miércoles, 25 de febrero de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (IX)


Hoy Losantos escribe sobre Lluís Aracil el que fuera presidente de la Asociación Internacional de Sociolingüística y creador de todos y cada uno de los fundamentos teóricos de la política lingüística que llevarían a la práctica los nacionalsitas una vez en el poder, empezando por el propio concepto de normalización.
Pero ocurrió que a Aracil dejó de parecerle normal la normalización cuando comprobó por sí mismo los estragos psicológicos que producía en las mentes indefensas de los escolares castellanohablantes sometidos al delirio identitario de la Generalitat. Este es un trozo de la entrevista que por entonces Ivan Tubau le hizo en El Mundo.



-No hay que hacer trampas. Yo no soy de Cataluña. Soy valenciano. ¿Cuál es mi lengua materna y lo será siempre? El castellano. Y no disimularé. No soy hijo de puta: mi madre me lo impidió. La lengua materna es aquella en la que empiezas a expresarte, no la de un territorio. La única persona de mi entorno que usaba la lengua en la que estamos hablando tú y yo ahora (la entrevista con Tubau se desarrolló en catalán) era una criada de Almenara. Quise aprender esa lengua para hablar con la criada y con otras gentes de mi país. Aprendí para abrirme, no para cerrarme. Lo cual significa que soy lo contrario de Pujol o Arenas.
En el pasado me definí como catalán. Fuí víctima, como otros, de un quid pro quo: creí que un determinado proceso histórico tenía que ver con la dignidad humana. Y tenía que ver, pero en sentido contrario al que yo creía: la inmersión de los niños castellanohablantes de Cataluña en el catalán atenta contra la dignidad humana. Yo soy un humanista, y un humanista jamás aceptará que se machaque al hombre. "¡Es que la Virgen de Monserrat quiere que machaquemos a los niños!", dirán. El humanista antes machacará a la Virgen de Monserrat que a los niños. No dudará ni un momento. Nunca he hablado de la lengua como si fuera alguien. Para mí, alguien es la gente. Para los inmersores la lengua no es la gente, es la patria. Si yo tuviera una patria sería Europa, más precisamente el humanismo europeo. Y el humanismo europeo relacionaba la lengua con la gente y con una obra humana. ¿Sabes por qué esos odian el castellano? porque es el ejemplo que ellos han rechazado. Es la dignidad de Europa, y ellos son lo contrario.

martes, 24 de febrero de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (VIII)

Seguimos recuperando fragmentos del último libro de Jiménez Losantos.


Cuando realmente se acabó cualquier respeto total o parcial al bilingüismo no fue con la llegada de Franco, es decir, de los voluntarios catalanes del Tercio de Monserrat, sino con la llegada de la propia Marta Mata al poder político en materia lingüística. Pero eso fue a partir de 1980, cuando la acción concertada de Pujol y la izquierda nacionalista del PSC y del PSUC liquidó la "normalización" real e histórica de la época republicana.
Así fue mientras presidió la Generalidad Josep Tarradellas, de acuerdo con el Gobierno de España a la sazón presidido por Adolfo Suárez. Xavier Pericay recuerda en sus memorias cómo se solucionó entonces un problema que, realmente de forma implacable por la conmovida Marta Mata y otros pedagogos progresistas, ha acabado provocando una fractura civil acaso irreparable en la sociedad catalana.

"Iñigo Cavero, el ministro de Educación y Ciencia de los primeros gobiernos de UCD, se había desplazado a Barcelona para negociar con Tarradellas la introducción de la lengua catalana en la enseñanza. Y lo había hecho con una propuesta muy definida. Pero Cavero no veía demasiado claro que el presidente de la Generalitat se fuera a avenir. Al fin y al cabo, por mucho que los tiempos hubiesen cambiado, el hombre con quien tenía que llegar a un acuerdo había sido en diversas ocasiones consejero de la Esquerra Republicana de Macià y Companys. Y, para aquella Esquerra, no existía más lengua de la enseñanza que el catalán. El primero en hablar fue el ministro. El Gobierno español era partidario de la implantación de un bilingüismo que reflejase, en el uso y el aprendizaje de las lenguas, el equilibrio que ya se daba en la esfera social y que la Constitución y el Estatuto elevarían al cabo de poco tiempo al rango de ley. O sea, la paridad, la estricta paridad lingüística. Tarradellas lo escuchó con su proverbial buena educación y, al acabar, le dijo: Me lo ha quitado de la boca. Es exactamente lo que yo iba a proponerle".


