domingo, 12 de julio de 2009

Carod "el dilapilador".


La opinión del diputado José Domingo en La Voz de BCN.


Parece ser que las posiciones del Gobierno catalán y del Gobierno de la Nación sobre la financiación autonómica se están aproximando. Al final ha prevalecido el carácter bilateral de la negociación y pudiera ser que el pacto deje fuera del acuerdo a otras Comunidades Autónomas que consideran que el criterio de la población, a la hora de fijar la redistribución, debe ser atenuado con otros factores como el envejecimiento, la extensión territorial o la insularidad.

Pero no es de esto de lo que quería escribir, sino del buen fin que se da a los dineros que reciben algunas Comunidades Autónomas. A mi juicio, muchos gobiernos autonómicos son manirrotos o dilapidadores. Una prueba de prodigalidad la encontramos en los habituales viajes que realiza el consejero de la Vicepresidencia catalán, Josep-Lluís Carod-Rovira, a países para los que siempre se encuentra algún motivo que justifique el desplazamiento. Cuando no es por una visita para comprobar in situ el estado de un proyecto de cooperación (¡para eso están los técnicos!) en Mozambique, es para deslizar cortinas de lápidas conmemorativas (ante menos de cinco personas) en París o para inaugurar exposiciones que sirven de justificación para tratar como héroes a los españoles, nacidos en Cataluña, que defendieron la independencia de Cuba y pasar olímpicamente, en cambio, de aquellos otros miles de catalanes que defendieron lealmente la pertenencia a España de las provincias de ultramar y murieron por ello en aquella guerra.

La acción exterior catalana es una cáscara hueca, una excusa, una coartada que no sirve para nada efectivo, sólo para aparentar que se tiene vocación de Estado propio y colocar la señera como emblema único. Caprichos extravagantes, que simplemente resultarían chuscos si fuesen gratis. Pero el empecinamiento simbólico sale muy caro. Las delegaciones, semivacías de funciones, son instaladas en edificios céntricos y lujosos de las grandes capitales y el personal destacado en ellas es contratado por la proximidad ideológica al proyecto independentista y remunerado con generosidad por sus valedores.

Carod en su viaje a Jerusalén se autocolocó la corona de espinas, lo lamentable es que su actuación esté resultando una verdadera cruz para todos los catalanes. Ahora sabemos que aquella foto no era un recuerdo de vacaciones de dos turistas provincianos; era una premonición, un aviso para navegantes.

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