miércoles, 29 de diciembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (y 73)

Con este post acabo la serie dedicada al libro de Fernando García de Cortázar.


Franco y sus colaboradores se aseguraron la obediencia pasiva de sus súbditos, a los que se adiestró durante años en el rechazo a la política y a la que se orientó hacia la adormidera radiofónica o televisiva y la fijación en objetos superficiales, de corte deportivo o folclórico, siempre inocuos para el poder. El dictador murió en la cama, atesorando las arcas del poder que nadie se había atrevido a quitarle en vida. Un mito crea a veces otros mitos. Ua estatua es siempre una pregunta de un niño. Una película, una comedia negra, es a veces un pedazo de historia enterrada, de historia íntima, que nos cuenta el mundo o el sueño del mundo en que vivíamos. La paz de Franco nunca fue paz porque ésta es imposible sin libertad, porque la paz nunca es compatible con la cárcel, el exilio o la mordaza. La romántica juventud del gran antifranquismo tampoco fue tan romántica ni tan joven ni tan grande. La crónica de aquellos sueños coloreados, y luego su nada utópica desaparición, tienen también su pregunta y sus mitos.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (72)

Hay ocasiones en que lo necesario es borrar un rastro, marcar distancia, dar pruebas de una hostilidad hacia un dictador y unos colaboradores que no se mostró cuando el dictador vivía y los colaboradores mandaban. De alguna forma, tras la muerte de Franco, en España ha ocurrido lo mismo que sucedió en Francia cuando se liberó París. Todos los franceses habían estado en la resistencia y todos habían cantado en alguna ocasión delante de algún alemán la Marsellesa, porque todos los franceses estaban convencidos de que aquella escena de Casablanca, aquella escena en el bar de Rick de Casablanca cantando la Marsellesa, la habían protagonizado ellos mismos. Los miles de franceses que habían agitado banderitas al paso de los carros alemanes o que habían guardado silencio mientars los gendarmes detenían a los judíos o a los maquis de la resistencia y los enviaban a los campos de concentración, habían desaparecido el mismo día de la liberación.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (71)


Las historias que los nacionalistas catalanes cuentan para después de la guerra olvidan a menudo que la Cataluña de la juerga revolucionaria aterró a la gran burguesía y a las clases medias. Que la guerra civil, como en el resto de España, supuso el ensañamiento de catalanes contra catalanes. Que la represión del 39 fue masiva, arbitraria y clasista -se ensañó con campesinos y obreros- pero que la desatada por los utopistas del 36, aunque menor, también fulminó a un buen número de catalanes: periodistas, abogados, militares, y algunos notables que venían siendo públicamente hostiles a los sueños revolucionarios que se anunciaban en las calles. Que quienes militarmente terminaron por aplastar la utopía revolucionaria traían una idea totalitaria y centralizadora de España. Que a esa idea de patria se adhirieron por simpatía, entusiasmo e interés, muchos catalanes. Cambó y la burguesía financiaron a Franco. Josep Pla, exiliado en Roma durante la guerra civil, trabajó como espía del general rebelde. Juan Estelrich fue uno de los propagandistas más refinados de la dictadura y Eugenio d´Ors se conviritó en la gran figura intelectual de la España franquista.

Los mitos de la Historia de España. (70)


Tras la guerra media España ocupó a la otra media, lo que quiere decir también, muy a pesar de quienes han inventado una Cataluña exclusivamente republicana, que media Cataluña ocupó a la otra media. La persecución política que sucedió a la guerra civil y la prohibición del catalán no procedió, como se repite una y otra vez, de una agresión exterior de fascistas que sólo hablaban español. En Cataluña muchos sintieron con alivio la derrota republicana por aquello que se recuperaba con la entrada triunfal de Franco en Barcelona: la paz social, las fábricas, las empresas, las tierras, los bancos, los títulos de propiedad y el viejo orden de poder económico.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (69)

La verdad era que Estados Unidos y la guerra fría vinieron en ayuda de Franco y no al revés. La verdad era que el dictador no podía haberse anticipado de ninguna manera en la guerra contra el demonio comunista por el simple hecho de que jamás había combatido contra el comunismo, por el simple hecho de que en España, hasta el desmoronamiento de la República, e incluso después, el número de comunistas era bien escaso. Prueba de ello es que en 1936 sólo había en las Cortes diecisiete diputados comunistas, muchos de los cuales debían su escaño a votos republicanos y socialistas. Ramón J. Sender llegó a decir, con el paso de los años y el exilio, que Franco había traído los taqnues rusos a España, y Stalin, con su juego de espías, había terminado trayendo los tanques de Franco a Madrid.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (68)


José Antonio Primo de Rivera y su Falange estaban de capa caída desde que en 1945, con el final de la segunda guerra mundial, los apoyos exteriroes más importantes del dictador habían sucumbido y éste se encontraba indefenso ante el mundo. Con la depuración de los políticos e ideólogos fascistas que se avecinaba en Europa, nuevas voces internacionales y viejas voces del exilio pusieron el acento personal en la condena de la excepción española y exigieron el relevo de Franco. Fueron los peores momentos de la historia del régimen. El gobierno republicano en el exilio recobró, momentáneamente, su viejo horizonte. La correspondencia epistolar con don Juan de Borbón subió de tono y el pretendiente se sintió con arrestos suficientes para disparar su manifiesto de Lausana, emplazando solemnemente a Franco para que "reconociendo el fracaso de su concepción totalitaria del Esatdo" abandonase el poder. La guerrilla del maquis, que desde la guerra civil venía luchando en los montes por un puro acto de fe o de supervivencia, se cargó de utopía con la esperanza de que las potencias aliadas sostuviesen la causa republicana española.

martes, 14 de diciembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (67)


Todo cambiaría con el ocaso de los totalitarismos en Europa. El rumbo de la segunda guera mundial y el atisbo de la derrota alemana empujó a Franco a domesticar definitivamente la falange y a buscar la cobertura internacional de la Iglesia para asegurar la supervivencia propia y la de su régimen. La caída de Serrano Suñer anticipaba un cambio de vía, ratficado más tarde con la depuración de los falangistas duros y con el nombramiento de Alberto Martín Artajo, presidente de Acción Católica, como ministro de Asuntos Exteriores. Franco y la Igleisa se utilizarían mutuamente. El general aspiraba a dirigir la vida por entero de los españoles y a instaurar un régimen en el que todo estuviera reglamentado; los obispos iban a epxlotar su oportunidad única de hacer de España, por fin, verdaderamente católica. Tenía razón Azaña cuando en 1937, en medio de la guerra civil, escribía: "Hay o puede haber en España todos los fascistas que se quisiera. Pero un régimen fascista no lo habrá. Si triunfara un movimiento de fuerza en España, recaeríamos en una dictadura militar y eclesiástica de tipo tradicional. Por muchas consignas que se traduzcan y muchos modos que se pongan. Sables, casullas, desfiles militares y homenajes a la Virgen del Pilar. Por ese lado, el país no da otra cosa..."