Eso era la "normalización" del bilingüismo, es decir, la legalización de los derechos cívicos de las dos grandes comunidades lingüísticas de Cataluña, la que tiene como lengua materna el castellano y la que tiene el catalán, camino hacia una convivencia bilingüe, democrática y razonable. Pero la izquierda convertida al nacionalismo no quería la "normalización" del catalán, sino la "anormalización" del castellano. La propia Marta Mata, el 14 de Mayo de 1981, presentó una proposición no de ley en nombre del Grupo Socialista para que recuerdos de infancia similares a los suyos no pudiesen ser compartidos en el futuro por ningún otro catalán.

lunes, 23 de febrero de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (VII)


Losantos vivió el 23-F en Barcelona.


Recuerdo la faz lívida y aburrida de Pere Portabella bajo la lluvia. Iba como sonámbulo. Después de ver aquello y de enterarme de que en el País Vasco ni siquiera se manifestaba nadie en favor de la libertad por falta de acuerdo entre partidos (muchos nacionalistas vascos durmieron esa noche, como muchos nacionalistas catalanes, en Francia), me fui a casa sin esperar el fin de la que, más que manifestación, fue inhibición. No llegué a ver el portazo del Parlamento catalán en las narices de los manifestantes, pero creo que UGT y Comisiones perdieron la última ocasión en su vida política de hacer honor a sus presos, a sus muertos, a sus despedidos y a sus desherados derribando la puerta de un edificio que sólo es sede de soberanía cuando le trabajan otros la libertad.
Antes de aquella noche había decidio irme de Barcelona por razones morales y políticas. Después de aquella noche me alegré de haber tomado esa decisión por razones de higiene ciudadana, de pulcritud ética, de aversión a tanta mugre tribal, cobarde en su miseria, miserable en su cobardía. Cuando se encuentra alguien o a algo para echarle la culpa de todo, es fácil no tener la culpa de nada ni correr el menor peligro porque, al fin y al cabo, lo malo es siempre ajeno, siempre viene de fuera. Eso es el nacionalismo. De ahí su éxito.

viernes, 13 de febrero de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (VI)


.Jiménez Losantos nos cuenta como con la llegada de la Democracia la izquierda catalana apuesta por el nacionalismo.



Que los nacionalistas buscasen el exterminio del español en la Administración, la Educación y todos los ámbitos de la vida pública, empezando por los medios de comunicación públicos, es un ejercicio de depotismo tiránico, émulo del primer y peor franquismo, pero bastante lógico. La dictadura no es un anhelo privativo de ningún pueblo ni lengua, y la paranoia lingüística es comprensible, aunque compensable y negociable entre los representantes de una lengua minoritaria pero socialmente superior, como el catalán, y los de otra mayoritaria pero socialmente inferior, como el castellano. Siempre, claro, que una no trate de exterminar a la otra aduciendo que de otra forma no podría sobrevivir, porque eso supone el atropello de los derechos civiles de la mitad de la población y porque es algo que desmiente la historia del catalán en Cataluña, con sus muchos vaivenes de apogeo y perigeo, auge y penuria, sin presencia significativa de la inmigración. A finales de los setenta, después de dos elecciones generales democráticas, uno podía entender, aunque lamentase, el asimilismo lingüístico nacionalista. Lo que no se podía entender, salvo como ejercicio de cipayismo rastrero, es que fuera la izquierda, tradicionalmente antinacionalista y, en el caso del PSOE, proclamadamente española, la que compartiera esas tesis que llevaban al apartheid lingüístico a su propia base social.
Nada hubiera sido más fácil para esa izquierda que responder a los políticos catalanistas de derechas y a los obispos ultranacionalistas de esa cuerda que mientras la Dictadura favorecía extraordinariamente a la periferia industrial frente al interior de España y mientras reprimía ferozmente a la oposición de izquierdas o simplemente liberal y democrática, ellos no sólo llevaban la camisa azul y hacían grandes negocios bajo, con y desde el Régimen, sino que introducían a Franco bajo palio en Monserrat, agradecidísimos por haberles salvado el pellejo, la fábrica y la parroquia durante la Guerra Civil. Que lo hiciera la derecha neocatalanista tenía, aunque falsa, explicación. ¡Pero que lo hicera la izquierda! ¡Que los "rojos" de ayer fueran los grandes impulsores del nacionalismo de hoy! ¡Y que no hubiera intelectuales catalanes para combatirlos!

jueves, 12 de febrero de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (V)


.La dosis diaria del último libro de Jiménes Losantos.


