jueves, 23 de junio de 2011

Porque tengo hijos (10).


No estoy dispuesta a aceptar que este país es menos mío que de quien se proclama nacionalista. No estoy dispuesta a consentir que nos dividan en dos comunidades enfrentadas. No estoy dispuesta a aceptar que los adolescentes de la edad de mi hija, que va a cumplir 16 años, vayan a tener que salir a la calle a defender la democracia, igual que lo tuvieron que hacer sus hermanos mayores, sus padres o, antes y contra otra dictadura, sus abuelos. Yo no estoy dispuesta. Por eso, hoy que celebramos la fiesta del Estatuto de todos los vascos, quiero llamar a la rebelión democrática; sí, democrática, pero rebelión. Porque, si desisitimos, si nos dejamos arrastrar, si perdemos sin luchar, nuestros hijos y nuestros mayores no nos lo perdonarán nunca. Y yo tampoco podré perdonármelo.
Por eso, y parafraseando a Benedetti, me declaro en este tema radicalmente parcial y anuncio que nunca, nunca, cuando de defender la pluralidad y la democracia se trate, conseguirán que lleguemos a ser neutrales.

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