Los mitos de la Historia de España. (66)


Uno de los mitos más perseverantes del franquismo fue el de la entrevista de Hitler y Franco en Hendaya, que convirtió al dictador español en un político valiente y hábil, que frenó al alemán y ahorró a España las penalidades de otra guerra. El engaño se llenó de imágenes y relatos, y millones de españoles lo creyeron. La verdad, sin embargo, iba por otro camino. Franco había deseado en todo momento entrar en guerra y compartir el festín que anunciaban los tanques alemanes con su fulminante paseo por Europa. Tras la invasión de Polonia y el estallido de la contienda, el general proclamó una neutralidad engañosa que buscaba dejarse seducir por el Eje e inició la danza de viajes, presiones y entrevistas que miles de españoles se aburrieron de ver en los pases sucesivos de los cines de barrio. En Hendaya, Franco estaba dispuesto a participar en la guerra y reclamó como botín las posesiones francesas del norte de África, así como ayuda militar y regalos económicos, pero el Führer, más interesado en la Francia colaboracionista de Pétain, pensó que era un precio demasiado alto por el concurso bélico de un país extenuado y dijo que no. Hitler no llegó en ningún momento a lanzar ultimátum alguno a Franco, sino que hizo lo que más le convino y si España se mantuvo al margen de la segunda guerra mundial fue debido a la situación catastrófica que atravesaba el país y a la parsimonia con que el general tomaba sus decisiones.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (65)


En los quioscos de periódicos se anunciaban libros como "Mi lucha", de Adolfo Hitler, y los niños hablaban de Stukas y otros aviones como si estuvieran pilotándolos todos los días. Serrano Suñer, ideólogo de Falange y ministro de Asuntos Exteriores, se desvivía en elogios hacia el régimen de Hitler, cuya ascensión constante, "obra del mejor espírtu del pueblo alemán", había transformado la Alemania vencida de 1932 en la Gran Alemania del cuarenta, y Franco, que no quería perderse aquella página de la historia, se alineaba política, ideológica y culturalmente con el Eje. Mientras tanto la prensa competía con ditirambos políticos y militares en su zalamería y adulación a Franco equiparando éste a los heroes de la historia de España y los emperadores romanos hasta llegar a proclamarlo Caudillo de Occidente, al lado del cual, Churchill o Roosvelt no eran más que insignificantes enanos.

Los mitos de la Historia de España. (64)


Franco y su régimen cultivaron un silencio espeso sobre el holocausto nazi y los miles de españoles que habían ido a parar a los campos de exterminio. Los exiliados del común, la gente de a pie, eran los rojos asesinos de la guerra. Los políticos y prohombres de la República eran los ladrones que habían huido con el botín salpicado de sangre, los usurpadores del tesoro de España, los forajidos a los que el alud nazi arrastraba lejos de la Francia de Vichy. Las reservas de oro del Banco de España, que la República había tenido que devorar hasta la última onza para comprar armas y víveres en todo el mundo y así no derrumbarse en los campos de batalla, que Negrín había trasladado a Rusia y convertido en aviones, tanques, piezas de artillería y fusiles con que combatir al ejército rebelde y sus aliados, aquellas reservas de oro del Banco de España se transformaron de pronto, a los ojos de los españoles de la posguerra, en el botín de guerra de los republicanos, en un relato mítico lleno de codicia y delincuencia que permitía a los vencedores ensordecer la voz dolorida dele exiliado.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (63)


Cuando se habla de España se piensa en la Inquisición, la intolerancia, la sangre caliente, los generales del XIX y las dictaduras del XX. Cuando se habla de Francia se piensa en el país de Voltaire y la Marsellesa, pero no se recuerda el trato vejatorio que sus gobernantes dieron a los fugitivos de la guerra civil española ni que el gobierno de Vichy detuvo a decenas de miles de judíos y extranjeros y los envió en trenes franceses a los campos de concentración alemanes.
En 1939 el pánico de la derrota empujó a miles de españoles a buscar amparo al otro lado de la frontera, pero se equivocaron. Francia recibió aquella ola humana que buscaba cobijo después de una guerra y una larga marcha a pie en pleno invierno como se recibe ganado, y la trató con golpes y alambradas. Manuel Azaña habla en sus "Memorias" de la caza del español fugitivo en los caminos de la frontera de Perpiñán. Libertad, fraternidad e igualdad parecían pertenecer a un código secereto, solamente descifrable por ciudadanos franceses. Unos 450.000 españoles entraron en el país vecino aquel invierno de 1939. Más de la mitad regresaráin a España en los meses siguientes como espectros que vuelven muy despacio a la vida, viéndose atrapados de nuevo en un mundo de crueldad carcelaria. El resto, los que decidieron no regresar se conviritieron en apátridas errantes, seres de viento arrastrados por los azares y los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

Los mitos de la Historia de España. (62)


Las mejores inteligencias que había en Europa central a principios de los años treinta escaparon del nazismo o fueron expulsadas por las tiranías que arraigaron en sus países, y ese inmenso alud migratorio fue el fermento en Estados Unidos de una edad de oro que abarcó todas las artes y todos los saberes, desde el cine de Hollywood hasta la pintura o la física nuclear. Las mejores inteligencias que había en España a finales de los años treinta escaparon de los vencedores del 39 por miedo a las represalias o por convicciones ideológicas, y ese aluvión de transterrados llevó al otro lado del Atlántico, además de la derrota, una cultura liberal y sólida que enriqueció el latido de vida de un México recién nacido a la modernidad.
León Felipe escribió que Franco se quedaba con todo, con la hacienda, la casa, el caballo y la pistola, pero que suya y del exilio era al voz antigua de la tierra, que suya era la canción...

viernes, 3 de diciembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (61)


Fueron los presos republicanos que recorrieron los caminos de España, agotados y cubiertos de andrajos, vigilados de cerca por guardias o escoltas, para trabajar en la reconstrucción de un país devastado, atravesado de escombros. Los vencidos, se decía, eran los culpables de la guerra y de todas sus desgracias: por tanto, ¡que reconstruyan lo que han destruido! Fábricas de llanto negro, las abarrotadas prisiones se despejaron poco a poco sin necesidad de promulgar una amnistía, ese perdón que hubiera permitido a los vencedores dar la mano a los vencidos, reconocer que los sueños y la vida de muchos de ellos no merecía ser hundida en el abismo de aquellas terribles palabras: condenado por auxilio a la rebelión... condenado por adhesión a la rebelión. Los vencidos fueron, de este modo, la mano de obra barata del Estado y de muchas empresas. Carne de cañón de la paz, con su trabajo forzado se construyeron los embalses más importantes de la época, se completó la red ferroviaria, se reoconstruyeron pueblos enteros, se levantaron cuarteles y viviendas por todo el país, el dictador labró su tumba de faraón y numerosas empresas rellenaron sus cuentas de resultados. Era el perdón. Era la patria, que llegaba a fuerza de golpes y a fuerza de sol, con un sueño despedazado de pan reñido.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (60)

Franco dejó fuera de la ley -reos de delito de rebelión- a quienes se habían mantenido fieles a la República. para ellos la paz era la terrible rueda de los juicios sumarios, las penas de muerte y las cárceles. Hubo paseos, ejecuciones a garrote, crueles procesos de depuración que se prolongaron en el tiempo. Hubo miles de personas que se vieron obligadas a derrotar del pasado. Hubo miles de personas que se escondieron en sótanos y desvanes para ponerse a salvo. Hubo miles de personas asesinadas con la cobertura de la Ley de Responsabilidades Políticas. Hubo miles de personas que vieron pasar los años entre los muros de una prisión. Hubo miles de personas condenadas durante años a trabajos forzados. La paz de Franco supuso la muerte, el exilio o la reclusión de miles de periodistas, intelectuales, funcionarios, políticos, poetas, republicanos de derechas y de izquierdas, monárquicos de izquierdas, obreros, profesores, campesinos...