El PSUC y el PSC trataban de legitimar una campaña de reescritura de la historia de Cataluña que los emparejaba con Pujol, la ERC de Barrera y el PSAN (Partit Socialista d´Alliberament Nacional), la extremísmia izquierda de la que surgió el terrorismo nacionalista, a imagen y semejanza del País Vasco. Según esa revisión histórica, que era y es una vil falsificación, Catañuña, así, en bloque, había sido una víctima de la Guerra Civil "española" y la persecución de la lengua catalana durante el franquismo no era sino la manifestación de la voluntad de exterminio de la nación catalana por España. De ahí la xenofobia que no ocultaban los nacionalistas. "Los inmigrantes no nos han traído beneficios", decía Heribert Barrera en esos mismos años, sin suscitar rechazo en comunistas y socialistas, porque no alteraba su corral de votos. Y Pujol, en su libro "La emigración, problema y esperanza de Cataluña", sostiene que el inmigrante de los años sesenta, mayoritariamente andaluz, era un ser culturalmente nulo, socialmente desarraigado y que, si no se integraba plenamente en su nueva sociedad (o sea, si no se catalanizaba por completo, él o sus hijos) , podía incluso "destruirla".
Se imponía, por tanto, para el nacionalismo derechista, la asimilación cultural del inmigrante mediante la extirpación de sus señas de identidad culturales, que en realidad no tenía ("Los emigrantes no tienen cultura -se nos decía a los que entonces reclamábamos sus derechos-; no se puede defender lo que no se tiene"). Y su lengua materna, cuando precisamente el catalán como lengua materna era la raíz y la base de esa cultura catalana sobre la que los nacionalistas querían "reconstruir" o reinventar su nación, era el elemento que había que proscribir, porque "amenazaban" al catalán. Tuvo que morirse Franco para acostumbrarnos a oír que "el catalán está más amenazado que nunca", salvo que se extirpase la presencia del español en Cataluña, olvidando así la tradición bilingüe oficial de Cataluña desde antes del siglo XV en la Corona de Aragón, como prueba su Archivo, hoy recluído en Barcelona. Y la de la sociedad civil y literaria, como prueba Boscán de Almogávar, el gran amigo de Garcilaso, a comienzos del XVI.

miércoles, 11 de febrero de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (IV)


Hoy os invito a leer el trozo del libro donde Losantos nos habla del Partido Socialista de Andalucía (PSA). Aquel partido que obtuvo dos diputados en el Parlament de la Generalitat.


El trabajo sucio de boicotear la candidatura andalucista o inmigrante corrió fundamentalmente a cargo del PSUC, que era con mucho el partido más poderoso en la Cataluña de entonces. Los argumentos principales fueron que los inmigrantes estaban perfectamente representados por ellos, cosa natural. Luego, que sus derechos culturales y cívicos estaban garantizados mientras Cataluña tuviera una mayoría de izquierdas, cosa rigurosamente falsa, y, sobre todo, que Rojas Marcos intentaba revivir la figura de otro Alejandro, "don Ale" Lerroux, cosa disparatada, falsa, hedionda y miserable. Resultaba sorprendente que dos partidos presuntamente izquierdistas y formalmente españoles como el PCE-PSUC y el PSC-PSOE atacaran a Lerroux, cuya época barcelonesa fue ferozmente izquierdista y tuvo una amplísima base popular en los sectores catalanes que se oponían a la derecha nacionalista, reaccionaria y clerical.
Pero eso, la realidad histórica, a la brigada de propaganda del PSUC le daba igual. Decía, por ejemplo, la portada de L´Hora, "El setmanari de Catalunya: ¿Per qué volen enfrontarnos?"; y bajo una fotografía de Rojas Marcos hablando en el Parlamento aparecía una caricatura del difunto político republicano sentado en el micrófono, titulada: "Alejandro Lerroux Rojas Marcos". O sea , que se acusaba al posible competidor del PSC y el PSUC en la representación democrática de la Cataluña inmigrante de provocar una división entre los ciudadanos de Cataluña, un conflicto civil, una guerra con los catalanes de origen, sin que hubiera una sola palabra del aludido que lo justificase. Peor aún: la existencia real, no hipotética, del Partido Radical probaba lo contrario: un españolista como Lerroux pudo coexistir con el catalanismo de derechas y de izquierdas, y en una época mucho más dura, la del terror revolucionario anticlerical y la del pistolerismo patronal y sindical en Barcelona. Era la lucha entre izquierda y derecha, no la nacional, lo que primaba entonces, pero, en todo caso, si se seleccionaba sólo lo nacional, ¿no debería ser la posición integradora de Lerroux y no la desintegradora del nacionalismo catalán la que asumieran socialistas y comunistas, que se presentaban como representantes de la inmigración de toda España?

martes, 10 de febrero de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (III)


Otro ejemplo de lo que podemos leer en el último libro de Losantos.


