miércoles, 9 de septiembre de 2009

Con la inmersión suspendemos en matemáticas


Jesús Royo en La Voz Libre.

El SEDEC ha encargado un estudio para controlar la eficacia de la inmersión en niños de siete años. Una especie de auditoría. Está claro que el SEDEC no es neutral: por eso, ese estudio no nos merece precisamente una confianza ciega.

Se comparan los resultados de los niños castellanohablantes educados en castellano (grupo A) con los niños de inmersión: castellanohablantes (grupo B) y catalanohablantes (grupo C). Obtienen respectivamente, como nota de castellano, 8, 7 y 7. De catalán: 5, 7 y 8. Y el SEDEC se felicita por los resultados y la labor realizada: valoración positiva.

Pero -y aquí es donde le duele- resulta que en matemáticas los puntos son 5, 4 y 5. O sea, los que tienen la escuela en su lengua aprueban y los que aprenden en una lengua no materna, suspenden. ¡Alto! Entre aprobar y suspender hay una diferencia cualitativa: significa ir a la universidad o quedarse en la calle, significa trabajar o ir a la cola del paro.

Yo lo encuentro desolador. Que el niño 'inmersionado' gane dos puntos en catalán no es ninguna sorpresa, es de lo que se trata. Pero que el precio sea perder un punto en castellano, su lengua, y otro punto en matemáticas, creo que debería hacer sonar la alarma. La propia lengua es nuestra mayor riqueza, es el puente más directo a la realidad, a la belleza y al saber. De la propia lengua hay que tener un conocimiento extenso e intenso, dominar todos sus recursos expresivos. La propia lengua ha de estar sólida y perfectamente instalada. Y las matemáticas: indican la aptitud para el pensamiento formal, la capacidad para plantearse los problemas y los procesos para resolverlos. O sea, la plena adaptación a la vida, la capacidad para anticiparse y dominar los acontecimientos.

A los inmigrantes nos han vendido la moto de que la inmersión era una garantía para encontrar trabajo en el futuro. Pero yo creo que, tal como pintan las cosas, la inmersión nos deja más desarmados que nunca. Los ‘inmersionados’ en su gran mayoría continuarán haciendo de basureros, albañiles y mujeres de la limpieza.

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