Los mitos de la Historia de España. (59)


Decía Flaubert, con no poco optimismo, que si los gobernantes de su época hubieran leído "La educación sentimental" la guerra franco-prusiana no habría tenido lugar. Quizá si los españoles de finales de los setenta y comienzos de los ochenta, en lugar de emparedar los años de silencio, se hubieran enfrentado con las historias viejas y terribles de su educación sentimental los nacionalismos excluyentes no se hubieran perpetuado a través de la democracia. Quizá los españoles hubieran dejado de sacralizar pasados de campanario y hoy en el País Vasco el verdugo no gozaría de respeto, el horror y el chantaje no serían, como los árboles, un objeto más en el paisaje, las víctimas del terror tendrían la piedad de los sacerdotes, lal gente podría decir ciertas cosas en voz alta y comprar ciertos periódicos sin sufrir miradas de odio, en las escuelas no se enseñaría el dogma ni el rencor por miedo a morir...

martes, 30 de noviembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (58)


La crónica del franquismo es la crónica de una dictadura y un pueblo anónimo que sólo podía comunicarse con mitos: Franco, patriota que libró a España del comunismo y de la segunda guerra mundial; Franco, motor del desarrollo del país; Franco, escultor de la paz... La crónica del franquismo es la crónica de un nacionalismo histórico y providencialista que negó el patriotismo a media España. Hay ocasiones en que hacer la biografía de un tiranno y sus mitos puede enseñar a amar la libertad.

Los mitos de la Historia de España. (57)

Las palabras, los libros, pueden descansar abandonados en largas y oscuras filas de estantes, su aliento puede llenarse de polvo, conservarse no como un pensamiento, no como un espíritu, sino como un objeto muerto e inútil, como un simple libro que le hace preguntarse al lector, cuando por casualidad cae entre sus manos, si alguien lo habrá abierto jamás antes que él y si alguien lo cogerá jamás tras él, mientras el mundo exista. Un libro puede llegar a ser un cúmulo de páginas amarillas, un abanico de partículas de polvo, una urna de pensamientos muertos. Una estatua antigua en la vía pública es siempre una pregunta que un niño hacia a su padre -¿Quién es ese hombre a caballo?-. Una estatua antigua es siempre una imagen que envuelve una historia. La figura hechizada en la piedra contiene un relato oculto, un subsuelo en el que yacen los fantasmas de ayer, como un iceberg sumergido en el agua. En el pasado los monumentos se levantaban para mayor gloria de los reyes, de los generales, de los dicatdores... pero el porvenir dura mucho tiempo y, a veces, aquello que se erigió en honor de un tirano se convierte en memoria de la tiranía y de las víctimas de esa tiranía.
La estatua despierta la curiosidad del niño que pregunta en busca de un significado. Las palabras del padre la iluminaban con una pequeña historia. La estatua es como aquellos hombres de Fahrenheit 451 que en tiempos de oscuridad iban por los caminos y vías férreas abandonadas, vagabundos por el exterior bibliotecas en el interior, con un libro que querían recordar y salvar de la hoguera.

Los mitos de la Historia de España. (56)


Muchos murieron pensando que no habían dejado nada de sus ilusiones por el mundo, que les había faltado tiempo o fuerza o decisión o coraje para hacer realidad lo que soñaban. Muchos esperaron sin fin a que el dictador y su régimen se transformara en pasado, hsitoria. Muchos esperaron, esperaron, esperaron... Por esta razón, el día en que se retiró de El Ferrol la estatua de Franco, hubo quien dijo que aquello era un acto de justicia poética, como si desterrando la figura inmóvil del general se pudieran desagravar miles de vidas demasiado corroídas por una tristeza y un desencanto que ya no se puede extirpar; como si desgajar al dictador de la ciudad de su infancia sirviera de consuelo a los primeros muertos, aquellos muertos invisibles de la posguerra que andaban por un paisaje sin árboles, entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes de tierra que no cabía en el hoyo de donde se había sacado; como si decapitar una estatua pudiera devolver a aquella generación desarraigada de la que habla Blas de Otero, aquellos hijos de la ira, la luz prodigiosa de Antonio Machado o Max Aub, las rotas raíces de una cultura deshecha de exilios, de cárceles, de penas, de olvidos.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (55)


Hay veces en que los sueños de los perdedores, los deseos que parecían más imposibles, se cumplen. Quien aguarda sabe que la victoria es suya, dice Antonio Machado. De los resistentes es la última palabra, apostilla Albert Camus. Hay veces en que la historia es un relato contado por la voz transterrada de los vencidos, aunque quien perdió y se refugió en la espera haya muerto derrotado, no llegue a saberlo y tal vez ni siquiera le sirva de consuelo lo que dice el filósofo: que el porvenir es largo, y además no importa. En vida, los perdedores de la guerra civil tuvieron que exiliarse o sobrevivir a la oscuridad, el vacío y la soledad de un presente tallado en la mitología de los vencedores: réquiem por los caídos, sombríos cipreses, brazos en alto, escombros... Muchos cerraron los ojos al mundo imaginando una muerte a soñar en voz alta.

Los mitos de la Historia de España. (54)


Fue un objetivo central en la política del régimen de Franco mantener la división de España en dos Españas: la España de los vencedores y la España de los vencidos. Una España supuestamnete auténtica, la nacida de las cenizas de la guerra; y la anti España de la República, aquella que en palabras del general estaba poblada "de indeseables, los verdaderos criminales comunes de nuestra guerra, que después de ensangrentar el país con sus martirios se llevaron al extranjero el fruto de sus saqueos". Hoy, después de una transición y una democracia, la óptica es la misma, pero al revés, como si nos hubiéramos metido en el espejo que Lewis Carroll inventó para Alicia. Es un lugar común en el discurso de muchos políticos españoles que la guerra civil fue una lucha entre "fascistas" y "demócratas" La manipulación de la historia se repite y se olvida interesadamente que el odio podrido reventó tanto en Baadjoz como en Madrid; que la lucha incivil no era una lucha sola, sino muchas luchas enconadas en el corazón de España; que en la ruina de la República no sólo contribuyó "la agresión fascista" sino la ceguera sectaria y la incompetencia de una gran parte de la izquierda; que en el bando republicano no todos eran, ni mucho menos, demócratas ni defensores de la libertad...