...Pero aún había sido más revelador de lo que se nos venía encima el I Congreso de Cultura Catalana, celebrado en la clandestinidad, en la abadía de Monserrat. Yo había ido en coche con mi querido Carles Santos. Pero una vez allí dentro, con unos trescientos o cuatrocientos particpantes y en el que se preveía soporífero turno de intervenciones, una dirigente de Comisiones Obreras con acento andaluz pidió perdón a los presentes por no hablar catalán, pero aseguró que en el futuro inmediato pensaba aprenderlo bien. La ovacionaron mucho, pero yo me quedé estupefacto. ¿Ese era el futuro que el PSUC y CC.OO. habían diseñado para la clase obrera: renunciar a su lengua materna, que era para la inmensa mayoría de los militantes, prácticamente la totalidad, el castellano? ¿Para eso nos la jugábamos? -le decía yo indignado, a Carles Santos volviendo en su coche a Barcelona-, para que a la persecución del catalán le sucediera ahora la penitencia pública por hablar castellano? por supuesto, Carles Santos estaba en contra. Por supuesto, no iba a dejar el PSUC por eso, cuando la situación del franquismo era aún fuerte y la del antifranquismo tan débil. Entonces, ¿por qué la debilitaba el PSUC con esos autos de fe político-lingüísticos? Al final, todo se resolvería con la democracia, decía Carles. ¡Cómo iban a sustituir, ellos, precisamente ellos, o sea, nosotros, una dictadura como la que padecíamos por otra!

lunes, 9 de febrero de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (II)


Un trocito del libro de Federico Jiménez Losantos.



Un día recibí una invitación a no sé que conferencia, ciclo o lo que fuere de la Fundación Miró, con la particularidad de que la carta iba dirigida a "Frederic Jiménez". Traté de que no se repitiera mi rebautismo, pero la vía burocrática no funcionó. Al final, se me dijo que era el criterio de la Fundación para la normalización del catalán. Así que, en no me recuerdo qué acto, me encaré con Francesc Vicens, dirigente del PSUC que había sido expulsado por Carrillo junto a Claudín y Jorge Semprún por veleidades aperturistas y que era el factótum político de la Miró. Después de explicarle mis infructuosos esfuerzos, le dije:
- Verás, resulta que yo me llamo Federico y no Frederic, como pone en esa invitación. Y si tú tienes derecho a llamarte Francesc y no Francisco, yo tengo el mismo derecho que tú a llamarme con el nombre que me pusieron al bautizarme. No pienso renegar de mi origen. ¿Éste es el respeto que tenéis aquí por la lengua ajena, después de tanto quejaros por la persecución de la vuestra? ¡Ni Carrillo!
- Pero hombre, si eso es un gesto de deferencia hacia tí! ¡Si es porque te consideramos de casa, parte de esta Cataluña democrática que está naciendo! y deja de estar lo de Carrillo, que fue un acto dictatorial que no viene a cuento.
- O sea, que para ser ciudadano de pleno derecho en Cataluña tengo que renunciar a mi identidad porque si no tú no estás a gusto en la tuya, ¿no? Pues mira, prefiero que no me invites a nada, no sea que parezca voluntario. Como tu expulsión del PSUC, vamos. Y tiene mucho que ver: libertad o dictadura, esa es siempre la misma cuestión.

domingo, 8 de febrero de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70.


A partir de hoy voy a dedicar una serie de "post" al último libro de Federico Jiménez Losantos. El muy recomendable:" La ciudad que fue. Barcelona, años 70". Os invito a leer unas lineas...


