contra el mito de la identidad– me vinieron por mi dedicatoria: “a mis padres/als meus fills”. Yo era un “converso”. Pero desde que me he plantado como bilingüista, he pasado a ser un perverso.

El charnego agradecido adopta el catalán, quizá abomina del castellano, y a menudo es el más catalanista de la cuadrilla. Este ritual representa su aceptación del sistema de reparto del poder en Cataluña: o sea, la retención del poder a favor de sus actuales propietarios, simbolizados por la etiqueta-semáforo de la lengua que hablan. El charnego agradecido acepta y ratifica el principio de “puix parla en català, Déu li don el poder”. Y el poder ya se encarga de premiar al charnego agradecido: en la fábrica pasará a ser encargado, en el PSC podrá ser alcalde de un pueblo del cinturón, o dentro de CIU podrá llegar a ser cabeza de lista “de comarcas”.

La gratitud equivale, para el charnego, a una naturalización, a una “limpieza de sangre”. Piensa: “Ya que no soy catalán, para compensar, me haré catalanista”. La gratitud del charnego se basa en el autoodio: no ser catalán –no hablar catalán– es un defecto de fábrica, una condición impresentable y que hay que superar. Si consigue ser admitido en el círculo del poder, el charnego tratará de olvidar/borrar/disimular su lacra original. Se reirá del flamenco, abominará de la fiesta de los toros. Su lengua materna, el castellano, para él será sinónimo de barbarie, privaciones y fracaso. Incluso cuando hable en castellano lo hará con acento catalán –como el presidente Núñez– , y se sentirá orgulloso de cometer catalanadas.

El charnego agradecido es un personaje penoso, y a la vez tierno. Patético, sin duda. Creo que daría para muchas novelas.

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