Los mitos de la Historia de España. (53)


Fuera quien fuera el vencedor, la guerra, pensaba Azaña, terminaría para él con una derrota. La paz se había desprendido de España y con ella, el proyecto de toda una vida, su vida; y con ella, el aliento de toda una generación, su generación; y con ella el sueño de un país que, después de dos siglos de ausencia, estaba de nuevo presente en el mundo gracias a sus hombres de letras y de ciencia... el sueño de un país que ya no existía, que era pasado, ruinas... su país. El presidente de la República se sintió más que herido por la guerra. Tras la imagen impasible, digna, que mostraba en los mítines y en los actos ofciiales, estaba la deslalción, la desolación que bate en las entrañas como el relámpago. No era ya su fracaso de la República, el fracaso de España por entrar en la modernidad.

Los mitos de la Historia de España. (52)


La guerra civil, sin embargo, no fue una guerra en la que se enfrentaron dos Españas, no fue una guerra entre fanáticos de izquierda y derecha. La guerra civil no fue una, sino muchas guerras que se solaparon entre sí, exacerbando las amarguras y los desgarros individuales. El mito de dos Españas extremistas devorándose mutuamente proyecta al mundo la imagen de una lucha de fascistas contra comunistas, de católicos contra ateos, de separatistas contra centralsitas, de campesinos hambrientos contra terratenientes rapaces... pero tritura el matiz humano, el matiz que nos dice que los hombres y mujeres de las fotografías de aquellos años inciviles tienen nombres y apellidos, no son tipos ni ejemplos, ni siquiera habitantes perdidos de ese reino imaginario, la memoria. Traspasado de herrumbrosas lanzas y en traje de cañón, el mito de las dos Españas borra la singularidad absoluta de los seres humanos, y al borrar ese matiz distorsiona la realidad profunda de la guerra, la sepulta.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (51)


En 1919 Ortega y Gasset: "Hoy, sobre el horizonte de España, aparecen dos fantasmas: el de la revolución, agitado por unos, y el de la represión, sostenido por los del bando opuesto. ¿No habrá nada más que eso en el inmediato porvenir de España? ¿No se sabrá elegir un camino ancho y limpio?"
Para muchos españoles la Segunda República fue aquel camino ancho y limpio, un camino que se abría paso en 1931 sin ruido de armas ni derramamientos de sangre. El camino, rodeado desde el comienzo de una atmósfera de amenaza, duró seis años. En 1936, el estallido de la guerra civil destripó sus terrones de progreso y sembró en muchos intelectuales la convicción de que todo había sido un sueño -las obras fracasadas, los ilusorios planes de Azaña...-, de que arrancándose la carne a dentelladas los espñañoles cumplían un destino funesto, como los héroes de una tragedia griega, como esos dos individuos que pintó Goya enterrados hasta las rodillas y matándose a garrotazos.

Los mitos de la Historia de España. (50)


Tenía razón Ramón J. Sender: todas las guerras civiles están irremisiblemente perdidas. La de 1936 rseultó, además, tres veces perdida: primero en aquellos tres años de infierno jamás mitigados; luego en el exilio de quienes tuvieron que huir para salvar la cárcel o la miseria de quienes se quedaron; y, finalmente, durante muchos años, en la historia. Decía Francis Bacon que las nociones falsas se apoderan del entendimiento de los hombres con gran facilidad y suelen permanecer muy firmemente arraigadas, de modo que la verdad encuentra sólidas resistencias para abrirse paso. Francis Bacon escribía en el siglo XVII, pero sus palabras explican perfectamente lo que ha ocurrido en el siglo XX con le recuerdo de la guerra civil española.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (49)


Los grandes perdedores de la Transición no fueron como aún se escribe o se dice con adherencias de nostalgia, la Niña Bonita ni tampoco aquellos jóvenes de los sesenta que militaron en la resistencia antifranquista y estaban encuadrados en partidos cuyos programas anhelaban la revolución violenta y la dictadura del proletariado. La gran perdedora de la Transición fue la memoria. Entre la urna y la metralla terrorista, la senda hacia lal democracia se pavimentó sobre el olvido del pasado, de sus tragedias colectivas y personales, pero sobre todo se construyó sobre el olvido de la tradición liberal e ilustrada, aquella que había dado nervio ético e impulso cultural a la nación durante dos siglos. La gran perdedora de la Transición fue la España liberal del 31, cuyo latido quedó enterrado definitivamente en los cementerios de la historia. Franco la había triturado de exilios y penas durante su estancia en el poder y la democracia del 78 dejó que se secaran sus últimas raíces.

Los mitos de la Historia de España. (48)


La monarquía española es una institución de un solo cuerpo, profundamente humano, reacia a complicidades divinas que a la larga no tolera el pueblo. Ni el nacionalismo del siglo XIX, auténtica religión encubierta, lograría sacralizarla, fracasando en 1868 y 1931. De ahí que, la historia manifieste una profunda veta anticlerical y antimilitarista pero no antimonarquismo en sentido estricto. De ahí que en los años de la Transición, cuando la monarquía supo reconvertir su deuda franquista en crédito democrático, cuando el rey Juan Carlos hizo suya la ilusión republicana por las libertades y la modernidad y se dispuso, no a gobernar, sino a reinar -nada más- el carlismo y la esperanza republicana desaparecieron de la escena política, aliviando a la Corona de las amenazas que durante cien largos años habían gravitado sobre ella.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (47)


Antonio Machado cantaba a Líster, jefe de los ejércitos del Ebro:

Si mi pluma valiera tu pistola de capitán,
contenta moriría


Y en Burgos fascinado por las hazañas del héroe armado y guerrero, Manuel Machado laureaba el avance del general Franco:

Caudillo de la nueva Reconquista,
Señor de España, que en su fe renace,
sabe vencer y sonreír, y hace
campo de pan a la tierra de conquista.


Dos hermanos separados a uno y otro lado de la historia por una guerra civil en la que dos poetas hicieron, de la España del crimen y el desvelo, canto.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (46)


Desde el momento en que ETA colocó por delante de su reivindicación nacional, muchos curas vascos prefirieron suspender su juicio ético sobre las acciones terroristas. Lo hicieron en los años de la dictadura y lo han venido haciendo, cada vez en menor número, tras la muerte de Franco. Ante un "movimiento de liberación nacional" fueran cuales fueren sus procedimientos, no cabían respuestas condenatorias porque, como dice un eslogan perverso, que es, a la vez, grito y pintada: "El pueblo no perdonará." Mientras el dictador viviese no faltarían tampoco sectores de la población española que estuviesen dispuestos a cerrar sus ojos ante el terrorismo etarra. Pero quien justifica un asesinato se coloca en el plano inclinado de justificar muchos más y la Iglesia vasca que se acostumbró a convivir con el terrorismo y que fue aumentando su componente nacionalista en los primeros años de la transición, dejaría pasar el tiempo en una cadena de complicidades y silencios antes de situarse, con excepciones, enfrente de ETA.