Publicábamos por afinidad intelectual y lo hacíamos en las dos lenguas de Cataluña desde el siglo XV, que son el catalán y el castellano. Ni nos inventábamos una persecución que, en ese ámbito, no padecíamos, ni disimulábamos el culto a la Pela rasgándonos las vestiduras por una represión lingüística que había desaparecido tiempo atrás, al menos en esos territorios imprecisos de la literatura, el arte y la cultura. Barcelona era una ciudad bilingüe. Y no eran los inmigrantes, sino los catalanes de lengua de origen, los que ya entonces y todavía ahora, tres décadas de normalización después, se empeñan en ver cine y leer periódicos en castellano. Ni en 1976 les obligaba nadie a hacerlo -ese mismo año 76, el 23 de abril, día de Sant Jordi o san Jorge, había nacio el diario Avui, que se editaba totalemnete en catalán-, ni, treinta años de "normalización" después, ha conseguido el despotismo nacionalista que se vaya al cine en catalán y se dejen de leer los periódicos en castellano, convertidos entonces en herramientas de deslegitimación de todo lo español. Los catalanes, cuando se gastan su dinero, usan una de sus lenguas para lo que quieren y la otra para lo que les da la gana. En la vida pública, en cambio, la única Transición política real que se ha vivido en tres décadas es la de haber pasado del castellano forzoso al catalán a la fuerza. de una dictadura a otra.

sábado, 7 de febrero de 2009

'¡Cómo está el servicio ( público)!'

Félix de Azúa en El Periódico de Catalunya.


Nadie tiene un duro, eso es cierto. Cuando hablas con diestros de la economía dirigen un dedo tembloroso a la sima en donde nos hundimos. Son ya tres millones los que han recibido el mordisco del vampiro y han quedado exangües. Les crecerán los colmillos, no lo duden. Pronto será el Estado el que resulte infectado, por muchas ristras de ajos que se cuelgue del cuello. Entonces comenzará de nuevo el vuelva usted mañana, los autobuses a gasógeno, la sanidad congoleña o la aviación de hace medio siglo. Los servicios públicos también irán al paro, es inevitable.
Por eso produce pasmo que el presidente de la Generalitat diga que no sabe cuánto se ha gastado su vicepresidente en repartir embajadas, por ejemplo en el edificio más caro de Nueva York. Y que el vicepresidente (alias Almeja Brillante) añada que no le da la gana decir cuánto gasta porque eso sería "darle un titular a la prensa española".

Vuelve el franquismo, cuando los servidores públicos eran los amos de la finca y los súbditos pagaban el gasto calladitos. Lo mismo puede aducirse del presidente gallego y de cuanto sátrapa engendra esta Administración. La transición fue incompleta, sí, pero no en el sentido que le dan a la frase los nuevos caciques. Fue incompleta porque no impidió la resurrección de la sanguijuela franquista. Ya ha resucitado.
Por cierto. Acabo de recibir una multa de tráfico (180 euros) cabalmente justa y que pagaré de inmediato por conducir a 81 kilómetros por hora en el cinturón de Barcelona donde la velocidad ordenada es de 80 kilómetros por hora. Hay unos metros en la entrada de un túnel con una señal que dice "60 por hora". Ahí es donde he pecado, mal súbdito que soy. Como yo, miles de barceloneses pagan cada día su cuota. En el banco lo conocen como el atraco del kilómetro 13.

Vuelve el Ruedo Ibérico con el folklore identitario y los chupatintas vestidos de narco. Cuando he visto la multa me ha dado la risa. Esta gente ni siquiera se toma la molestia de disimular. Lo más triste es que tienen las mismas aficiones que Paris Hilton.

¡Cómo está la izquierda, recórcholis!

jueves, 5 de febrero de 2009

La verdad sobre los bancos.

Señores nacionalistas.

Señores nacionalistas. Ustedes mandan ¡Qué le vamos a hacer! ... Son cosas de la Democracia. Pero les voy a pedir una cosa. Ya que vivimos en su molino, por lo menos no nos obliguen a comulgar con sus ruedas.

miércoles, 4 de febrero de 2009

martes, 3 de febrero de 2009

Foto de Montilla cuando era niño.



El que más collejas recibía de su clase.

lunes, 2 de febrero de 2009

La política es va fer amor a Catalunya.


Una columna escrita por Carlos Carnicero y publicada en El Periódico de Catalunya.


