lunes, 30 de noviembre de 2009

Esa peculiar forma de gobierno


La opinión de Ángel Sánchez Ponce

Después de un prolongado silencio, el Gobierno alberga fundadas dudas sobre la constitucionalidad de ciertos aspectos de la Ley de Educación de Cataluña (LEC). No es que pretenda presentar recurso de inconstitucionalidad, no, que para ponerse a mal con el nacionalismo ya está el PP (amén de la inconveniencia de irritar al tripartito), sino que, más bien, su deseo es abrir una serie de encuentros con la Generalitat en los que cada parte explique su postura, mediante escenificación, para luego aplicar lo que quiere el Gobierno regional, y mantener así, el estatus de ‘Gobierno amigo’ del catalanismo que tantos réditos políticos le ha comportado. Y no es que esto lo diga yo, es el mismísimo consejero de Educación de la Generalitat, señor Maragall, quien lo explica al afirmar que el Gobierno Central tiene la “firme voluntad” de no presentar recurso de inconstitucionalidad a la LEC. El socarrón Maragall se permite el lujo, además, de ironizar sobre la lentitud del TC (que tan bien le ha ido al Gobierno al que pertenece, por cierto) para dictaminar sentencias y, en alusión directa al recurso presentado por el PP, manifestar, con toda la sorna de que es capaz que "cuando el Constitucional dictamine la sentencia, la educación catalana ya habrá cambiado". Así de fácil es, para algunos, saltarse la ley en España y, en eso, el Govern es tremendamente experto.

A pesar de la teatralidad con la que se quieren envolver los contactos, no deja de ser una bajada de pantalones y un sapo difícil de tragar para ciertos sectores de la izquierda española (los más críticos con la ‘nueva izquierda’, por decirlo con palabras de Leguina, y algunos más), que ven, con incipiente hastío, cómo sus socios catalanes generan una disputa más a añadir a la lista, ya excesivamente larga: la temeridad de la que hicieron gala al reformar el Estatuto, el quasi cisma -finalmente abortado- entre socialistas andaluces y catalanes por la financiación autonómica, las estrafalarias amenazas de desacato a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto, las continuas advertencias sobre el voto rebelde en el Congreso y la independencia del PSC respecto del PSOE y la vulneración, una vez más, de la Carta Magna por parte de la LEC, son una breve muestra de ello.

Sin embargo, a quien más afecta e incomoda esta peculiar forma de gobierno, generación un problema donde no lo hay y resolución chapucera, es a la sociedad catalana. Es notable la predisposición del tripartito a abrir conflictos entre catalanes y entre catalanes y el resto de españoles, perdonarán, pues, ustedes que copie a Fernando del Pulgar y afirme que “no hay más tripartito, si no más conflictos habría”; causa esa, sin duda, de la creciente abstención en las distintas consultas electorales que se han sucedido últimamente en Cataluña. ¡Y luego, como las falsas plañideras, se rasgan las vestiduras!

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