Los mitos de la Historia de España. (45)


Las raíces del nacionalismo catalán no son republicanas ni liberales sino profundamente católicas y profundamente conservadoras. Las raíces están en la Renaixença, cuyos insignes representantes fueron muy del gusto de Menéndez Pelayo. Cataluña no era ni moderna ni antigua, era medieval, debía ser medieval, espíritu de honor, moral severa y fe sólida, según el ensueño de Milá y Fontanals. Cataluña era una nación esencialmente católica, como decía al estilo de su admirado Menéndez Pelayo el obispo Torras i Bages en "La tradición catalana": "A Cataluña la hizo Dios, no la hicieron los hombres." Cataluña debía aspirar a la representación corporativa mediante el sufragio de los cabezas de familia, por gremios y profesiones, a fin de acabar con el parlamentarismo que entregaba el gobierno a los charlatanes de oficio, de acuerdo con el espíritu de las "Bases de Manresa". Su solución, según Prat de la Riba, era la representación corporativa, el Estado federal en el interior y el imperialismo en el exterior, imperialismo como expansión cultural, política y económica de Cataluña a costa de las naciones menos cultas, a las que cabía imponer la civilización más desarrollada por mecanismos pacíficos o por la fuerza.

jueves, 11 de noviembre de 2010

viernes, 22 de octubre de 2010

jueves, 14 de octubre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (44)


El enviado de Mussolini no andaba descaminado. De la misma manera que el fascismo italiano había nacido en Milán, ciudad industrial y conflictiva, el español podía emerger en la ciudad de Prat de la Riba. El mismo Giménez Caballero, que había pasado una temporada en Barcelona, llegó a soñar con ello y escribió artículos en catalán pensando impulsar el fascismo desde el corazón de Cataluña. En Barcelona se hablaba entonces de la superioridad de la raza catalana, se criticaba con dureza el liberalismo, se conjuraba la tierra y los muertos, se soñaba con imperios y naciones inferirores que dominar...
A finales del siglo XIX el doctor Bartomeu Robert, alcalde de Barcelona, hacía exhaustivas mediciones de cráneos a gentes del país, para demostrar que efectivamente la estirpe catalana era superior. Ya metidos en el siglo XX el joven Eugenio d´Ors, lector ferviente de Sorel, "el nuevo profeta de la espiritualidad obrera", y devoto seguidor del futuro consejero de Pétain, Charles Maurras, lanzaba sus glosas aristocráticas contra todo lo que oliera a democracia y a liberalismo mientras los vanguardistas José Vicente Foix y, sobre todo, José Carbonell, educados en el catalanismo de Prat de la Riba y la Lliga Regionalista, acusaban a Cambó de no entender la novedad del fascismo y de no plantearse su posible adaptación a Cataluña.

Los mitos de la Historia de España. (43)


Ni Cataluña fue sólo moderna y europea, ni la burguesía catalana fue progresista, ni el autoritarismo o el imperialismo de corte fascista fueron delirios creados en la rural y decrépita Castilla, como imaginan, o desean imaginar, los nacionalistas catalanes del siglo XXI. Un mito muy extendido en España tras la muerte de Franco y el asalto de los nacionalsimos periféricos al Estado consiste en inventar una Castilla mística y homogénea, impositora de caudillos, refugio de esencias opresivas, creadora de autoritarismos y cortes fascistas. Castilla sería únicamente el solar del cacique y los grandes propietarios agrícolas, el grito regeneracionista de los cirujanos de hierro, ¡pantano o muerte!, los delirios de la raza medio católica medio agraria de Gil Robles, el brazo en alto de los jonsistas de Ramiro Ledesma y las añoranzas medievales, Cid y Caudillo incluidos, de Dionisio Ridruejo. Castilla sería únicamente el lema "Castilla, salva España" de los seguidores de Onésimo Redondo. Todo
lo ocurrido desde 1874 sería culpa de los sueños engendrados en la Meseta, tierra donde al parecer cuando el cocido llegaba a los estómagos tenía ya sustancia de catolicidad e imperio.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

martes, 21 de septiembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (42)


Antes que catalanes eran burgueses. Por esa razón la gran burguesía catalana no se detuvo en nostalgias a la hora de sacrificar su catalanismo en aras del balance comercial cuando así lo reclamaron las circunstancias sociales o políticas. Nunca hubo una burguesía sujeta al sepulcro de jaime I. Los vínculos económicos, los intereses de clase y la necesidad de entenderse con los gobiernos liberales siempre pesaron más que los mitos de la Atlántida, de la misma manera que en el siglo XVIII América había pesado más que las lágrimas de 1714.

Los mitos de la Historia de España. (41)


Cataluña no fue la respuesta ofrecida por Barcelona a la España propuesta por Madrid, capital de la monarquía y centro urbano de la vieja Castilla, ni el catalanismo del siglo XIX se debió a una reacción de la burguesía y la intelectualidad barcelonesa contra un Estado español opresor, castellanista y centralista. Los catalanes del siglo XIX, como sus antecesores del XVIII, participaron plenamente, y sin albergar dudas al respecto, en la construcción de la España moderna. Catalanidad y españolidad eran dos alientos estrechamente hermanados entre sí.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (40)


Decir que los Borbones "descatalanizaron Cataluña" al prohibir la lengua vernácula en la enseñanza es llevar al siglo XVIII los inventos de algún historiador acosado por los fantasmas del franquismo. La muy citada Real Cédula otorgada por Carlos III en 1768 y las provisiones de años posteriores no iban dirigidas a la gente en general, analfabeta y alejada de las aulas en la sociedad del Antiguo Régimen, sino a los grupos selectos y adinerados, cuyos hijos debían ocupar los altos cargos de la administración, las finanzas, el comercio o el ejército y ya se educaban en latín y español desde antes de Carlos III y desde antes de los Reyes Catóicos sin mayores nostalgias. Leídas en su contexto, las leyes de uniformización lingüística del siglo XVIII proceden en su mayoría de leyes del comercio, de administración común, de unificación de moneda y de liquidación de aduanas, de modo que en el mismo documento donde se regulan esas materias aparece la referencia a la lengua castellana. Leídas en su contexto, ocurre que esas leyes a quienes más interesaban era a los fabricantes y comerciantes catalanes, hechizados por las jugosas ganancias que podía reportarles el mercado de las colonias americanas. En el fondo, la única imposición de Carlos III a los catalanes fue abrirles unas rutas comerciales donde se negociaba en español: el comercio con América. Comercio sin el cual sería imposible entender la Cataluña moderna.

Los mitos de la Historia de España. (39)


Lo que no se dice es que si el español se extendió a Cataluña fue porque la cultura, el comercio, la industria y las finanzas apostaron por la lengua de Cervantes, una lengua internacional con la que hasta el siglo XVIII podía recorrerse Europa, Asia, África y América con mucho provecho. "Lenguaje de blancos y de indios, y de negros, y de mulatos; lenguaje de cristianos católicos y no católicos, y de no cristianos, y de ateos; lenguaje que vivien bajo los más diversos regímenes políticos", escribiría Miguel de Unamuno a comienzos del siglo XX.