.Els nacionalsimes -no importa les dimensions que determinin la pàtria on s´apliquen- tenen factors precisos de definició. El primer és confondre el partit amb la pàtria com una prolongació de si mateix. Es converteix en intèrpret dels seus interessos. En segon lloc, l´amor. El nacionalista estima la seva pàtria perquè la posseeix. I l´amor desbordat, perquè sigui complet, ha de ser exlusiu i excloent. El nacionalista només entén l´amor a la pàtria des dels paràmetres que ell mateix estableix. Els altres catalans sent traïdors. No hi ha matisos. José Montilla ens acaba de dir que estima José Luis Rodríguez Zapatero, però que estima molt més Catalunya. Emocionant. La política transmutada en afectes i passions. Nacionalisme. La raó no compta; els interessos es camuflen en emocions.
.Defensar Catalunya com a objectiu màxim i prioritari d´un partit és un problema perquè el corol·lari és que la interpretació que es fa de Catalunya per poder-la defensar és unívoca i excloent. A partir d´aquí, un cop establerta la manera com s´ha d´estimar la nació, els que tinguin una interpretació diferent i contradictòria deixen de ser patriotes. Bons catalans, mals catalans...El nacionalista té la fórmula exclusiva d´interpretació de la nació convertida en pàtria.
.Arribar a la Generalitat després de tants anys d´oposició ha de promoure danys col·laterals. Governar per desenvolupar un Estatut juntament amb qui el va combatre ha de promoure efectes secundaris. Igual que Juan José Ibarretxe, Montilla s´ha acabat per creure que encarna els interessos de Catalunya i que està ungit per defensar-los. Però només es defensa de manera rotunda el que és concret, el que és definit. i una nacionalitat, regió o nació sempre és un fet subjectiu. José Montilla estima Catalunya més que el president del govern. Una equació impossible. Del president d´una institució no se n´ha d´esperar afectes, sinó encerts i compliments. Si la política es converteix en amor, els ciutadans deixarem de ser·ho per ser simples amants.

domingo, 1 de febrero de 2009

Alegría en el gasto

La opinión de Francesc de Carreras en La Vanguardia.


En los últimos días, se ha hablado mucho sobre la utilidad y las prioridades de ciertos gastos del Govern Montilla. Diversas cartas de los lectores publicadas en este periódico han aportado cifras concretas cuestionando la necesidad de las llamadas embajadas, mientras que el vicepresidente las justificaba en un artículo de hace dos días, también en La Vanguardia, por la necesidad de internacionalizar la economía catalana, a pesar de que las personas designadas como embajadores no respondieran a este perfil, sino a otro más político e ideológico.


La gente de la calle, los ciudadanos normales, está tratando de estrecharse el cinturón, algo natural en momentos de crisis. Sin embargo, ello no parece ser así por parte del Govern de Catalunya, que ha gastado y sigue gastando en partidas de dudosa utilidad para hacer frente a estos difíciles tiempos en los que ya estamos y los peores que se avecinan. Repasemos algunos datos.

En primer lugar, el presupuesto de la Generalitat para el 2009 asciende a 36.985 millones de euros, más de seis billones de las antiguas pesetas, una cantidad más que respetable. Sin embargo, las cantidades dedicadas a gastos de personal han aumentado en los últimos años más aceleradamente que el conjunto global. Así, desde el 2006 (último año del Govern Maragall) hasta el 2009, el incremento ha sido de alrededor de un 9,5% anual, lo cual significa que entre estos años el número de funcionarios y personal contratado -según cálculos del diario El País- ha crecido en casi 55.000 personas (se pasa de 165.033 en el 2006 a 219.400 en el 2009) y las remuneraciones se han encarecido todavía más, de 6.670 millones en el 2006 a 9.474 millones en el 2009, ahora ya una cuarta parte del presupuesto total de la Generalitat. Quizás deberían explicarse las razones de este aumento de gastos en personal que, a primera vista, no se corresponde, ni de lejos, con los nuevos traspasos y funciones.

Vayamos ahora a elocuentes pequeños detalles, utilizando cifras de gastos efectuados en el último semestre por el Departament de Vicepresidència en la promoción de federaciones de deportes quizás respetables aunque algo pintorescos: a la Federació Catalana de Pitch & Putt se le han asignado 25.000 euros en apoyo de la secretaría de su federación internacional y 8.000 a la Federació Catalana de Kick Boxing y Muay Thai para que participe en el campeonato del mundo. Por su parte, cantidades más elevadas asigna el mismo departamento en ayuda exterior: la Asociación de Empresarios de Ascendencia Catalana de Uruguay recibió 24.727 euros, el Centre de Cultura Catalana de Andorra 123.636 euros, el Casal Català de Montevideo 129.300 euros y la ciudad francesa de Perpiñán 120.000 euros para que rotule las calles en catalán. ¿Estamos hablando del chocolate del loro? Quizás.

Pero mientras unos se estrechan el cinturón, otros muestran una gran alegría en el gasto.