Los mitos de la Historia de España. (38)


Hacia la mitad del siglo XVIII, Antonio de Capmany describía el catalán como un idioma antiguo y provincial, muerto para la república de las letras. Capmany aspiraba, como en el siglo XIX Piferrer o el propio Aribau, autor de una conocida oda a la patria, a que se le reconociera sobre todo como escritor en español, y aunque los poetas de la Renaixença explicaran la decadencia literaria del catalán por la pérdida de peso político de Cataluña y se dijera que el castellano se había beneficiado de ser la lengua de la Corte y del gobierno, lo cierto es que su expansión natural por tierras de Aragón, Valencia o Cataluña se debía sobre todo a los intereses comunes de las elites, a su fonética innovadora ya que en el siglo XVI -para Capmany ya en el XIII el castellano era la lengua más bella, pulida y suave de Europa- tenía una gran proyección internacional.

martes, 14 de septiembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (37)


La expansión del castellano por tierras de Cataluña hallaría así su raíz en una supuesta operación desnacionalizadora programada por un hipotético invasor: caínes de lenguas hermanas, caínes insomnes que no descansan hasta ver seca la voz de Muntaner, quebrada la ruta de Llull... caínes salidos de la meseta mística y guerrera... Ignorando a propósito que la economía, la necesidad de comunicarse, las múltiples formas que tiene la gente de ganarse la vida y la consideración de la lengua como un bien que garantice esa ganancia están siempre detrás de la difusión de las lenguas y de la legislación hecha a su propósito, la castellanziación vendría impuesta por una Inquisición, unos obispos y un clero de procedencia meseteña, primero, por la política desarrollada a partir de las directrices de Nebrija, después, y finalmente por los Borbones del siglo XVIII, nebulosos antecedentes de Franco y su encarnizada persecución de todo cuanto sonara a catalán.

Los mitos de la Historia de España. (36)

Seguimos con los retazos del libro de Fernando García de Cortázar.



Más que recordar lo que de aventura común tuvo el siglo de la Ilustración, lo que de intereses compartidos hay en los Decretos de Nueva Planta -leyes, a despecho del mito, que sí tendían a uniformar España pero no a castellanizarla-, los nacionalistas catalanes prefieren construir una memoria de tenebrosas fortalezas y de reyes que ocupan militarmente Barcelona y trituran la lengua de "la nación". Felipe V y Carlos III han pasado a la historia como los reyes que impusieron el castellano al servicio de la uniformización y que prohibieron el catalán, algo que, supuestamnete, el pueblo y la inteligencia catalana debían de sentir, por fuerza, como una humillación. Lo peor, sin embargo, no es el murmullo de rencor que late detrás de esa imagen. Lo peor es que el mito ha terminado por cuajar, por flotar en el aire, por ser una certeza común. Lo peor es que la mayoría de los españoles han terminado por interiorizar la idea de un trato injusto y vejatorio para las lenguas minoritarias, un trato que se debe a la intromisión más grosera del castellano y a su imposición a golpe de decreto. El mito se ha hecho carne, y aunque la comunidad lingüística se haya conseguido por necesidad e interés, aunque el verso castellano deba mucho a escritores catalanes, aunque su supuesta intromisión haya sido en el fondo aquella que señores, notables y comerciantes catalanes ha querido que fuera, el murmullo que perdura es el de una lengua que avanza por las tierras de España en compañía de fieros conquistadores, monjes inquisidores, reyes absolutistas y terribles dictadores.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (35)


La tozuda resistencia que opuso Barcelona a los ejércitos de Felipe V tampoco fue la lucha heroica y popular que celebran cada 11 de septiembre los nacionalistas catalanes. La nobleza y el clero no mostraron ningún entusiasmo en seguir amurallados contra Felipe V, y las masas entre gritos ahogados y casas arrancadas de cuajo, no pedían sino que acabara la resistencia y, con ella, el hambre y las bombas. Las peleas entre los líderes barceloneses también fueron frecuentes. Villarroel y Rafael de Casanovas, dos de los heroes más celebrados, lucharon hasta el último momento, pero ambos se opusieron rotundamente a la resistencia final y se inclinaron por una solución negociada. la resistencia entre murallas, la resistencia entre barrios y calles muertas, no fue cosa ni latido natural del pueblo sino empeño de unos grupos muy reducidos abandonados por la mayoría de los catalanes y tan carentes del sentido de la realidad como los que en 1641 habían hecho a Luis XIII conde de Barcelona para arrepentirse después y desangrar parte de cataluña con la ocupación del ejército francés.

martes, 7 de septiembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (34)


"Por nosotros y toda la nación española, combatimos", dice el militar Villarroel y en los panfletos que recorren los barrios de Barcelona se dice que Luis XIV no pretnde dar rey a España sino convertir ésta en provincia de Francia o se apela al ejemplo catalán para movilizar al resto de los españoles contra los ejércitos gabachos: "Tomad ejemplo de Cataluña, en donde por la misericordia de Dios, no estamos ciegos, ni engañados, sino violentados y opresos; y sin derramamiento de sangre han retoñecido los Austríacos laureles..."
Los austracistas catalanes no sólo luchaban por sus derechos históricos, sino también por "las libertades de España", ni componían un bloque homogéneo sino un partido atravesado de diferencias y, a menudo, de intereses contrapuestos. La diviisión entre los seguidores fieles al pretendiente y la nobleza y burguesía barcelonesa fue total desde 1707 y el tiempo, con los vaivenes de la guerra, la fue agravando. El Consejo de Ciento -órgano asesor del municipio de Barcelona- tuvo planteamientos mucho más radicales que la Generalitat, controlada por una nobleza cada vez más alejada de los laureles austríacos, y de hecho el gobierno de Cataluña no fue suprimido por Felipe V, como se ha dicho y repetido tantas veces, sino por el propio Consejo de Ciento, en pleno mandato austracista.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Los mitos de la Historia de España. (33)


La guerra de Sucesión fue una guerra internacional que terminó enconándose en las entrañas de Epaña. Guerra Civil, guerra de aventureros y soldados venidos de Europa, guerra de partidarios borbónicos contra aliados austracistas, guerra de gentes que esperan perplejas a que los ejércitos extranjeros dejen de remover las bombas entre tristes caballones, aquella guerra del siglo XVIII, fuente de elegías y evocaciones románticas, sigue leyéndose hoy como en el siglo XIX: en clave de mito, en clave de resistencia del pueblo catalán contra el centralismo castellano.

domingo, 29 de agosto de 2010

Los mitos de la Historia de España. (32)

Fueron años terribles... La guerra supuso un mal negocio para Cataluña al tener que soportar muchos de los males que los rebeldes de Barcelona trataban de eludir con la separación de Castilla. Pérdidas materiales, muertes inútiles en la batalla y la visita inesperada de la peste cayeron sobre las tierras del Principado. Los gastos públicos desmesurados exigieron grandes emisiones de moneda que terminaron por provocar la ruina de la economía. Con los sectores fabril y comercial duramente castigados por el cierre de las vías italiana y peninsulares, el mercado interno tuvo que aguantar la invasión de las mercancias francesas en beneficio de una minoría de comerciantes improtadores.
El desengaño fue moneda común, de ahí que la burguesía catalana volviera de buena gana al redil de los Austrias españoles.

sábado, 28 de agosto de 2010

Los mitos de la Historia de España. (31)

El mito habla de una revolución nacional, pero la rebelión política contra Felipe IV fue una aventura protagonizada por la minoría dirigente del Principado y no por los segadores amotinados el día del Corpus. Los ensueños de Pau Claris condujeron a una separación formal de la monarquía española y a una nueva ocupación de ejércitos, pues la Generalitat, supuesta encarnación y depositaria de los fueros y libertades del país, no llegó a contar en ningún momento con una tropa organizada de catalanes a sus órdenes y la resistencia contra las tropas de Felipe IV corrió a cargo de los franceses. Pau Claris y sus compañeros de aventura se vieron aislados y claramente superados por los acontecimientos. Temerosos de sucumbir a los excesos de la muchedumbre y reacios a rendir su utopía medieval ante las tropas de Olivares, decidieron poner al Principado en manos de Luis XIII. Un error que no tardaron en lamentar. Claris moriría a tiempo, sin dar lugar a que sus ojos, que parecían mirar hacia una lejanía infinita, hacia un pasado perdido, se derrumbaran de otoños y decepciones, como sí les ocurrió a otros diputados y nobles que se vieron desautorizados por los franceses antes de lo que pensaban y renunciaron a sus cargos o se retiraron a sus palacetes como quien huye de un mundo que se desmorona.

jueves, 26 de agosto de 2010

Los mitos de la Historia de España. (30)

El alzamiento de los míticos segadores concentrados en Barcelona y su motín el día del Corpus de 1640, su maraña de hoces, dagas y puñales, sus huellas de ira antiseñorial, poco tuvieron de revolución nacional o de defensa de las instituciones del Principado contra "la agresión centralista" de Felipe IV. Durante el confuso motín, los segadores, a los que se sumaron con sed de venganza las capas populares de la capital, no sólo asesinaron al virrey y asaltaron las casas de los miembros de la Real Audiencia. Aristócratas y notables de la ciudad padecieron también la ira y los ataques de una muchedumbre que gritaba "¡Viva el rey de España!" ¡Mueran los traidores!". La ira popular y los asaltos e incendios de palacios se extendieron a Vic, Gerona y otros muchos lugares, fumigando las huertas y los campos de propietarios y oficiales municipales. En el mes de diciembre, después de que el canónigo Pau Claris, presidente de la Generalitat, y la burguesía barcelonesa hubieran estrechado los alzos de la capital con el París de Richelieu, el enviado de la Generalitat al Ampurdán escribía a los diputados que no se podía visitar sin soldados los pueblos y villas de Cataluña... "porque en esta tierra todos los que vamos a tratar cosa de la Generalitat, según ellos somos unos traidores".

miércoles, 25 de agosto de 2010

Los mitos de la Historia de España. (29)


El mensaje final, las imágenes de la mitología regionalista, sería el de una Cataluña homogénea que defiende las libertades de la tierra contra el autoritarismo de un rey de nacimiento y estirpe castellanos. Una Cataluña desangrada en nombre de la Justicia, hermoseada de mártires y bellos crepúsculos. La historia se repetiría en 1640, cuando los abusos cometidos por los soldados de Felipe IV encendieron la furia de los segadores y el motín campesino contra el hambre, el alojamiento forzoso de las tropas reales y la opresión señorial se confundió con la rebelión política de la oligarquía barcelonesa, en pugna con el virrey y los proyectos del valido Olivares. El mito habla de la unidad catalana contra el centralismo de un rey y un valido opresores, pero lo cierto es que durante los años de la separación y la alianza con la Francia de Luis XIII no hubo una Cataluña, sino muchas Cataluñas, divididas socialmente y en guerra unas con otras.

Los mitos de la Historia de España. (28)


No hubo decadencia política por causa de una invasión autoritaria ni revoluciones nacionales contra imposiciones foráneas. El Compromiso de Caspe y la entronización de la dinastía de los Trastámara de Castilla no fue la causa del ocaso político y eeconómico del Principado ni éste se debió a la represión absolutista que aquellos reyes del siglo XV ejercieron sobre Cataluña. Como Jaime II, Alfonso IV y Pedro IV, los reyes Fernando de Antequera, Alfonso V y Juan II intentaron mermar el poder de la nobleza catalana y gobernar con autoridad, pero al igual que aquellos fracasaron. Alfonso V pasó los últimos veintiocho años de su reinado en la corte de Nápoles, y la oligarquía catalana lo aprovechó para seguir arrancando cesiones políticas y obligar al rey a rectificar las primeras medidas favorables a las masas campesinas y a las clases modestas de Barcelona.

domingo, 22 de agosto de 2010

Los mitos de la Historia de España. (27)


El romanticismo de corte tradicionalista en el que se movían los escritores de la Renaixença -carlistas de corazón, liberales moderados de cerebro-, su añoranza e idealización de los tiempos y las glorias medievales, terminaron modelando la imagen de un pueblo celoso de sus tradiciones, que elegía a su señor y vivía en armonía completa con sus fueros y sus leyes. El mito de un régimen de libertades populares, constitucional y pactista en plena Cataluña medieval es obra suya. "La historia de Cataluña es también, no hay que olvidarlo, la historia de la libertad en España", decía Víctor Balaguer. "¡Es tan poética su historia...!", exclamaba Piferrer... "He aquí el alma catalana: libertad", escribirá, ya en el siglo XX, el poeta Joan Maragall.

Los mitos de la Historia de España. (26)


En las noches sin sueño de 1837, abrumado por la guerra carlista y el huracán de negras fábricas y enjambres furiosos que gemían bajo Barcelona, el poeta y liberal moderado Pau Piferrer escribía: "Mi imaginación ha estado preñada todo este tiempo de pensamientos atroces, de pensamientos de sangre. Pero ahora una melancolía, la melancolía del tísico, el abatimiento de un moribundo me consume..."

sábado, 21 de agosto de 2010

Los mitos de la Historia de España. (25)

Lejos del tópico difundido por nacionalistas y regionalistas, dispuestos siempre a ensanchar las diferencias e inventar los pasados más lejanos, en los siglos medievales las peripecias particulares de los reinos cristianos, las notables diferencias que se conservaban en las Cortes -lingüísticas, jurídicas, moentarias-, los ásperos conflictros que les enfrentaban a menudo y para cuya resolución se acudía en ocasiones a la guerra, no impideron que germinara la idea de un horizonte común. Los elogios y las referencias a una España antigua tenida por patria común no sólo bullen en las crónicas castellanas del rey Alfonso X o el navarro de nacimiento y arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada sino que también laten en la "Crónica navarra", fechada en el siglo XV, en los textos de Jaime I el Conquistador, Ramón de Muntaner, cronista catalán del siglo XIV, o Pedro IV el Ceremonioso, donde puede leerse que "Cataluña es la mejor tierra de España".

Los mitos de la Historia de España. (24)


Sánchez Albornoz sentía los tópicos que se estaban creando alrededor de Castilla como un lanzazo en el costado abierto de la Historia. En 1931 el airado profesor repetía lo que venía diciendo desde 1919, cuando en una conferencia pronunciada en la Universidad de Valladolid había salido al paso de quienes culpaban a la Meseta de todos los problemas de España: "Los pensadores emprendieron a raíz de la catástrofe del noventa y ocho la revisión crítica de los valores españoles... pero la emprendieron guiados por un pesimismo desconsolador, y la crítica de la vida española resultó acerba y cruelísima. No se salvó de la inujusticia Castilla: se habló del imperialismo castellano, se la hizo responsable de la decadencia de España; las voces de los pesimistas hallaron eco en Cataluña, y desde ésta se nos acusó también de haber desbaratado la hacienda paterna, como si los esplendores y las grandezas de los días de prosperidad hubiesen sido heredados, cuando fueron ganados por el esfuerzo, la sangre y las riquezas castellanas; y como si Cataluña no hubiese contribuido en algunos momentos a precipitar la decadencia..."

viernes, 20 de agosto de 2010

Los mitos de la Historia de España. (23)


La meseta se lee en clave de crisis de identidad nacional. El abismo que separa las glorias imaginadas del pasado y la realidad harapienta del presente convirtió la tierra de Alvargonzález en la tierra de todas las tensiones. Castilla será para unos agria melancolía, nervio creador de España, fuga estética, y para otros insomne dolor de sangre, fuerza opresora, causa única del atraso español. Adiós España, escribe en 1898 Joan Maragall, pero la España a la que invita a despedir el poeta catalán no es otra que aquella Castilla que Valentí Almirall había descrito ya como una tierra de gentes ineptas para cualquier empresa positiva. Castilla, según Maragall, había concluido su misión rectora, Castilla, tierras adentro, desconoce el mar y en el mar está la esperanza de futuro...

Los mitos de la Historia de España. (22)


Llegó la paz. Tardó muchos años, demasiados... pero llegó, y España ha alcanzado, al terminar el siglo XX y comenzar el XXI, una situación social, política y económica que jamás imaginaron los intelectuales del 98. Hablar todavía de decadencias, regresar a los viejos adjetivos de la negrura paleta, repetir el antiguo monólogo de penas, es seguir caminando por un lienzo de Goya. Hoy el llanto ha cesado. Las palabras no son ascuas. Ya no son españoles los que no pueden ser otra cosa. Ya no atardece a todas horas. Hoy la historia no da melancolías, sólo esperanza... La esperanza que convive con el silencio de tantos años, con el hielo, pero también con el rumor de los sueños y el batir de alas.

jueves, 19 de agosto de 2010

Los mitos de la Historia de España. (21)


Hacia 1914 Unamuno escribía: "Toda España está progresando, y está progresando muchísimo, digan lo que digan los agoreros de desdichas." En 1926, Ramiro de Maetzu, decía: "En tiempos que, afortunadamente, se van alejando, era costumbre acusar a España de esta inadaptación a las esencias de la modernidad. La transformación rápida de España hace imposible que estos juicios se mantengan. También España se moderniza."

Los mitos de la Historia de España. (20)


Al filósofo Ortega el defecto de España le parecía congénito, su historia era la historia de una decadencia, pues siempre había llevado una existencia sonámbula. En España, escribía el pensador madrileño, la anormalidad había sido normal. El presente era la polvareda que había quedado después de que la gran ruta histórica hubiera pasado. "Cuando se atraviesan los Pirineos y se ingresa en España, se tiene siempre la impresión de que se llega a un pueblo de labriegos... Hay pueblos que se quedan por siempre en ese estado elemental de la evolución, que es la aldea..."

miércoles, 18 de agosto de 2010

Los mitos de la Historia de España. (19)


España no volvió a mandar en Europa pero tampoco se convirtió en una potencia de segundo rango. Luego de la guerra de Sucesión, los Borbones reconocieron que debían despojarse de las apariencias vanas del pasado y acomodar el horizonte de la monarquía a sus posibilidades reales. La monarquía de Felipe V, Fernando VI y Carlos III, mutilada en Europa con las pérdidas de Utrecht -Bélgica, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Gibraltar, Milán y Menorca- reconstruyó la Armada, llevando a los mares una poderosa escuadra y recuperó influencia, internacional. La historia de la decadencia narra con detalle el descalabro de la escuadra del ministro Alebroni en aguas de Sicilia, los ataques ingleses a Vigo y los continuos fracasos del ejército español ante las murallas de Gibraltar, pero pasa por alto la recuperación de Nápoles y Sicilia tras la guerra de Sucesión polaca, la obtención de la Luisiana en 1763 después de la guerra de los Siete Años o la posesión de Menorca y la Florida como consecuencias de la guerra de la Indepednecia de Estados Unidos.
Jamás fue mayor el Imperio español en América que en 1780.

Los mitos de la Historia de España. (18)


Economía, gobierno, monarquía, gentes, ciencia, arte, literatura... todo en España se había reducido a comienzos del siglo XX a un continuo derrumbarse en el abismo. Literatos antes que cronistas, la imagen del pasado que los del 98 llevaban en su interior -eco de las imágenes construidas por la historiografía liberal- arrastraba consigo vestigios de un esplendor devastado. Los juicios tan frecuentemente negativos que hicieron sobre el lugar de España en el mundo, sus dudas y compunciones, nacían de contrastar la "inercia" y el "olvido" del presente con el mito de un jardín imaginado, una supuesta edad de oro: una Castilla mística y guerrera que situaban entre los versos del Romancero y el reinado de Carlos V.

Los mitos de la Historia de España. (17)

La idea de la decadencia española es un mito, una historia de niebla que se mueve por un océano de papel, de naufragios; una hsitoria que lleva mucha muerte dentro, como un réquiem que asciende por los reinos de los Austrias al caer el siglo XVI, dobla el XVII, enlaza la monarquía de los borbones en el XVIII y encadena la nación liberal del XIX hasta asfixiarla despiadadmente, hasta dejarla "sin pulso" el año 1898. El mito arrastra, por tanto, diversas épocas e imágenes; su rumor está hecho de coros y tiempos completamente distintos.

Los mitos de la Historia de España. (16)


Más allá del exilio republicano, en España hay una larga historia de intolerancia y de sangre, una historia de éxodos y de llanto, diciéndose y escribiéndose para siempre, diciéndose y escribiéndose entre el humo de las hogueras y la bruma de los presidios. En España late un pasado doliente y desengañado que ha arrancado parte de sus raíces y que ha obligado a muchos españoles a vivir transterrados, sobremuriéndose. A veces dentro de la Península, en ocasiones a la otra orilla del mar. Una historia como una larga herida. Todos los sueños son un solo sueño. Todos los siglos son un solo instante y su naufragio. Todos los nombres son el mismo nombre: Hispania, Toledo, Al Andalus, Sefarad, América, España... mosaico de términos que proyecta en la Historia de España un perfil de quimera y otro de sombra, un esplendor de voces y pueblos y otro de silencio y ceniza.